El neologismo posverdad es un concepto que se refiere a la distorsión deliberada de la realidad mediante la manipulación de creencias y emociones con el fin de maniobrar actitudes sociales. Los demagogos son maestros de la posverdad. El término proviene del inglés post-truth, y en el gobierno de Jimmy Morales, quien miente cínicamente, los hechos objetivos tienen menos importancia que las apelaciones a las emociones y a las creencias.
La semana pasada, el presidente Jimmy Morales se presentó públicamente junto con los ministros de Gobernación y de Relaciones Exteriores, Enrique Degenhart y Sandra Jovel, y con el procurador general de la nación, Jorge Luis Donado. Morales defendió las decisiones tomadas para cancelar el mandato de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) y anunció que no permitiría el ingreso al país del titular de dicha institución, Iván Velásquez.
Pero al final de su discurso incluyó dos asuntos éticos con carga emocional. Reiteró que está a favor del matrimonio entre hombre y mujer y en contra del aborto. Recurrió a estos argumentos (descontextualizados) con el fin de apelar a las creencias de los guatemaltecos e invocar los valores de una sociedad tan conservadora como la nuestra, que ha tenido a sus mujeres (más del 51 % de la población) sometidas y calladitas y a los homosexuales y a las lesbianas bajo llave en sus armarios (o clósets).
Por su parte, la canciller del gobierno de Jimmy Morales, Sandra Jovel, utilizó conceptos totalmente falsos en forma descarada. Al día siguiente, Plaza Pública puso en evidencia que en menos de cinco minutos ella pronunció cuatro mentiras. Jovel, por ejemplo, dijo que «la Cicig se convirtió en una estructura paralela a imagen de los aparatos que estaba destinada a combatir». Esto es un embuste, una mentira, una patraña. Las estructuras paralelas operan en la clandestinidad, no son legales ni reconocidas públicamente por ningún gobierno o entidad internacional, por lo que la Cicig no encaja en su apreciación. Pero dijo varias falsedades más con total desparpajo: una actitud que ya no asombra.
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Otro ejemplo fue lo afirmado por el ministro de Gobernación, Enrique Degenhart, quien aseguró que el Ejército no había salido a las calles ese día y que los jeeps J-8 (donados por el Gobierno de Estados Unidos de América) formaban parte de un operativo contra la delincuencia que normalmente se lleva a cabo en la ciudad. Pero las numerosísimas fotos publicadas por los periódicos y en redes sociales lo desmintieron, ya que algunos automotores llevaban ametralladoras en sus techos de manera intimidante. Además, enrumbaron hacia la sede de la Cicig y, al retornar, pasaron frente a la embajada estadounidense.
Dicha sede diplomática emitió un comunicado en el que advirtió que está vigilando que el equipo donado sea usado de manera apropiada. También el MP anunció una investigación. Indudablemente fue un burdo recurso para infundir terror. La presencia de militares en las calles y escoltando masivamente al presidente en el Palacio Nacional fue una demostración del respaldo militar, un simbolismo innecesario en esta época democrática.
Entre tanto, el fiscal general de la nación, Jorge Luis Donado Vivar, afirmó que las resoluciones de la Corte de Constitucionalidad, el máximo órgano constitucional del país, pueden ser impugnables. Pero resulta que dichas resoluciones simplemente se acatan, aunque uno no esté de acuerdo con ellas. Por lo tanto, mintió abiertamente. Así se une a los otros funcionarios que utilizan el mecanismo de la posverdad para retorcer la realidad de un tema. Y es inadmisible viniendo de quien así se pronunció. Recordemos que, en 2004, el periodista estadounidense Eric Alterman acuñó el término «presidencia de la posverdad» en su análisis de las declaraciones engañosas de George W. Bush relacionadas con los atentados del 11 de septiembre de 2001. ¿El gobierno de Jimmy Morales está usando similares tácticas?
Esta es la conclusión: Jimmy Morales y sus principales funcionarios conforman un gobierno de posverdad, pues usan mentiras y falsedades.
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