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Con datos: votaciones revelan alianza oficialista por conveniencia

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Con datos: votaciones revelan alianza oficialista por conveniencia

Con colaboración de: Carlos Raúl Kestler
Gráficos: Rosana Rojas
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En 2024, la posición del Movimiento Semilla logró imponerse en tres de cada cinco pulsos políticos entre las 17 bancadas del Organismo Legislativo. Sin embargo, el respaldo hacia los diputados del partido del Gobierno fue inestable e intermitente, lo cual evidencia que no existe una alianza oficialista que defina la agenda parlamentaria en la gestión de Bernardo Arévalo.

«¡Sí a la Ley de Competencia!», decían varios de los rótulos que los legisladores del Movimiento Semilla levantaron desde sus curules en el hemiciclo. Era la madrugada del 20 de noviembre. El Congreso de la República acababa de aprobar la normativa para sancionar las prácticas monopólicas en Guatemala tras haber permanecido dos décadas en la gaveta. El partido oficialista lo celebró.

Ocho meses antes, el decreto todavía enfrentaba un camino tumultuoso y cuesta arriba para cobrar vigencia. La Corte de Constitucionalidad (CC) anuló el 19 de marzo la mesa presidencial que Semilla impulsó en febrero para discutir y luego promulgar la norma, una de las promesas de la agrupación en la campaña electoral. Ese día, el parlamentario Samuel Pérez dijo con un tono apagado en un video de X que la ley se iba a adoptar «aunque la CC lo quisiera impedir».

Ambas escenas describen la montaña rusa por la que viajaron los diputados oficialistas del Congreso en 2024 . Para evaluar el desempeño del bloque durante el primer año de la administración de Bernardo Arévalo, Plaza Pública examinó 655 rondas de votación en el pleno e identificó 389 que podrían reflejar una disputa política o una negociación de poder entre las bancadas.

De las rondas estudiadas y que generaron pugnas, la postura de Semilla ganó en 230 ocasiones y perdió en 159, es decir, salió victoriosa en el 59% de las batallas con otros partidos. Tres de cada cinco goles fueron a favor del grupo oficialista.

«Estos números son un triunfo para ellos, pero no necesariamente evidencian que son los grandes operadores políticos. No siempre son los que consiguen los votos y a veces ceden para lograr posicionamiento a cambio», explica Roberto Alejos Cámbara, presidente del Congreso de 2009 a 2011.

Este medio publicó el 24 de abril un ejercicio similar sobre las votaciones parlamentarias en los primeros 100 días de esta legislatura, la décima en la era democrática. En ese entonces, el oficialismo había vencido a la oposición en 14 de 18 contiendas políticas, pero tres de las últimas derrotas de Semilla sucedieron en abril.

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En este segundo análisis, que abarca todo el año, la mayoría de los procesos de votación —312 de 389— corresponden a la elección de los magistrados titulares de la Corte de Apelaciones. Otros eventos, por ejemplo, fueron relativos al presupuesto estatal o pretendían validar iniciativas de ley en tercer debate, designar a los miembros de la Junta Directiva y distribuir las comisiones de trabajo.

Así como en la publicación de abril, Plaza Pública volvió a excluir las deliberaciones de trámite —como las que pretenden aprobar la agenda del día, por ejemplo— y los proyectos que no suscitaron discordia entre los congresistas, como la Ley del Día Nacional de los Idiomas Indígenas. Este decreto fue promulgado con 110 votos sin discusión en el pleno.

De enero a noviembre, para anotarse una victoria, el oficialismo encontró un respaldo ambivalente y discontinuo por parte del resto de los diputados. Plaza Pública agrupó las 389 votaciones que representaron disputas o negociaciones de poder en 26 fechas, según sucedieron en el hemiciclo. En promedio, el 55 % de los legisladores coincidió con el criterio de Semilla, pero en ciertas jornadas, la concordancia se disparó hasta el 94% y en otras, se desplomó hasta el 11%.

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Fernando Bon, director ejecutivo de la Alianza por un Congreso Eficiente, añade que el apoyo inestable hacia Semilla en el primer año de la legislatura demuestra que no existe una coalición oficialista en el pleno. A diferencia de la gestión anterior, que fue dominada por la bancada Vamos, asegura que no hay una alianza perdurable que pueda actuar como aplanadora para impulsar o bloquear leyes.

«Que el oficialismo logre una dinámica como a la que estábamos acostumbrados antes es irreal. No vemos acuerdos por meses, sino solo por sesiones o decretos incluso. Solo vi un intento de alianza en enero y febrero», subraya.

El día en que los parlamentarios convergieron con el bloque semillista en mayor medida fue el 22 de octubre, cuando el pleno reeligió con 150 votos a Nery Ramos como presidente del Legislativo. Semilla impulsó la candidatura.

La jornada en la que el oficialismo y la oposición discreparon con más fuerza fue el 7 de marzo, con la ampliación de Q70 millones al presupuesto anual de la Asociación Nacional de Bomberos Municipales Departamentales (Asonbomd). El bloque del Gobierno rechazó la propuesta por dudar del «destino final» del dinero.

Con esos altibajos, el análisis de Plaza Pública muestra indicios de qué podría motivar a ciertos legisladores a votar en línea con Semilla en algunos momentos.

El 71% de los congresistas —en promedio— confluyeron con la posición oficialista los días en que debatieron decretos relacionados con el manejo del dinero gubernamental: el 13 y el 27 de agosto y el 26 de noviembre.

La tercera sesión con el mayor porcentaje de acuerdo entre ambos grupos, por ejemplo, ocurrió el 26 de noviembre, cuando el pleno dio luz verde al presupuesto público de 2025 y se recetó un cuestionado incremento de salario.

«Si hay recursos, un diputado va a tener una solicitud de dónde quiere fondos y con eso se pueden negociar apoyos. Es lógico ver ese pico en noviembre», comenta Bon.

La segunda sesión con más consenso fue el 6 de febrero, la jornada en la que los funcionarios validaron con 128 votos la Ley de Tarjetas de Crédito. En ese momento, todavía estaba cohesionada la coalición que Semilla formó en enero con la facción de la UNE liderada por Adim Maldonado, para configurar la Junta Directiva del Congreso y garantizar la toma de posesión del presidente Arévalo.

El pacto comenzó a fracturarse a partir de marzo, con la aprobación del incremento de fondos para la Asonbomd. Antes de eso, Semilla había logrado alinear a otros bloques para ganar sus primeros pulsos políticos, entre los cuales estuvo una medida simbólica para reconocer a la ciudadanía por «defender la democracia» en 2023.

El sociólogo Luis Mack comenta: «El Congreso históricamente se ha movido por dinero y esta vez no parece ser la excepción. Esto, no obstante, puede incentivar la corrupción y las redes clientelares en el ámbito local. Habrá que ver qué hace el Ejecutivo para que estos recursos que posiblemente se usaron como monedas de cambio lleguen a donde tienen que llegar».

Relación entre e intra bancadas

A lo largo del año, algunas bancadas apoyaron a Semilla con menor ímpetu que otras. De todas, Vamos es la que menos estuvo de acuerdo: en promedio, el 33% de estos congresistas compartieron las decisiones del bloque oficialista.

Así como el resto del Congreso, la relación entre Vamos y Semilla fue volátil. Sin embargo, hubo dos votaciones en las que las coincidencias entre ambos bandos parlamentarios fueron nulas. Se trata del decreto para aumentar el presupuesto de la Asonbomd, en febrero, y la Ley Temporal de Desarrollo Integral, en agosto.

Aunque está fisurado en al menos tres alas, el partido del expresidente Alejandro Giammattei empezó y terminó el año como la principal fuerza de oposición hacia Semilla. Algunos de sus diputados torpedearon varios de los planes oficialistas en el hemiciclo: en marzo, por ejemplo, reclamaron ante la CC que la mesa para estudiar la Ley de Competencia era «ilegal».

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De acuerdo con la revisión que hizo Plaza Pública, Vamos recibió un respaldo promedio del 51% por parte del resto de los legisladores, es decir, de un poco más de la mitad del Congreso. Las dos agrupaciones que consiguieron más apoyo fueron Cabal y la UNE, con el 64% y el 62%, respectivamente.

El exdiputado Alejos Cámbara señala que estas cifras confirman a las dos últimas bancadas como las bisagras necesarias para ganar pulsos políticos en la décima legislatura.

Así lo explica: «Estos partidos pueden mover la balanza porque tienen más liderazgo. Sus decisiones son determinantes e intuyo, por ejemplo, que ellos hacen que no pasen las reformas a la Ley Orgánica del Ministerio Público que Semilla propuso en mayo —para remover a la fiscal general Consuelo Porras de su cargo—».

La correspondencia de los votos entre la UNE y de Semilla sufrió una caída entre mediados de febrero y agosto, después de aliarse a inicios de año para asegurar la investidura de Bernardo Arévalo.

El primer distanciamiento significativo entre ambos bloques —con una diferencia de votos del 20%— se produjo el 13 de febrero, cuando el pleno decidió integrar las cuatro comisiones legislativas que estaban pendientes. El oficialismo quería dirigirlas, pero no pudo porque la personería jurídica de su partido estaba suspendida en ese entonces. Para la segunda semana de enero de 2025 afrontaba la misma situación legal.

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Desde ese día, Semilla coincidió más con la UNE que la UNE con Semilla. A juicio de Bon, de la Alianza por un Congreso Eficiente, el respaldo dado por los uneístas fue menor por las divisiones internas del bloque.

En la agrupación existen al menos dos facciones: una comandada por Teresita de León, hija de la expresidenciable Sandra Torres, y otra por Adim Maldonado, excongresista del desaparecido FCN-Nación.

«No hay consenso entre la misma UNE, lo que ha ocasionado que cada diputado decida cómo moverse», menciona Bon.

Según el análisis de Plaza Pública, Semilla es la cuadrilla legislativa en la que menos diputados «deciden cómo moverse» de forma independiente y sin tomar en cuenta la posición predominante en el grupo. En promedio, el 87% de los parlamentarios oficialistas adoptaron la postura de la mayoría de sus compañeros en cada proceso de votación.

Aunque la coherencia de la bancada fue alta en la elección de las altas cortes, en este proceso que transcurrió en octubre hubo divergencias. Las congresistas Brenda Mejía e Ivana Luján incumplieron el patrón de votación que Semilla pactó con otros bloques minoritarios, según un reportaje que este medio divulgó el 21 de noviembre.

Después del ala oficialista, las bancadas Cabal y UNE son las más «disciplinadas». La primera, en promedio, registró un 80% de coherencia de votos a lo largo del año y la segunda, un 73%.

Vamos, como rostro de la oposición, es la más atomizada: solo el 67% de sus congresistas vota en el mismo sentido que elige la mayor parte de los legisladores. Algunos de los eventos que generaron más fisuras en el antiguo partido oficialista fueron la elección de la Junta Directiva en enero, el visto bueno de la ampliación presupuestaria del Ejecutivo en agosto y la aprobación de la Ley de Competencia en noviembre.

Alejos Cámbara recalca: «Los fraccionamientos le juegan en contra a cualquier bancada porque provocan que el líder solo pueda negociar con algunos de los votos. Lo ideal es que sea con todos».

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En el año inaugural del gobierno de Arévalo hubo diputados que no les interesó votar con sus bancadas ni de forma separada. En promedio, en los 389 enfrentamientos políticos que estudió Plaza Pública, hubo 29 parlamentarios que no votaron, ya sea porque presentaron una licencia, no acudieron al hemiciclo o simplemente optaron por no marcar una preferencia en el tablero.

El ausentismo estuvo en sus mínimos en la toma de posesión, en enero, y en el proceso de elección de las cortes, en octubre. Durante la sesión del 26 de noviembre, cuando el Congreso aprobó el presupuesto público de 2025, hubo 11 diputados que no participaron en los procesos de votación.

La bancada que integró a más congresistas ausentes en las batallas políticas fue Vamos, que también es la más numerosa en esta legislatura. En promedio, 10 de los 39 miembros del bloque no figuraron en las rondas de votación examinadas para este reportaje.

Los cinco parlamentarios más ausentes en los 389 momentos de deliberación fueron Juan Carlos Rivera, de Victoria; Nery Rodas, de Cabal; Shirley Rivera, de Vamos; Teresita de León, de la UNE; y César Augusto Amézquita, de Viva.

Rivera, Rodas y Amézquita forman parte de la Junta Directiva del Congreso. El representante de Victoria ocupa el primer lugar en esta lista porque no acudió al hemiciclo el día de la elección de los magistrados de apelaciones —cuando sucedieron 320 de las pugnas tomadas en cuenta en este ejercicio—.

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Alejos Cámbara opina que Semilla cerró de manera «satisfactoria» su primer año como fuerza oficialista en el Legislativo, pero Mack es más crítico. Este último señala que, aunque la posición semillista haya salido beneficiada en tres de cada cinco contiendas en el hemiciclo, el saldo solo alcanzó para «victorias pírricas».

A criterio del sociólogo, la reforma a la Ley Contra la Delincuencia Organizada es el mejor ejemplo. El 26 de noviembre, los diputados avalaron que este código legal, que el MP de Consuelo Porras utiliza para solicitar la cancelación del partido oficialista, no pueda ser empleado contra organizaciones políticas.

La disposición entró en vigor el 7 de diciembre. Dos días antes, el juez Fredy Orellana y la Fiscalía Especial Contra la Impunidad (Feci) presionaron al Tribunal Supremo Electoral (TSE) para que disuelva a la agrupación política de Bernardo Arévalo. Los magistrados aún no resuelven el caso.

«[Los diputados de Semilla] no cuentan con una alianza que los respalde. Solo reciben apoyo cuando logran que los intereses sean parecidos. La reforma, en lugar de detener al MP, impulsó más la persecución. Logran leyes, pero el panorama político no cambia», argumenta Mack.

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