El éxito electoral pasa por el nefasto financiamiento privado, que coloca casi cualquier candidatura en posición de subordinación respecto al crimen organizado, el cual financió hasta un 25 % de las campañas del pasado [1]. El resto del financiamiento ha sido generado por las élites locales, por contratistas del Estado y por otros grupos cuyo común denominador es la protección de privilegios e intereses y el desdén por la democracia.
Pero es sabido que el éxito electoral no se consigue solo con dinero. De hecho, hay casos excepcionales en los cuales un aparato de propaganda bien financiado se derrumbó ante el voto de castigo. El ejemplo más desastroso de lo anterior es el triunfo de Jimmy Morales, que, como sabemos hoy, se valió del financiamiento ilícito y del demagógico discurso mágico.
Sí, me refiero al discurso que no tiene asidero en los hechos, en la ciencia o en los problemas importantes de la gente. Ese discurso puede construirse desde instancias seculares que se fundamentan en el egoísmo y el individualismo y desde ideas absurdas neoliberales como la famosa mano invisible del mercado. Pero en Guatemala, como en otros países latinoamericanos, el discurso mágico se nutre fundamentalmente del imaginario cristiano neopentecostal, que apela al miedo, al odio de enemigos construidos a la medida y al desprecio de la razón.
En consecuencia, asistimos a un escenario donde la demagogia tiene la ventaja de colocar en el campo de contienda cualquier estupidez, comenzando por la implementación de la pena de muerte; la satanización de los derechos de las mujeres, del campesinado y de los grupos LGBTIQ+, o, como es de esperarse, la asociación de cualquier intento de resistencia o de transgresión con el infierno venezolano, pero solo cuando conviene y en flagrante pero impune hipocresía. Este discurso mágico tiene asidero en las emociones, en el lavado de cerebro dominical y en el modelo de propaganda.
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Conviene subrayar que la manipulación no es un fenómeno de coyuntura. Es algo que se construye de forma cotidiana y desde temprana edad. Y se debe agregar que el discurso centrado en temas de fondo también tiene que diseñarse apelando a las emociones y necesita rostros visibles, así como, por qué no decirlo, capacidades para el debate y la negociación para que no se alejen demasiado de las expectativas conservadoras de una población que tiene que lidiar con problemas de supervivencia diaria.
En ese marco, la razón no la tiene fácil. Primero, porque el discurso de la razón es ineludiblemente problematizador y hasta fatalista. Segundo, apelar a una sociedad menos injusta pasa por abordar múltiples problemas concretos difíciles de colocar en un mensaje central. Tercero, porque es honesto anunciar un sacrificio fiscal del que nadie quiere hablar. Y cuarto, porque hay que luchar contra los discursos mágicos, que ya están en el campo de contienda.
Considerando lo anterior, el discurso del combate de la corrupción puede servir como un eje central que se articule con otros temas como la necesidad de una reforma fiscal, un Estado que asuma sus funciones y decisiones que prioricen el combate de la pobreza. Aun así tengo dudas, pues el combate de la corrupción ha sido prostituido sistemáticamente por los medios de prensa afines al pacto de corruptos. La clave, en todo caso, estará en la solidez de los problemas centrales presentados, en la sensatez de las soluciones y en la solvencia de las personas que asuman ese reto.
Con excepción del MLP, que llegará con una propuesta fundacional y radical, es razonable esperar una contienda con dos posiciones diferenciadas. Una de ellas incorporará el discurso liberal, en el cual encontraremos argumentos que apelen a la razón y a la institucionalidad. La otra incluirá previsiblemente un conjunto de discursos mágicos con matices religiosos que apelarán a lo peor de nuestra sociedad y que posiblemente se dediquen a mentir, difamar y crear enemigos que oculten sus verdaderos intereses. Vencer ese discurso mágico es, en mi opinión, el gran reto en los meses que siguen. La buena noticia es que las élites que viven a gusto con la corrupción no la tienen tan fácil para ahogarnos con su propaganda debido a las restricciones aún vigentes que señala la Ley Electoral y de Partidos Políticos.
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[1] Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala —Cicig— (2015). Financiamiento de la política en Guatemala. Guatemala, Guatemala: Cicig.
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