Quisiera encontrar argumentos para pensar que el presidente tomará una decisión de Estado cuando designe a la nueva cabeza del Ministerio Público. Sin embargo, sigo pensando que la suerte está echada y que la prioridad número uno de este gobierno es salvar de la cárcel al presidente y a su círculo familiar inmediato. De esa cuenta, se ha especulado acerca de diversos escenarios, que van desde sacrificar al alcalde capitalino hasta las estrategias más agresivas que culminarían en un 2019 sin Cicig y con un renovado pacto de corruptos y un MP domesticado. Pero, cualquiera que sea el desenlace, este pasa por la elección de lo peor del listado de seis personas que entregará la comisión de postulación. De hecho, la mera existencia de las comisiones de postulación es un fracaso de los procesos de reforma propuestos a partir de 2015.
¿Puede repetirse la historia de Thelma Aldana, que tenía un aroma oficialista y resultó siendo una funcionaria ejemplar? Lo dudo, aunque la idea sigue viva en el cajón de las fantasías. ¿Podemos esperar que el ruido de la plaza modifique la decisión presidencial? Lo dudo aún más, pero no podemos bajar los brazos y, finalmente, tampoco podemos abandonar el pragmatismo, ya que, de las iniciativas existentes, creo que solo el Frente Ciudadano contra la Corrupción sigue concitando sectores con discursos de izquierdas y de derechas en torno a frágiles consensos (que no es lo ideal, pero es lo que hay).
¿Qué nos queda sino la vía institucional? La respuesta hasta el momento la ofrecen el Codeca y otras voces radicales, que nos advierten que dormir con el enemigo tiene un precio muy alto y que lo mejor que podemos hacer es transitar hacia una asamblea constituyente popular y plurinacional. Y les confieso que la idea me gusta, pero no termino de encontrarle sentido sin una refundación del Estado y sin una reingeniería del derecho, que en este momento tienen más de poesía que de estrategia, especialmente porque lo plurinacional responde a estructuras vivas mientras lo popular por el momento se diluye, sobre todo en las áreas urbanas, entre los fundamentalismos religiosos, el racismo y la anomia ciudadana, por citar solo tres ejemplos.
Así las cosas, creo que descubriremos a quien tendrá el timón del Ministerio Público en medio de una humareda intencional. No perdamos de vista que, pese a su torpeza discursiva, el presidente ha conseguido posicionar la consulta popular sobre el diferendo territorial con Belice. Y, de manera coherente, el diputado Galdámez, encendido en patrio ardimiento, ha cometido el error de confundir Belice con Brasil frente al pleno del Congreso, algo que me parece intrascendente, pero que ha desencadenado otro distractor. A lo anterior podemos agregar los incidentes en los hogares (in)seguros, la violencia cotidiana y las declaraciones de Juan Carlos Monzón, las cuales siguen generando polémica.
En el mediano y largo plazo, la ruta a una asamblea constituyente popular y plurinacional sigue siendo la mejor opción. Difícil, pero no imposible, especialmente si se agotan las opciones institucionales. En el corto plazo, descabezar ciacs es un buen objetivo que justifica la articulación en torno a objetivos efímeros pero legítimos. ¿Podemos construir puentes entre esas izquierdas radicales y quienes apuestan por la institucionalidad? Me gustaría pensar que eso ya está ocurriendo.
Más de este autor