Antes del confinamiento provocado por el coronavirus se reportaban alrededor de 150 denuncias diarias de violencia intrafamiliar. Esta cifra descendió entre marzo y abril, cuando se contabilizaron entre 30 y 55 al día. Consideremos que estas denuncias fueron hechas por esposas e hijas que se armaron de valor para comunicarse mediante el número 1572 con la Secretaría de la Mujer del Ministerio Público, exponer su situación y pedir ayuda. ¿Cuántas mujeres sufren en silencio maltrato físico y psicológico? No tengo datos exactos, pero, sin dudar, las que denuncian son pocas, muy pocas.
Lo complejo de la violencia intrafamiliar es que los especialistas no pueden delinear un patrón de conducta y de proceder establecido. Maltrata tanto el que ha estudiado y posee maestrías y doctorados como el que se ha dedicado a la agricultura y al campo. Es violento tanto el que aparece en los medios de comunicación y goza de popularidad como el que ha crecido en una aldea rural. Prueba de ello son los videos (que se han hecho virales) en los cuales una víctima denuncia a su expareja (un futbolista) y un aprendiz de youtuber golpea a una menor frente a la mirada pasiva de amigos y familiares. Estos sucesos nos han permitido visualizar los temas del abuso y del maltrato en el hogar y hablar de ellos. Está de más nombrar a los agresores porque todos conocemos los detalles. Me permito simplemente referir que ambos videos muestran la forma en que el agresor intimida, amenaza, golpea a su víctima y actúa impunemente sin que nadie lo detenga. Todos miran, callan y escuchan al agresor, que se justifica diciendo «con cariño no se componen» en un caso y «te pego porque te quiero» en el otro.
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La víctima siente que es la culpable porque nadie la defiende. Confunde los golpes con muestras de cariño y de afecto. No puede huir porque, destrozada su autoestima, ahora es dependiente del afecto malsano. Todos estos episodios progresivos son consecuencia de proteger y encubrir una relación tóxica y siguen siendo vistos como normales por todos los actores sociales que sirven de cómplices mudos y ciegos.
Escribir y hablar de la violencia intrafamiliar es tan urgente y necesario que no podemos esperar más. Me agrada pensar que, luego de la lectura de estas líneas, usted, esposa o hija que es maltratada, dará el primer paso para salir de ese infierno que todavía nombra hogar.
En lo que concuerdan muchas mujeres que han sufrido maltrato es en que tomaron demasiado tarde la decisión de denunciar y abandonar al agresor. En el caso del futbolista, la exposición pública del caso está hecha. En el caso del youtuber, sin esas imágenes que registraron la agresión esa menor seguiría sufriendo maltrato en su hogar.
Tenemos muy poco de qué enorgullecernos como chapines ante estos episodios de violencia cobarde, ya que, si no fuera por las redes sociales, no estaríamos hablando de ellas. Imaginemos por un momento la angustia y la tristeza en las que viven las mujeres que no podrán hacer una denuncia pública ni tendrán la suerte de que alguien grabe a su agresor.
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