No es lo mismo que un hombre, pobre, con discapacidad y homosexual sufra de abusos y falta de oportunidades a que ese individuo tenga acceso a educación superior, privilegios y que llegue a la Presidencia de la República por sus vínculos con organizaciones criminales. Las diferencias y las opresiones no se experimentan igual desde el poder y solemos esperar alguna coherencia de quienes han sufrido discriminación, pero no nos engañemos. El servilismo a una clase social y las alianzas criminales son mucho más poderosos para determinar la conducta que las privaciones del pasado, el racismo, la discapacidad, la edad, el género o cualquier otra condición de subalternidad.
Lo anterior viene al caso porque ayer dialogué con una persona que está preparando su proyecto de tesis y precisamente surgió el tema de la hegemonía, el comportamiento electoral y la conducta que uno podría esperar de segmentos de la población que se ven empobrecidos cada día, pero que parecen responder a la teología de la prosperidad y a la aspiración fantasiosa de movilidad social que en Guatemala significa lo mismo que la Carabina de Ambrosio.
¿De qué otra forma podemos explicar la hipocresía y doble moral para juzgar a quienes nos gobiernan, si no es mediante la jerarquización de las diferencias? Por supuesto, el control del Estado no se puede analizar sin un factor determinante: las opciones electoreras en Guatemala han dejado fuera a candidaturas que amenacen el poder económico. En el pasado el asesinato fue un recurso empleado por la oligarquía. Hoy en día, la persecución judicial es el mecanismo que se observa con regularidad para cualquiera que amenace con superar un cinco por ciento del caudal electoral.
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Así las cosas, cualquier candidatura viable para las alianzas criminales y para la oligarquía, tiene que defender ante todo la mitología neoliberal y esgrimir un discurso que deje clara la protección histórica de privilegios. Quienes se sumen a ese discurso deben, por lo regular, garantizar también los privilegios fiscales y la impunidad que ostentan las familias propietarias de mega-iglesias. La combinación anterior ha generado y seguirá produciendo discursos en donde el Estado no tiene más que un rol de árbitro y debe estar subordinado al poder económico y donde el discurso religioso garantiza no entrar en la lista negra de los fundamentalistas. En complemento, la defensa del actual pacto de corruptos es condición sine qua non para acceder a los principales puestos de elección.
Los ejes de diferencia que pueden surgir en el análisis de la pobreza extrema o la vulnerabilidad ante desastres carecen de utilidad para analizar las condiciones o las conductas de quienes dominan la economía y la política en este país. Ni el racismo, ni la homofobia, ni otras formas de discriminación u opresión son más importantes que el interés de una clase social y las alianzas criminales que están sustituyendo las históricas alianzas matrimoniales.
En consecuencia, en las próximas elecciones posiblemente habrá difamación, racismo, misoginia y tufos de clase para que Thelma Cabrera y su proyecto fracasen. Del mismo modo, casi con certeza afirmo que mientras Zury Ríos garantice privilegios económicos, criminales y religiosos (que suelen integrarse), ella tendrá la bendición de los poderes que controlan el acceso al discurso. Todo lo demás puede ignorarse a conveniencia, incluyendo el historial criminal de la familia Ríos.
Otras candidaturas pueden surgir, eso es evidente, pero no creo que haya grandes sorpresas porque ya vivimos en un narcoestado y salir de donde estamos requerirá más que alianzas electorales.
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