Aunque el concepto de democracia es problemático por las múltiples definiciones posibles de ese término, hay una noción básica que siempre la ha caracterizado: la posibilidad de que los gobernantes rindan cuentas a los gobernados, ya que, supuestamente, el poder de un gobernante emana directamente del pueblo al que representa. Lamentablemente, en la realidad, los que ostentan altos cargos públicos mediante mecanismos democráticos frecuentemente usan el poder que les ha sido delegado para satisfacer sus necesidades e intereses, de manera que se comportan más como reyes que como representantes de la sociedad a la que se deben.
El actual gobierno de Guatemala, encabezado por el ciudadano Alejandro Giammattei, parece decididamente encaminado a competir codo a codo por el título del peor presidente de Guatemala (dudoso honor que hasta ahora había sido atribuido al expresidente Jimmy Morales) debido al cúmulo de defectos que ha demostrado en apenas ocho meses de gobierno: autoritarismo, impulsividad, volatilidad y aparente incapacidad de visualizar cómo en tan poco tiempo ha ido perdiendo el apoyo ciudadano debido a la inconsistencia de sus acciones.
Lo sucedido el fin de semana pasado, sin embargo, ha desnudado de cuerpo entero al actual gobierno. Ya desde antes se había advertido una tendencia a intimidar a la prensa independiente, especialmente a Marvin del Cid y a Sonny Figueroa, quienes, en su papel de periodistas de investigación, han venido documentando el entorno personal e institucional que rodea al mandatario, aspecto que parece no ser del agrado de este. La gota que derramó el vaso, no obstante, fue la investigación periodística en torno a la supuesta pareja sentimental del gobernante: el recién graduado ingeniero químico Miguel Martínez. Este, a sus 30 años, es considerado en la actualidad uno de los funcionarios públicos con mayor poder en el gabinete de Giammattei.
[frasepzp1]
Los indicios del malestar de Martínez se hicieron palpables el miércoles 9 de septiembre, día en que fue presentada una denuncia penal en contra del medio Plaza Pública por supuesto acoso a su familia. Unas horas después de la denuncia, el medio hacía pública la investigación sobre los salarios y los perfiles profesionales de la comisión, y apenas dos días después uno de los autores de la investigación, el periodista Sonny Figueroa, era capturado en circunstancias sospechosas, con acusaciones de haber hecho escándalo en la vía pública y de haber conducido bajo efectos de licor.
Las inconsistencias del relato policial y el hecho de que el arresto ocurriera apenas dos días después de hacerse público el reportaje alertó a la sociedad guatemalteca de inmediato, por lo cual, en la primera declaración ante juez competente, las acusaciones fueron desestimadas por falta de mérito: una victoria de quienes defienden la libertad de prensa como uno de los pilares fundamentales para garantizar el ideal democrático de que los gobernantes rindan cuentas de sus actos a quien le ha otorgado el poder, es decir, a la ciudadanía.
Alejandro Giammattei y Miguel Martínez son servidores públicos que deben entender que el poder que actualmente ostentan no les ha sido conferido como una garantía para que hagan lo que les venga en gana. Su principal deber es con la ciudadanía. Y en la administración pública, los puestos deben ser otorgados por mérito, no solo por cercanía sentimental. En cuanto a Martínez, por su edad y su hoja de vida tan escasa, es evidente que no llegó adonde está por merito, sino por nepotismo. Por eso debe acostumbrarse a que su vida puede volverse objeto de escrutinio público, dado que su sueldo lo pagamos todos los guatemaltecos.
Los ciudadanos guatemaltecos estamos cansados de autoridades que actúen y piensen como reyes absolutos en un país que, según ellos, les debe pleitesía. Todo lo contrario: han sido delegados para representar los intereses de la mayoría de la población, aspecto que a ocho meses de gobierno no parece definir la actual gestión. El gobierno de Giammattei sigue acumulando errores que lo están perfilando muy rápidamente como el peor gobernante en la historia del país.
Más de este autor