Alguien que quiero me decía el otro día todas las cosas malas que piensa de la izquierda. Yo, que me considero afín a las izquierdas, en plural, argumentaba, entre otras cosas, que Thelma Aldana, desde que llegó al MP, se caracterizó a sí misma como una mujer de derecha, pero ha sido perseguida porque no siguió el guion que esperaban las mafias que han capturado al Estado. Pero, dado mi fracaso en ese diálogo, pienso que, desde las derechas fundamentalistas, hasta Dionisio Gutiérrez puede ser...
Alguien que quiero me decía el otro día todas las cosas malas que piensa de la izquierda. Yo, que me considero afín a las izquierdas, en plural, argumentaba, entre otras cosas, que Thelma Aldana, desde que llegó al MP, se caracterizó a sí misma como una mujer de derecha, pero ha sido perseguida porque no siguió el guion que esperaban las mafias que han capturado al Estado. Pero, dado mi fracaso en ese diálogo, pienso que, desde las derechas fundamentalistas, hasta Dionisio Gutiérrez puede ser de izquierda en algún momento, por ridículo que parezca.
En contraste, no omito mencionar que personas que respeto intelectualmente han esgrimido argumentos difíciles de sostener en contra de las derechas, como si hubiera una sola derecha, oligárquica, coordinada y coherente. Sin embargo, es necesario reconocer que la oligarquía sí tiene conciencia de clase y ha construido hegemonía mediante la coerción, la religión, la ignorancia y los circuitos de consumo que organizan un océano de propaganda embrutecedora.
La persona que mencioné arriba me retó a que fuera candidato a un puesto público si tanto me atrevo a criticar a Jimmy Morales o a Consuelo Porras. No es la primera vez que me lo dicen, pero es la primera vez que reflexiono acerca de por qué la idea me parece tan absurda, lo que me llevó a conjeturar que, para muchas personas conservadoras, de derecha religiosa, también es muy importante la individualización neoliberal. Y la captura del Estado la siguen viendo como una acción individual. Creo que interpretan perder una elección como un fracaso personal y el éxito en las urnas como producto de atributos individuales, no como una manipulación social que incluye el control del financiamiento electoral ilícito.
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Del mismo modo, no parecen importar el proyecto político y la calidad humana. Lo que importa es que los enemigos de la oligarquía no alcancen el poder político, aunque se evita decir lo anterior y se presenta a los enemigos de la oligarquía como enemigos de la moral, la vida, la propiedad privada, la religión, el pueblo o la patria. Se vota en contra del enemigo que alguien más dibuja a voluntad.
A lo que quiero llegar es a que debería importar sumarnos a un proyecto con alguna viabilidad aunque no estemos de acuerdo con todas las personas que lo integran o con todos los planes y programas que se discutan. Por supuesto que no es fácil, en mi caso, votar por alguien con un discurso atravesado por el patriarcado y el racismo, pero lo haría siempre que en su conjunto el proyecto político fuera consistente en temas como la reducción de la pobreza extrema.
Reaparece entonces el que considero un problema corrosivo en las izquierdas chapinas. Porque, mientras esperemos candidaturas inmaculadas, estaremos permanentemente en el juego de la descalificación de cualquier mujer u hombre que no tenga todos los atributos deseados y podemos perder de vista que en realidad deberíamos apoyar equipos de gobierno y estrategias que, nos guste o no, tienen que enganchar con esa mayoría conservadora, religiosa, patriarcal y racista que vota a ciegas, pero vota, y que no podrá trascender a otros niveles de ciudadanía si no avanzamos algunos pasos en la dirección correcta.
Ya sé que no estamos en campaña electoral. Precisamente por eso es el tiempo para hablar del tema.
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