La cumbre constituyó un espacio de encuentro y diálogo entre líderes migrantes residentes en Washington, Los Ángeles, Houston y otras ciudades, así como entre retornados, comunidades de origen (con masiva participación desde muchos departamentos del oriente, el occidente y el norte del país), autoridades de gobierno, Iglesias y otros actores que se dieron cita para expresar necesidades y demandas, presentar propuestas y narrar la experiencia migrante y de retorno. En ese contexto, las expresiones religiosas ecuménicas también fueron parte del discurso de las migraciones, aun cuando vivimos una modernidad secularizante.
De acuerdo con Díaz-Salazar (pp. 65-82), las identidades religiosas son múltiples y pueden variar entre las más conservadoras y las más abiertas. Si bien en contextos laicos la religión es una experiencia privada, esta también es comunitaria y se expresa en espacios públicos. Por ello la laicidad es indispensable para integrar y permitir la convivencia de la pluralidad de expresiones religiosas en todos los ámbitos sociales, pero también para impedir el contagio de fundamentalismos en sus distintas variantes. Con ello, un Estado laico supondría un paraguas para las diferentes religiones y espiritualidades, así como para los ateísmos, los agnosticismos y las religiones civiles.
La cumbre cumplió a cabalidad como espacio ecuménico y plural, por lo que múltiples cosmovisiones estuvieron presentes. Ello demuestra que la religión sigue siendo un elemento esencial de nuestra sociedad, que construye identidad y permite la comunicación y la negociación frente a la diversidad cultural en el espacio público.
Los aj q’ijab mayas iniciaron la ceremonia pidiendo luz y entendimiento para el evento y sus participantes. Solicitaron permiso a los cuatro puntos cardinales y, tanto en idiomas mayas como en español, fueron haciendo peticiones para los migrantes, especialmente los enfermos, heridos y mutilados. El fuego sagrado se mantuvo encendido hasta la culminación del evento.
La Iglesia católica estuvo representada por monseñor Álvaro Ramazzini, quien en diferentes ocasiones intervino para pedir misericordia para con el migrante y propuso cambiar hacia una visión humanista, en la que el migrante es persona, y no solo quien envía remesas. Además, el padre Mauro Verzeletti, de la Red de Casas del Migrante Scalabrini, exhortó a romper las fronteras del sistema capitalista actual y a tender la mano a aquellos migrantes que siguen soñando.
También estuvieron presentes Iglesias protestantes de diferentes denominaciones. Varios líderes religiosos se declararon en defensa de los migrantes que sufren y solicitaron construir puentes, no muros. Uno de ellos, estadounidense radicado en Guatemala, pidió perdón por los «crímenes de su país» y suplicó abrir los corazones para ver la belleza del otro. El símbolo de las migraciones que se destacó en una de las intervenciones fue el de un pie con ampollas derivado del trayecto irregular, con el cual el pastor animó a caminar hacia una nueva economía.
A ello hay que agregar la petición a Juan Soldado, santo popular no reconocido por las Iglesias cristianas que protege el trayecto migrante, por lo que muchas personas que inician el recorrido hacia el norte le rezan. La rogativa era parte de la exposición interactiva de la cumbre y, aunque nadie habló de ella, muestra que la religiosidad es dinámica y sincrética, especialmente en situaciones de incertidumbre y peligro.
Lo anterior nos habla de un imaginario religioso muy activo y vigente en nuestra sociedad. A pesar de las diferencias doctrinales y de fe, tanto los católicos como los protestantes y los mayas son Iglesias que acompañan las migraciones. Constituyen comunidades religiosas que unen esfuerzos para proteger y promover al «ser humano» migrante, desde la atención a las comunidades y a las organizaciones hasta el cabildeo con los Gobiernos y las autoridades en los diferentes espacios de acción, tanto en Guatemala como en Estados Unidos.
En ese sentido, fortalecen la movilización y el cambio de discurso hacia una visión más humana de las migraciones, una en la que el sujeto migrante sea el centro de su acción, a quien proporcionan energía para el proyecto migratorio en busca de ese «sueño donde todo será mejor», y, sobre todo, hacia la revalorización de su dignidad como personas. Así, se posicionan en la defensa de los derechos humanos, principalmente en el tránsito irregular, como vigilantes del derecho a migrar en condiciones como las actuales, en las que el Estado no provee las oportunidades ni los espacios adecuados para el desarrollo.
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