Ya sabemos de dónde vienen.
Ellos fueron niños y adolescentes que sencillamente aspiraban a crecer y encontrar la forma de ganarse la vida, comprar una casa y tener un carro que sirviera para transportarse a su lugar de trabajo. Estoy seguro de que sus amigos de infancia llegaron a tenerles estima y afecto, propios del trato sincero y desinteresado.
Ellos fueron jóvenes que se enamoraron y sufrieron por ese amor imposible, que saltaron de alegría al ser correspondidos. En esos vaivenes amorosos se identificaron con su generación y aprendieron las mismas canciones, ahorraron para comprar tal camisa de marca, fueron a los mismos cines y caminaron en los parques bajo la misma luna.
Ellos —me atrevo a pensar— visualizaron incluirse dentro de los servidores públicos a quienes tras sufragio universal se les concedieran la confianza y la autoridad para solucionar los grandes problemas del país.
¿Qué les pasó? ¿En qué momento abandonaron la cordura? ¿Quién les enseñó el descaro? ¿Dónde aprendieron a ser corruptos?
Ellos, que una vez fueron niños, decidieron dejarse llevar por la promesa del dinero fácil. Abandonaron a sus amigos sinceros y se rodearon de sonrisas y apretones de mano falsos cuya norma es la estupidez.
Dejaron de ahorrar y empezaron a robar. Sustituyeron a la persona amada y vendieron el afecto. El corazón dejó de palpitar en la calma que proporciona la honradez y prefirieron viajes, propiedades, vehículos. Y por si fuera poco acumularon y acumularon dinero que se ganaron con el sudor de otras frentes. Poco importó cargar niños desnutridos, visitar las escuelas sin pupitres y los hospitales sin medicinas. No les importó la falta de equipo de los cuerpos de seguridad o el salario de los maestros. ¡Les valió madre!
Meses de protesta ciudadana y años de investigación han mostrado una luz al final del túnel de la impunidad que parecía no acabarse. #NoMásImpunidad y #RenunciaYa fueron algunos de los gritos que clamaron día tras día en el Parque Central, y la consigna solidaria de cientos de chapines repartidos en el mundo entero se viralizó y contagió a otros vecinos de buena voluntad.
Ya sabemos quiénes son.
Algunos de ellos enfrentan el «debido proceso», fruto del trabajo profesional de las «instancias responsables», con tal de que «prevalezca la democracia» en el país. Entrecomillado, pues eso exigía Otto Pérez Molina días antes de que el Congreso le retirara la inmunidad. Y así fue.
El mes patrio ha comenzado con el pie derecho. El panorama ha dejado de ser menos oscuro y la verdad parece asistir a los tribunales.
¿Dónde están los chapines honestos y trabajadores?
Por lo tanto, si ya sabemos de dónde vienen y quiénes son los corruptos, vale la pena preguntarnos cuándo tendremos la sensación de estar eligiendo al mejor, y no al menos imbécil, si algún día la fiesta cívica tendrá ciudadanos responsables ejerciendo su derecho, y no paisanos humildes acarreados y conquistados con un par de libras de frijol.
En unos años quiero contarles a mis sobrinos que hubo en Guatemala políticos corruptos que tras el clamor popular se enfrentaron a la justicia.
En unos años quiero alcaldes honestos y diputados que trabajen, hospitales abastecidos y escuelas decentes.
¿Dónde están los chapines honestos y trabajadores que necesitamos ver en las papeletas electorales?
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