Un donante internacional importante, el Gobierno canadiense, retiró recientemente parte de su financiamiento: la fatiga del donante fue adjudicada a la corrupción y a la disfunción haitianas.
No obstante, Canadá ha apoyado un proyecto diseñado para examinar diferentes maneras de hacer que el dinero gastado en Haití (ya sea por Gobiernos extranjeros, filántropos o Haití mismo, que tiene un presupuesto anual de dos mil millones de dólares estadounidenses) rinda más.
El proyecto, denominado Haïti Priorise, fue dirigido por mi grupo de expertos, el Consenso de Copenhague, para generar datos sobre cómo aumentar la prosperidad y la salud. El objetivo es aportar inspiración para el diseño de nuevas políticas.
Los investigadores estudiaron propuestas tan diversas como la vinculación de los agricultores al mercado internacional del carbono, la creación de sistemas de alerta contra inundaciones, la ampliación de la red de asistencia jurídica, la creación de una política de licencia paterna remunerada para incorporar a más mujeres a la fuerza de trabajo formal y la enseñanza a los niños en su lengua materna, criollo haitiano, y no en francés. Todas las ideas provienen de la sociedad civil haitiana y de expertos del sector.
Hay un tema que destaca entre los principales en la lista de prioridades: propuestas que aprovechan la corta ventana antes y después del nacimiento, cuando se puede hacer la mayor diferencia en la vida de un niño. Se trata de una inversión a corto y largo plazo, con vidas salvadas casi inmediatamente y mejoradas durante generaciones.
El acceso a la estimulación educativa a una edad muy temprana puede crear las condiciones para el éxito de los adultos.
Cada dólar gastado en la educación de la primera infancia generaría reembolsos a la sociedad por un valor de $14. Además de aumentar los ingresos futuros, la educación de la primera infancia puede reducir las posibilidades de encarcelamiento y el impacto de las deficiencias nutricionales.
Aumentar al 90 % en 2020 la cobertura de la inmunización de menores de edad es algo obvio: salvaría más de 16 000 vidas durante los próximos cinco años y apenas costaría 36 millones de dólares, con beneficios de $17 por cada dólar.
El panel también respaldó la inversión para reducir el flagelo oculto de la deficiencia de micronutrientes. El gasto de alrededor de cinco millones de dólares en diez años para fortificar el 95 % de la harina de trigo con hierro y ácido fólico evitaría anualmente 140 defectos en el tubo neural y más de 250 000 casos de anemia.
El presidente haitiano quedó tan impresionado que se comprometió a asegurar dicha fortificación.
Para que los niños haitianos contribuyan de manera significativa a su país cuando crezcan, es vital mejorar las condiciones para hacer negocios. Muchas personas sugieren que la mayor barrera económica de Haití es la falta de electricidad confiable.
El haitiano promedio consume solo 39 kilovatios por hora durante un año. Para poner esto en contexto, los vecinos de Haití en la República Dominicana usan cerca de 40 veces esa cantidad. El uso anual per cápita de Haití es igual a lo que se necesita para hacer funcionar un refrigerador canadiense promedio durante un mes.
La propuesta más destacada del panel fue reformar el proveedor, Electricité d’Haïti (EDH), que es insolvente y requiere un subsidio anual de 200 millones de dólares, una décima parte de todo el presupuesto público de Haití. Alrededor del 70 % de la electricidad producida se pierde o es robada. Menos de un tercio de la población tiene acceso a la electricidad —y por solo entre 5 y 15 horas al día—.
Nuestros investigadores encontraron que la reforma costaría alrededor de 33 millones de dólares. Sugieren cambiar el marco institucional y normativo, corporativizar y reformar el proveedor y establecer tarifas que reflejen los costos. Si tiene éxito, la segunda fase verá fondos limitados proporcionados para continuar mejorando la prestación de servicios y la eficiencia financiera.
El resultado sería una reducción significativa de las pérdidas y electricidad más confiable. Cada dólar generaría $22 de beneficios sociales.
Se eliminaría la fuga de 200 millones de dólares del presupuesto de Haití. El distinguido economista haitiano Kesner Pharel señaló que «este dinero podría gastarse mejor en áreas como la salud y la educación para lograr mucho más».
El Consenso de Copenhague está trabajando con los ministerios haitianos y el Gobierno para avanzar en las soluciones principales. Haití y los donantes estarán mejor equipados para enfocarse en las soluciones que lograrán el mayor provecho por cada dólar gastado.
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