Técnicamente se denomina circunscripción 1 CE1 (departamento de Guatemala) y se fija el salario mínimo para las actividades no agrícolas en Q122.40 diarios, equivalentes a Q3,723.05 mensuales. El Acuerdo prescribe que el salario debe aplicarse por hora y pagarse los ajustes necesarios.
La brecha salarial con respecto a los Estados Unidos de América es evidente, dado que el salario mínimo federal en ese país se sitúa en 7.25 dólares por hora. Esta disparidad explica, en parte, por qué muchos jóvenes trabajadores, especialmente quienes se dedican a actividades como el servicio, la albañilería o el transporte, aspiran a emigrar al norte, lo que muestra, por supuesto, una magnitud mucho mayor de demanda de trabajo.
[frasepzp1]
El tema del empleo y los salarios ha ganado notoriedad recientemente, en parte debido a los comentarios mediáticos de la actual presidenta de la República Mexicana, Claudia Sheinbaum. Basándose en datos de la comisión salarial de ese país, actualizados al 29 de diciembre pasado, se compararon los salarios mínimos en América Latina. En este análisis, el caso guatemalteco destaca, ya que el salario mínimo de los trabajadores urbanos, al convertirlo a dólares, resulta incluso superior al de sus pares en la Ciudad de México. Una nota de Heidi Loarca en Diario La Hora así lo ilustra.
La magnitud del salario en Guatemala está inflada, en buena parte, por la apreciación sobredimensionada del quetzal frente al peso mexicano. Este factor es un componente clave del sustento ideológico y teórico de las políticas monetarias, cambiarias y crediticias del país. Estas políticas encumbran la estabilidad de la moneda como parte de un tipo de cambio sin movimientos devaluatorios, que se consideran lógicos en la medida en que la inflación se mantiene controlada.
Desde una perspectiva macroeconómica y académica, tanto Guatemala como México enfrentan enormes desafíos en términos de productividad, competitividad, industrialización, empleo y demás. En el caso mexicano, expertos han señalado que décadas de políticas liberalizadoras y populistas han generado distorsiones significativas, drenando la capacidad adquisitiva y limitando el empleo.
Para nadie es un secreto que México, a pesar de sus considerables brechas de pobreza y atraso frente a Norteamérica anglosajona, ha recuperado en tiempos recientes cierta dignidad y avanza hacia un Estado de derecho que, con todos sus bemoles, supera la corrupción y mediocridad que predominan en Guatemala. No digamos en materia de políticas sociales, principalmente las aplicadas en el denominado Gobierno 4T (de la cuarta transformación), de Andrés Manuel López Obrador.
Según los colegas economistas de la UNAM y columnistas del prestigioso diario La Jornada, México resulta ser un excelente punto de referencia para analizar en escala ampliada la situación en América Central. Enfoquémonos hoy en las necesidades básicas:
Luis Hernández Navarro, coordinador de la sección de opinión en La Jornada, publicó recientemente una columna sobre la frágil soberanía alimentaria mexicana. Subraya que el país importa la mitad de los granos básicos que consume su población, una realidad preocupante que comienza a reflejarse también en Guatemala. Aquí, el Ministerio de Agricultura y el de Economía han abierto amplios contingentes de importación para productos como frijol negro, maíz amarillo, entre otros.
Hernández analiza la cuestión agraria mexicana desde la contrarreforma constitucional de 1991, en pleno auge del neoliberalismo, que permitió la venta de tierras ejidales, contradiciendo principios fundamentales de la Constitución de 1917. México, que antes era autosuficiente en la producción de insumos agrícolas, ahora depende de importaciones de semillas, fertilizantes y granos básicos, principalmente provenientes de Estados Unidos. Todo ello potenciado a través de la vigencia de los muy estudiados Tratados de libre comercio.
El columnista destaca: «Exportamos (principalmente a EU), cerveza, tequila, aguacate, berris y hortalizas, y compramos maíz, arroz, frijol, ¡azúcar!, soya (segundo importador estadunidense de la oleaginosa a escala mundial), sorgo.». Este panorama ilustra que, incluso con la Cuarta Transformación, las políticas públicas no plantean cambios sustanciales para sustituir importaciones y enfrentar reformas estructurales.
Además, debe señalarse el alza en el precio de la tortilla, un tema que, en México, ha provocado importantes protestas populares a lo largo de su historia. Actualmente, este incremento se debe, entre otras causas, al monopolio que ejerce la transnacional MASECA, la cual domina el mercado tanto en México como en Guatemala. ¡Y eso, a pesar de que en México existe una ejemplar Comisión Federal de Competencia!
Tan solo con estos elementos, podemos imaginar lo que ocurre en nuestra región con el agrarismo, que expulsa de forma constante a migrantes del campo hacia la ciudad, contribuyendo a la precarización del área metropolitana. Esto, a su vez, impacta directamente en la capacidad adquisitiva del quetzal, que enfrenta retos significativos. Analicemos estos desafíos para concluir esta columna e iniciar el año 2025 con nuevas inquietudes que abordar y especificar.
El gasto de bolsillo en salud no tiene comparación con el mexicano. Es sabido que muchas personas viajan a Tapachula o Ahuachapán únicamente para adquirir medicamentos. En cuanto al agrarismo, ninguna Constitución Política en Guatemala —excepto la de 1945, anulada en 1956— ha garantizado los requerimientos mínimos para la economía campesina. Además, el tema del gasto de bolsillo en salud refleja las limitaciones de la cobertura de la seguridad social, que enfrenta innumerables obstáculos. En Guatemala, esta cobertura suele interrumpirse por la naturaleza estacional de ciertos trabajos, como en la albañilería, o precarizarse debido a la proliferación de empleos a tiempo parcial.
Todo esto repercute en la política salarial y el empleo, temas profundamente vinculados a las políticas económicas y sociales. El análisis comparado entre Centroamérica y la complejidad de América del Norte resulta clave para identificar la necesidad de nuevas políticas exteriores y comerciales, así como de perspectivas renovadas para nuestro mercado interno. ¡Cuidémonos, entonces, de caer en la simplicidad al comparar realidades socioeconómicas tan distintas!
Más de este autor