Es importante, en cualquier Estado que se llame a sí mismo democrático, intentar comprender la naturaleza democrática de este. Entendernos hoy es el primer paso para construirnos en el futuro. Para Sartori, «si optamos por definir la democracia de forma irreal [1], nunca encontraremos realidades democráticas». Guatemala dice tener un poco más de 30 años de democracia, una que aún no hemos podido entender.
Abordar la democracia siempre será un ejercicio complejo, pues existe un vivo debate acerca de lo deontológico y ontológico del concepto de la democracia. Ya sea que esta se entienda, desde una concepción meramente formal, como un mecanismo de decisiones colectivas, como un régimen que da vida al Estado o como una forma de gobierno, en todas estas concepciones descansa la noción de un pueblo que otorga el poder a representantes y que participa de manera activa o pasiva en un autogobierno.
Es en este punto donde radica el problema, pues la democracia descansa sobre un pueblo, que, en el caso de Guatemala, carece de educación. De acuerdo con la Segeplán, hacia 2011 un 17.46 % de la población mayor de 15 años era analfabeta. Por otro lado, datos del INE de 2012 revelan que el promedio de años de escolaridad nacional no supera los seis años. Esto último expresa la presencia de un ampli0 y significativo analfabetismo funcional.
El concepto de analfabeto funcional nace como antítesis del de alfabetización funcional presentada por la Unesco en 1975. Se refiere a personas que tuvieron algunos años de escolaridad, pero con dificultades para traducir dicha enseñanza en procesos como ejercer una función social, cívica y económica; propiciar cambios al desarrollo de los individuos, grupos o países, y, lo más importante, actuar críticamente. Este concepto responde a una visión integral de la educación formal al considerar que esta debe ser un medio para alcanzar la autonomía, y no un mero proceso de formación de mercado laboral.
El mejor ejemplo de la relación entre la calidad democrática y la alfabetización son los procesos de elección. De acuerdo con el padrón electoral de las últimas tres elecciones generales, al menos un 20 % de los electores eran analfabetos. En las elecciones generales de 2015, el 21 % del padrón electoral (1,768,923) estaba compuesto por votantes analfabetos, número aún mayor a la cantidad de votos que llevó a Jimmy Morales a segunda vuelta.
Hay que considerar que una población poco educada es también una población con una débil cultura ciudadana y política, relativamente fácil de manipular al no ser crítica y al contar con una variedad de necesidades inmediatas (la pobreza y el analfabetismo están directamente vinculados) como producto de las complicaciones que el mismo analfabetismo genera. Por otro lado, los indicadores de escolaridad negativos se traducen en una virtual imposibilidad de asumir plenamente el rol de ciudadano de cada guatemalteco.
La relación causal de estos elementos no solo se expresa en las elecciones, sino también en la calidad democrática y en la noción misma de democracia en un contexto particular. La calidad democrática se expresa, principalmente, en el respeto de los derechos políticos y civiles, en los niveles de participación, en los derechos humanos y en el Estado de derecho. Acontecimientos como la recolección de firmas para la destitución del procurador de los derechos humanos debido a supuestas ofensas al credo individual o decisiones arbitrarias del Organismo Judicial como la del caso de Melgar Padilla (y de otros casos de corrupción) demuestran un deterioro de la calidad democrática, pues acciones como estas limitan la participación, vulneran los derechos de la población y atentan contra el Estado de derecho.
Por otro lado, es obvio que la noción de democracia en Guatemala estará moldeada por la calidad de esta. Frente a una democracia debilitada, en Guatemala se han construido distintas nociones de democracia que, contrarias a la naturaleza misma de esta, responden a criterios individuales de bienestar, y no a los de la colectividad. Sin embargo, esto es difícil de cambiar en una sociedad con analfabetismo funcional, que aborrece el espíritu crítico, el cambio y la transformación.
Resulta claro que la condición actual de la democracia guatemalteca es multicausal y no solo responde a los niveles de alfabetización o a indicadores de educación. Sin embargo, es a través de la educación como se deben construir las bases para una democracia fuerte y de calidad.
Finalmente, a manera de aclaración, creo que una persona analfabeta o con pocos años de escolaridad debe gozar de los mismos derechos políticos y civiles que cualquier otra. De otra forma no sería una democracia. Por otro lado, la educación no formal es igual de valiosa e importante que la formal. Sin embargo, el ideal debe ser la erradicación del analfabetismo.
[1] Definir la democracia desde su deber ser y distante de la realidad local.
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