Mientras la igualdad de trato entre hombres y mujeres no sea una realidad en todas las esferas de la vida, los feminismos seguirán siendo ineludibles. La cuestión está en distinguir una conquista social —esas que hacen al mundo un sitio más humano, justo y solidario en términos medibles y comprobables— de un berrinche censurista y políticamente correcto disfrazado de progreso. Reemplazar un modelo de jerarquía por otro sería una desgracia.
Examinemos dos ejemplos que están dando mucho de qué hablar.
¿Educación sexual o estimulación precoz?
En el País Vasco, el nuevo pénsum escolar público para niños de cero a seis años busca desafiar los mandatos convencionales de género instituyendo, entre otras medidas, juegos eróticos infantiles que «reconozcan» (¿estimulen prematuramente?) la curiosidad sexual y «visibilicen» (¿expongan prematuramente?) la diversidad de cuerpos. El plan de coeducación —ese que va más allá de la mera educación mixta y sigue explícitamente el paradigma feminista de no discriminación— es en muchos aspectos un proyecto avanzado. Pero, dentro del itinerario de educación sexual infantil hasta los seis años, encontramos esto:
«[Se fomentará] el reconocimiento y la vivencia de la sexualidad infantil desde el nacimiento en el ámbito de la escuela y la familia: curiosidad sexual, juegos eróticos infantiles… ».
Me pregunto si la naturaleza humana y sus impulsos, a su propio ritmo, son insuficientes para la adecuada vivencia de la sexualidad de los niños. Francamente no tengo respuestas, solo más preguntas: ¿qué hace que la intromisión de la ideología religiosa violente el principio humanista de laicidad escolar y la coeducación no cuando ambas son impuestas desde arriba sin consenso ciudadano? Las cuestiones quedan abiertas para que ustedes —padres y madres— las reflexionen en sus espacios íntimos. Y es que, en estos tiempos de progresismo mesiánico, en los cuales la corrección política dicta las normas de lo bueno y lo justo a su antojo, no es fácil saber dónde termina la educación inclusiva y empiezan nuevas formas de atropello.
La educación sexual es imprescindible, pero debe ser oportuna, pertinente y articulada en consensus populi, cuidando que los contenidos sean aptos para cada etapa de desarrollo de la niñez y la juventud.
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De El principito a El principite a La principesa
La editorial hispana Espejos Literarios se dedica a adaptar obras clásicas al género femenino y a otras condiciones subrepresentadas para crear literatura universal abarcadora. Siguiendo esa visión, lanzó al mercado La principesa, una interpretación feminista de la celebrada obra de Antoine de Saint-Exupéry, El principito, en la cual se modifican las palabras e ilustraciones originales del autor francés para ajustarlas a su mirada del mundo y hacerlo más amable a las mujeres y a los animales. Bien, pues la escena en la cual la serpiente se traga al elefante y queda en forma de sombrero (una clásica entre las clásicas de la literatura universal del siglo XX) desapareció. Desde el cénit de su regencia moral, el proyecto Espejos Literarios consideró este cuadro todo un abuso para las pobres bestias. No es un elefante, sino un volcán el que es engullido por la serpiente.
Más que una blasfemia al espíritu de una producción tan importante, estamos negando la naturaleza misma de las cosas y sus postulados inherentes. ¿No se comen acaso las serpientes a otros animales para sobrevivir? Entonces, ¿cuál es el exceso? De golpe, el progresismo del siglo XXI parece tornarse en el más vulgar de los regresismos al caricaturizar el mundo según una visión imposiblemente perfecta de lo que debería ser y que, dicho sea de paso, resulta aburridísima.
¡¿Se imaginan ustedes un día eterno, sin noche, sin luna, sin estrellas?!
Aristóteles tuvo la valentía de desafiar a su maestro Platón para afirmar que el mundo de las cosas concretas, el que percibimos a través de los sentidos materiales y que obedece a las leyes de la ciencia, es el que debemos comprender primero si pretendemos construir un universo feliz. Quizá ha llegado el momento de ser como Aristóteles y enfrentarnos a las abstracciones platónicas de los feminismos ultras para devolvernos a una realidad que sea accesible a la razón, sin impugnar sus escalas de gris, sin desmentir la ambigüedad moral de nuestra vasta condición.
Al paso que vamos, será tabú y opresivo ser un humano, con todas nuestras radiantes luces y nuestras magníficas, deslumbrantes y muy cautivadoras sombras.
No, gracias.
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