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Homies desafían mano dura contra pandillas

La Mano Dura resultaría notablemente inefectiva: favoreció la evolución organizacional y criminal de las pandillas, y la tasa de homicidio subió vertiginosamente.
La democracia salvadoreña conserva dinámicas que neutralizan el cambio social. Tres factores contextuales en particular dificultaron los intentos de lograr la implementación de una política antipandillas integral: la persistente influencia de la élite, la naturaleza del partido gobernante, y la concentración de la propiedad mediática.
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Homies desafían mano dura contra pandillas

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En julio de 2003, el gobierno del Presidente Francisco Flores lanzó el Plan Mano Dura, aparentemente para poner freno a las pandillas y los homicidios, crímenes que en su mayoría se atribuyeron a estos grupos. La medida estuvo acompañada por una Ley Antimaras, la cual permitió que la policía arrestara a presuntos pandilleros en base a su apariencia física.

La oposición política, el sector judicial, y sobre todo las organizaciones no gubernamentales criticaron la iniciativa por su carácter altamente represivo y exigieron una política integral basada en la policía de cercanía, la prevención, y la rehabilitación. La Mano Dura resultaría notablemente inefectiva: favoreció la evolución organizacional y criminal de las pandillas, y la tasa de homicidio subió vertiginosamente. Sin embargo, la supresión gozó de enorme popularidad con una ciudadanía que se había cansado de la crónica inseguridad en su país.

El plan fue crucial para la victoria electoral del partido gobernante, la Alianza Nacionalista Republicana (ARENA). En respuesta a críticas previas, el presidente entrante Antonio Saca incluyó en su Plan Súper Mano Dura los componentes de prevención y rehabilitación. No obstante, los llamados Planes Mano Amiga y Mano Extendida quedaron politizados, incoherentes, e infradotados. Entretanto, la supresión siguió siendo la estrategia dominante nacional y transnacionalmente.

La democracia salvadoreña conserva dinámicas que neutralizan el cambio social. Tres factores contextuales en particular dificultaron los intentos de lograr la implementación de una política antipandillas integral: la persistente influencia de la élite, la naturaleza del partido gobernante, y la concentración de la propiedad mediática. Sin embargo, el hecho de que las ONGs lograron algunos éxitos (la abrogación de la inconstitucional Ley Antimaras y la adopción de programas alternativos), pero posteriormente no lograron cambios más sustanciales, indica que la advocacy de las ONGs tuvo sus propias limitaciones.

Una investigación etnográfica examinó cómo tres organizaciones salvadoreñas promovieron un control de las pandillas y por qué sus estrategias –conformadas por el contexto doméstico y las características organizacionales– fueron en gran parte inefectivas.

El estudio exploró las actividades cotidianas y los procesos sociales en cada escenario, incluidas las motivaciones del personal, sus historias, y los intereses, valores, y experiencias que traen a su trabajo. La capacidad activista y las estrategias de las ONGs dependen tanto de sus características organizacionales como de su posición acerca de un tema y de su manera de buscar un cambio de política. Este artículo considera cómo Homies Unidos–El Salvador desafió la Mano Dura a través de la rehabilitación y el empoderamiento paritarios. La investigación halló que aunque la entidad insistió públicamente en una política alternativa, factores contextuales y organizacionales (la identidad grupal, las necesidades de sobrevivencia organizacional, las elecciones tácticas, y un enfoque en el bienestar paritario) impidieron que la ONG siguiera su advocacy de una manera más exitosa.

Homies Unidos (HU) surgió de la inspiración, las habilidades organizativas, y los esfuerzos de recaudación de fondos de Magdaleno Rose-Ávila. En 1996 este ex pandillero chicano y ahora activista de derechos civiles persuadió a algunos pandilleros salvadoreños a realizar una encuesta y formar su propia ONG. El estudio confirmó que la exclusión social, la escasez de oportunidades educativas y laborales, y las familias disfuncionales facilitan el desarrollo de pandillas y que la gran mayoría de sus miembros estaba preparada a calmarse (abandonar las drogas y la violencia, pero no retirarse de la vida pandilleril y sus aparentes beneficios). Basándose en estos resultados, los trabajadores de HU también se consideran pandilleros calmados. Su continua identificación con la cultura pandilleril limitaría su influencia política, porque determinó sus elecciones estratégicas e influenció las percepciones externas de la organización, de esta manera limitando las relaciones con otros actores.

Homies Unidos nació con el objetivo de empoderar a pandilleros, reuniendo a antiguos rivales quienes diseñarían soluciones a los problemas de sus pares y les animarían a renunciar a las drogas y la violencia. Durante los tiempos de Magdaleno se enfatizaron el desarrollo del personal, la interiorización de la misión, la preparación para las conferencias de prensa, y el desarrollo de contenido programático. Pronto el equipo se concentró en arrancar la organización y resolver sus problemas de sobrevivencia. Es significativo que la dirección de HU omitió transformar los valores y patrones de pensamiento de sus miembros y monitorear si se retiraron de las drogas, el crimen, y la violencia.

Durante muchos años la ONG ha sido dirigida por miembros de la Dieciocho y ha estado trabajando casi exclusivamente con integrantes de dicho grupo. Este sesgo, y el escepticismo generalizado que generó, disminuyeron las posibilidades para la construcción de alianzas y la presión política. Además, Homies Unidos ha tenido problemas recurrentes con su viabilidad financiera y cambios de personal, pero se ha resistido sistemáticamente a reclutar a foráneos sin un pasado pandilleril pero con habilidades que fortalecieran la agencia y su advocacy.

Hoy día Homies Unidos oficialmente lleva a cabo seis programas para fomentar su estrategia de empoderamiento: el desarrollo del personal, la prevención, la educación, la salud, la rehabilitación, y los derechos humanos. La advocacy a favor de un control alternativo de pandillas giró en torno a tres iniciativas: la promoción de los derechos de los pandilleros, las charlas de prevención pandilleril, y un proyecto comunitario de rehabilitación.

Primero, Homies Unidos intentó frenar la supresión, por ejemplo, apoyando protestas en contra de las condiciones carcelarias, alertando a la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos sobre abusos policiales, y visitando las bartolinas para lograr la libertad de los pandilleros detenidos. Estas acciones le permitieron a la ONG solidarizarse con sus pares, pero no formaron parte de una estrategia más amplia dirigida a mejorar la situación de los pandilleros.

Segundo, en sus charlas de prevención el personal de HU usa su experiencia de primera mano para advertir de los peligros de la vida pandilleril e insistir en respuestas alternativas. Sin embargo, durante mi estancia en la organización estas charlas públicas no llegaron a realizarse debido a las distracciones que causaron los problemas financieros y el arresto (y posterior condena) de un empleado por homicidio.

Tercero, en 2006 Homies Unidos se concentró en un proyecto de rehabilitación con miembros de la Dieciocho en La Campanera, una comunidad de clase media baja en Soyapango, una densamente poblada conurbación industrial contigua a la capital salvadoreña.

La microempresa, una panadería, se lanzó con cierto éxito. Sin embargo, después de seis meses cerró debido al acoso policial y el compromiso inconsistente de los pandilleros con este negocio. El proyecto pudiera haber servido para presionar por la implementación de una política antipandillas integral, pero los miembros de HU no emprendieron un mayor cabildeo y trabajo mediático ni hicieron mayores esfuerzos para persuadir a las autoridades para que revisaran sus prácticas policiales.

La implementación de una política antipandillas integral sigue siendo una tarea pendiente. La administración de Mauricio Funes propone enfrentar el crimen en todas sus formas a través de la prevención social, la aplicación de la ley, la rehabilitación, el apoyo a las víctimas, y las reformas institucionales y legales. La Policía Nacional Civil, por su parte, ha empezado a fortalecer su capacidad investigativa y la policía de cercanía. Son pasos prometedores, pero los avances han sido lentos debido a recursos diezmados, la inexperiencia en gobernar, y un enfoque en el fortalecimiento institucional. Además, la susceptibilidad de Mauricio Funes a la opinión pública lo llevó a impulsar medidas que recuerdan la era de la Mano Dura, particularmente la participación militar en tareas de seguridad pública y la introducción de una nueva (pero innecesaria) ley antipandillas. El impacto combinado de estas medidas está por verse. Sin embargo, no cabe duda de que la actividad pandilleril no disminuya hasta que se deje de politizar el problema y todos los sectores de la sociedad contribuyen a su control.

 

*Investigadora posdoctoral de la UNAM

Este artículo es un resumen de la investigación “El Salvador’s Pandilleros Calmados: The Challenges of Contesting Mano Dura through Peer Rehabilitation and Empowerment.” El trabajo original puede consultarse en: http://onlinelibrary.wiley.com/journal/10.1111/(ISSN)1470-9856/earlyview

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