Responsable, además, de algo igualmente terrible para Guatemala, como es el debilitamiento de los tejidos sociales de gran parte de la población. Eso sí es motivo de vergüenza y causa segura de polarización social.
Pero la realidad es que no todos los guatemaltecos y guatemaltecas se sienten orgullosos y satisfechos. De hecho, en las últimas semanas sigo constatando con horror el gran desconocimiento de la historia de muchos de mis conciudadanos; la falta de sensibilidad de otros, que ...
Responsable, además, de algo igualmente terrible para Guatemala, como es el debilitamiento de los tejidos sociales de gran parte de la población. Eso sí es motivo de vergüenza y causa segura de polarización social.
Pero la realidad es que no todos los guatemaltecos y guatemaltecas se sienten orgullosos y satisfechos. De hecho, en las últimas semanas sigo constatando con horror el gran desconocimiento de la historia de muchos de mis conciudadanos; la falta de sensibilidad de otros, que no pueden abrir sus corazones a los dolores de personas que fueron afectadas por el conflicto armado interno y cuyas vidas jamás serán las mismas luego de estos años de horror que todavía nos persiguen; y, sobre todo, la ausencia de un sentido crítico que les permita ir más allá de la manera en que los medios de comunicación manipulan a veces la información, causando reacciones viscerales que poco o nada tienen que ver con una verdad histórica que nos toda dilucidar ahora.
Ahora bien ¿cuáles son los supuestos miedos de algunos? Llevo semanas escuchando a algunas personas expresarse de manera indignada —y patéticamente teatral, en el caso de algunos frentes— ante el reconocimiento de un genocidio perpetrado de manera consciente y planificada. ¿Sus argumentos? Uno: no somos un país genocida. Dos: si reconocemos que hubo genocidio el país se verá mal ante la comunidad internacional y las inversiones bajarán.
¿Alguien durante el juicio escuchó en algún momento mencionar que Guatemala es un país genocida? ¡Por favor! Aquí hay culpables concretos y son a ellos a quienes se les ha juzgado y se les deberá juzgar. El resto de nosotros tenemos nuestras propias culpabilidades, eso sí, pero éstas se encuentran en otros planos y no son sujetos a procesos legales. Nuestras culpabilidades tienen que ver con hechos como la negativa a conocer nuestra historia y a tomar posturas éticas frente a la misma. Tienen que ver con nuestras actitudes cotidianas en torno al racismo, la desigualdad, el despojo y tantas otras cosas que nos competen de manera profunda y humana.
¿Que si aceptamos que hubo genocidio la comunidad internacional nos verá mal? ¿acaso no han leído que en muchos países se ha celebrado la condena de Ríos Montt, que ha sido vista como un efectivo ejercicio de la justicia en Guatemala?
¿Cuáles los verdaderos peligros que enfrentamos en este momento, entonces? ¿Es que a nadie le indigna, por ejemplo, que el CACIF se sienta con el derecho a intervenir en el sistema de justicia en el país? ¿A nadie le preocupa que un proceso legal no sea respetado?
Me parece que este juicio ha visibilizado las actitudes y las fuerzas que no le permiten avanzar al país y que prefieren que Guatemala siga siendo una gran ciudad feudal, en el que la gran mayoría no cuenta con ningún derecho y a la que se le imponen todo tipo de esclavitudes para el beneficio de unos cuantos. No nos confundamos, acá no estamos hablando de genocidio únicamente.
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