Pero desde hace unos meses, la Sexta parece una cenicienta a punto de vestirse de gala. La ciudadanía se ha vuelto peatón. Se ha reapropiado de ese espacio público, a punto de querer dejar fuera el Transmetro del carril central. Las fachadas de los famosos edificios como La Perla o Engels se revelan. Antiguos comercios reabren sus puertas. Aparecen esculturas y mesas de verano en las aceras.
Ordenar el territorio es también transformarlo. Reinventarlo, reciclarlo, recalificarlo. El pro...
Pero desde hace unos meses, la Sexta parece una cenicienta a punto de vestirse de gala. La ciudadanía se ha vuelto peatón. Se ha reapropiado de ese espacio público, a punto de querer dejar fuera el Transmetro del carril central. Las fachadas de los famosos edificios como La Perla o Engels se revelan. Antiguos comercios reabren sus puertas. Aparecen esculturas y mesas de verano en las aceras.
Ordenar el territorio es también transformarlo. Reinventarlo, reciclarlo, recalificarlo. El proyecto urbano como la renovación de la Sexta Avenida es un instrumento del ordenamiento territorial donde el Estado es el encargado de impulsar intervenciones sobre el espacio público (las plazas y las calles) que traerán beneficios a la sociedad. Poner “cada cosa en su lugar” y encontrar “un lugar para cada cosa”. Son proyectos estratégicos y simbólicos que tienen impactos económicos, sociales y arquitectónicos para la ciudad. Pero lo más interesante es que esa acción pública motiva la inversión privada: los propietarios pintan sus inmuebles, financian las actividades culturales, y, aunque modestamente, comparten algunos beneficios de la valorización que recibieron para sus bienes. La alianza público-privada se hace en el territorio. Y si quedan algunas dudas e interrogaciones sobre la operación inmobiliaria y sus beneficiarios, esos desaparecen momentáneamente al pisar ese nuevo espacio peatonal.
Guatemala necesita de proyectos urbanos. Las ciudades del interior no cuentan con plazas, calles peatonales, parques recreativos donde los habitantes se encuentren. No hablo de “obras” mal construidas y sobrevaloradas o canchas deportivas sin estudios de localización e impacto. Tampoco de crear obras elitistas. Se trata de poner en alto la dignidad de las personas y la identidad de los territorios creando proyectos integrales que cambian el modelo urbano y la forma de relacionarse con la ciudad. Siguiendo el ejemplo de la Sexta, uno sueña con los muelles y malecones de Champerico o del Puerto San José, en las avenidas del Centro Histórico de Quetzaltenango o en el parque de Cuilapa.
El ordenamiento y la transformación del territorio deben ser parte integral de las agendas políticas de los próximos años en el país. Son las claves ineludibles de un estado moderno. Y ojala podamos decir algún día a nuestros nietos: “Son los Campos Elíseos de Guatemala”.
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