- Que la intelectualidad que participó en el proceso de paz provenía de diversas corrientes de pensamiento, por lo que haber coincidido en acuerdos de paz fue de por sí una tarea sumamente complicada.
- Hubo un proceso de paz para los guatemaltecos y hubo otra firma de paz para la opinión internacional, las cuales vieron todo lo acontecido con miradas particulares.
Desde Gustavo Porras, Eduardo Stein hasta Rigoberta Menchú y el padre Ramazzini han sido y son “personas de confianza de la cooperación internacional” todos ellos con sus contradicciones, forman parte de una élite considerada como portavoces de la realidad (junto con decenas de funcionarios medios, bajos y asesores temporales y de tiempo completo).
Mucho de las diferencias de la intelectualidad se manifiesta en torno al reconocimiento externo, y resulta ser que de ahí surge mucho de este lío, ya que sin el financiamiento no hubiera habido juicio por genocidio y sin esos mismos recursos no van a haber nuevos ni para más militares y menos a exguerrilleros.
Cuando se creía que todo marchaba sobre ruedas en el debate, resulto ser que esa misma intelectualidad mostró abiertamente sus contradicciones y, lo que llamó poderosamente la atención a los padrinos internacionales fue que los fondos destinados para desarrollar espacios de reconciliación entre la sociedad postconflicto simplemente no funcionaron; es más, el subproducto del juicio fue la integración de una intelectualidad de derecha “nacionalista” que llama a la integración de frentes de defensa de la propiedad y los valores cristianos (no católicos) frente a la “agresión extranjera” en un renovado discurso ochentero que encaja a la perfección con aquellos que sostienen, con tinte de izquierda, la “militarización” de la sociedad como nueva expresión del neoliberalismo.
La parte que motivó el juicio por genocidio (que no proviene de las víctimas) tuvo más de 16 años para preparar a la opinión pública, en cambio los que objetan el señalamiento por genocidio tuvieron meses de actividad abierta, y a pesar de esta diferencia de tiempo, la opinión en general se muestra como si los Acuerdos de Paz se hubieran firmado hace un mes.
Cual guía de turistas, la intelectualidad hace recorridos mentales e interpretaciones para públicos cautivos, e incluso señalan la indiferencia de la opinión pública local como producto del embrutecimiento masivo, de la indolencia y frente a ello más y más fondos. La guerra de comunicados deja entrever, en la opinión formada en el extranjero, cierto tipo de engaño, no sólo su inversión fue ineficaz sino que ahora existe “ingratitud” por todos lados, “la solidaridad humana” pasó a ser “intromisión neocolonialista”, (algo seguramente está mal, dirán) se pensaba que las víctimas se movilizarían masivamente, que la sociedad en su conjunto levantaría el puño contra el sistema de justicia corrupto, pero no pasó nada de esto, no hubo quema de llantas en las calles cuando se suspendió el debate (seguramente el temor es mucho, dirán), pero las cifras siguen sin concordar: el número de extorsionados, muertos por asaltos, amenazados por delincuencia común y narcotráfico es 100 veces mayor que los hechos acontecidos contra activistas de DDHH, los que defienden la causa del genocidio ¿Dónde quedaron las campañas de concientización?
La justicia para los victimarios del pasado no puede estar antes que la justicia para los victimarios de hoy, que se multiplican inexorablemente, sólo espero que para esa opinión internacional la visión no sea tan corta como la de la intelectualidad que mantienen localmente.
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