Desde que Consuelo Porras asumió, Juan Francisco Sandoval ya tenía firmada su carta de despido. Ese día sin dudas llegaría, pero nos costaba aceptarlo. El 23 de julio, Porras publicó un comunicado desde el hígado en el cual notificaba la destitución de Sandoval, con el cual irrespetaba la ley y en el cual subrayaba la palabra vejámenes. Es posible que haya insertado este término para luego justificar una acusación basada en violencia contra la mujer.
La voz de Juan Francisco corrió vehemente de la oficina del PDH a todo el planeta confirmando cada una de las sospechas a las que la fiscal general nunca dio más respuestas que palabras leguleyas propias de una burócrata jurídica. En un gremio donde se acostumbra a liquear («mi lic», «mi licda»), ser catalogada como doctora es un peldaño en el que Consuelo se ha sentido muy bien con esa pose dogmática, regañona, y sudando escalofriante moralina. Con su complejo de directora de escuela apunta el índice y aumenta el tono de la voz chirriona tratando de hacer su versión más creíble. Resultó que, tras el escándalo, el profesor Marco Fonseca descubrió que la tesis doctoral de la doctora tenía considerables indicios de plagio. Nada raro en Guatemala, pero sí es una capa más de impostura que se le cae a quien se ufana de ser una mujer de derecho cuando su logro es conocer al detalle las tuberías del apestoso mundo judicial en el sentido más kafkiano posible.
Lo que Sandoval denunció no es enteramente nuevo. El componente sísmico es quién lo dijo: alguien con el mayor conocimiento de causa. Sandoval nos planteó que Porras juega a quitarles los clavos a los poderosos adelantando, retrasando y deteniendo casos. Para asegurar la captura de la CC protegió a Néster Vásquez, a Leyla Lemus, a Mynor Moto. En estas investigaciones ella metió su dedo acusatorio para influir en beneficio de sus amigos, como dijo Sandoval. ¿Quién es su mayor amigo, por el cual se animó a darle el nocaut a la lucha anticorrupción? El líder momentáneo del Pacto de Corruptos es Alejandro Giammattei. La FECI descubrió que, posiblemente, dinero ruso en cash llegó al lecho presidencial. Las declaraciones de Giorgio Bruni sobre los millones incautados al ministro prófugo Benito vinculan a Giammattei y quizá a su pareja, Miguel Martínez, quien salió del país por miedo a ser capturado y provocó así la incursión de Porras en la FECI para pasarles inventario a los casos. La declaración del abogado Marco Alveño publicada por El Periódico confirma estos hechos y añade que Paola Mansilla, asesora del despacho del MP, cobraba para beneficiar a algunos acusados. Poco a poco han salido pruebas documentales de lo que Sandoval denunció.
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La lealtad de Porras a Giammattei y, por tanto, a la corrupción más voraz, esa que se apropia de los fondos para las vacunas con las cuales se salvan vidas, es infinita. Por ella fue capaz de traicionar el apoyo que más le gusta presumir: el de Estados Unidos. Creían, ella y Giammattei, que, por geopolítica, el stick de los estadounidenses se iba a contener, pero ya les cortaron la confianza y los fondos. Es posible que Giammattei y Porras le apuesten aún a que el paro nacional fue cosa de un día y que busquen atrincherarse juntos a pesar de que ambos quisieran culparse entre sí para salvarse. Sin embargo, el enojo crece y las movilizaciones próximas serán constantes. No se ve ningún ánimo de claudicar.
El despido de Sandoval es la materialización de las sospechas: que Giammattei está con el crimen organizado y tiene miedo, que Consuelo es corrupta y por eso nunca apoyó a la FECI más que con videos adjudicándose logros cuando le convenía. Quedó claro que no hay esperanza de que este gobierno se corrija y que Porras no puede seguir en la Fiscalía. Lo más emotivo ha sido la demostración de que el pueblo está con Juan Francisco Sandoval, quien tuvo que irse del país entre la incertidumbre del exilio. La fiscal general, vengativa que es, querrá acusarlo por cualquiera de los cincuenta casos que tiene, pero nadie le creerá. Eso desencadenará más rabia, pues será una evidencia más de las engañosas motivaciones de Porras, quien en realidad es el mayor consuelo de los corruptos.
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