“De repente entró un pajarito, chiquitico, y me dio tres vueltas acá arriba”, dijo Nicolás Maduro la semana pasada. “El pájaro se paró en una viga de madera donde comenzó a silbar, y yo le respondí con silbidos también. Dio tres vueltas encima de mí, yo sentí el espíritu de él, dándome su bendición” dijo, refiriéndose a Chávez.
La extraordinaria adulación, fue práctica común durante el gobierno de Chávez, y se ha acentuado notablemente después de su muerte, al punto de convertirlo en ...
“De repente entró un pajarito, chiquitico, y me dio tres vueltas acá arriba”, dijo Nicolás Maduro la semana pasada. “El pájaro se paró en una viga de madera donde comenzó a silbar, y yo le respondí con silbidos también. Dio tres vueltas encima de mí, yo sentí el espíritu de él, dándome su bendición” dijo, refiriéndose a Chávez.
La extraordinaria adulación, fue práctica común durante el gobierno de Chávez, y se ha acentuado notablemente después de su muerte, al punto de convertirlo en un ser omnisciente, infalible, elevado a dimensiones religiosas: “Nunca en la historia se mintió tanto sobre un hombre, ni aquí ni en el mundo, pero no pudieron porque Chávez tenía el escudo de pureza, de amor, por eso salió invicto y transparente. En su nombre, Comandante, con el amor de Cristo, perdonamos a los que lo injuriaron; esté libre usted de toda culpa que trataron de echarle” (Maduro)
¿Cuál es la intencionalidad de este culto a la personalidad? Pues es una estrategia de legitimación deliberada e impulsada con el fin de acallar divisiones e integrar el sistema político alrededor de la figura del líder. Consiste en lograr el apego afectivo o simbólico de los ciudadanos -en este caso a Chávez, sus ideas y metas políticas- aumentando la percepción pública de que únicamente a través de ellas podrán satisfacer sus necesidades y expectativas. El líder es el eje integrador de las masas en el proceso político, cual comunidad de fieles o creyentes.
Esta estrategia simbólica puede denotar la debilidad y dificultades de un régimen o partido político para legitimarse por otras vías si se atiende a los otros tipos de autoridad distinguidos por Max Weber además de la carismática, es decir, la tradicional y la racional-legal.
Hostigados por las dificultades económicas y los conflictos sociopolíticos, o amenazados en su interés por conservar el poder, se aferran a la lealtad al líder, a preservar la mística de la figura venerada, otorgándole poderes milagrosos, elevándole a posiciones casi sagradas, incuestionables e infalibles. El líder es la encarnación pura de la doctrina que debe trascender. También es común que se trate de ganar autoridad a través de la asociación con otras figuras relevantes y poderosas, como mandatarios extranjeros.
César en el imperio romano, Hitler en Alemania, Fidel Castro en Cuba, Lenin y Stalin, entre otros, son ejemplos históricos de un culto extraordinario a la personalidad. A la muerte de Lenin se fundó un comité que tuvo la responsabilidad de inmortalizar su memoria, así como un instituto para estudiar su cerebro. Sus pertenencias se preservaron en museos que fueron lugar de peregrinaje.
Que esto suceda en regímenes que se autodenominan populares, y además democráticos es criticado precisamente por las contradicciones de este proceder con la idea de colectividad, horizontalidad e igualdad. Esta es la razón por la cual Marx manifestó claramente su “hostilidad al culto”.
La reciente imagen de Chávez encarnado en un pajarito; la multiplicación de sus estatuas, fotos y homenajes; los esfuerzos por fomentar el amor y la devoción de sus fieles, así como su elevación mística y religiosa, puede interpretarse como una señal de debilidad e inseguridad de Maduro -de cara al próximo electoral-, en cuanto a sus posibilidades de preservar la continuidad del régimen por otras vías.
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