Entre mayo y octubre de 2017, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en coordinación con la Secretaría de Bienestar Social (SBS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), desarrolló la Encuesta de Hogares de Movilidad Humana en Guatemala, cuyo objetivo era generar información sobre los menores migrantes no acompañados retornados y sus familias. Con base en el principio del interés superior y en el afán de no revictimizar, se entrevistó únicamente a la persona encargada del menor retornado en los dos centros de recepción de niños migrantes no acompañados de la SBS: Albergue Casa Nuestras Raíces (Quetzaltenango) y Casa Nuestras Raíces (capital).
Esta encuesta reveló que la mayoría de los menores no acompañados que ingresaron en este período son adolescentes entre los 14 y los 17 años de edad (93 %), en su mayoría hombres (76.6 %) y pertenecientes al pueblo maya (68.7 %). La mayoría de los menores migrantes viajaba a Estados Unidos (71.0 %). Sin embargo, el 28.9 % reportó que buscaba establecerse de forma temporal o permanente en México. El 99 % de los menores retornaron a los mismos domicilios en los que vivían antes de migrar. Los principales departamentos de origen señalados fueron San Marcos (27.8 %), Huehuetenango (24.1 %), Quiché (13.2 %), Quetzaltenango (6.9 %) y Petén (3.2 %). Por otro lado, los datos de la OIM, basados en las estadísticas de la SBS, detallan que un total de 4 328 menores no acompañados retornaron en 2017, el 92.9 % procedente de México y el 7.1 % de Estados Unidos. De estos menores, el 73.3 % eran niños y el 26.3 % niñas, en su mayoría originarios de los departamentos de San Marcos y Huehuetenango.
¿Qué motivó a estos menores a migrar? Según los resultados de la encuesta, los tres principales motivos de migración fueron mejorar condiciones de vida (74.9 %), reunificación familiar (46.5 %) y búsqueda de trabajo (36.7 %). Estos datos reflejan dos características de la migración actual guatemalteca: 1) la situación económica precaria, que obliga a la población guatemalteca, incluso a la más joven y vulnerable, a migrar para buscar mejorar las condiciones de vida de sus familias, y 2) la etapa avanzada en la cual se encuentra la migración internacional guatemalteca. Muchos de estos menores no acompañados tienen un familiar en Estados Unidos o en México que ha migrado previamente y cuyas redes pueden facilitar su inserción en el país de destino.
Sin embargo, la piel se eriza cuando vemos los datos que muestra la encuesta en relación con la realidad educativa y laboral de estos menores. Según este estudio, el 92.5 % de los menores migrantes no acompañados retornados a Guatemala trabajaban (de forma remunerada o no remunerada) antes de emprender la ruta migratoria. Y el porcentaje es levemente mayor para las niñas que para los niños. Además, el 91.9 % de los niños y el 90.5 % de las niñas no cumplen con la escolaridad mínima esperada para su edad. Estos datos deben interpelar al Estado de Guatemala, que invierte muy poco en los niños y adolescentes del país. Según datos del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi), en 2013 el Estado costarricense invirtió un promedio diario de USD 4.91 por cada niño o niña, mientras que el guatemalteco solo invirtió un promedio de USD 0.69 diarios por cada niño o niña.
En 2014, la llamada crisis de menores no acompañados alertó a las autoridades estadounidenses y centroamericanas de la necesidad de atender la realidad de los niños migrantes desde los países de origen. A partir de ese momento surgieron diversos planes y estrategias, por ejemplo el Plan de la Alianza para la Prosperidad del Triángulo del Norte. Sin embargo, ninguno de estos planes funcionará sin el compromiso auténtico de los Gobiernos de la región y sin una mayor y mejor inversión en niños y adolescentes. Mientras se siga ofreciendo una educación bancaria y sin pertinencia, mientras no existan oportunidades de empleo en condiciones dignas y mientras no se atienda la realidad de violencia, pobreza y corrupción, seguirán saliendo cada vez más menores guatemaltecos en busca del sueño americano. Como señala Valeria Luiselli [1] en su recomendable libro Los niños perdidos (un ensayo en cuarenta preguntas): «No es tanto el sueño americano en abstracto lo que los mueve, sino la más modesta pero urgente aspiración de despertarse de la pesadilla en la que muchos de ellos nacieron».
Fragmento de mural en La 72, hogar refugio para personas migrantes en Tenosique, Tabasco, México. Fotografía de Lizbeth Gramajo.
Inversión del Estado guatemalteco en niños y adolescentes. Fuente: Icefi (2016).
[1] Escritora mexicana que trabajó como intérprete en la Corte Federal de Estados Unidos apoyando a niños, niñas y adolescentes solicitantes de asilo a completar el cuestionario. Esta tarea le permitió conocer la realidad de los menores migrantes centroamericanos y a escribir este conmovedor ensayo.
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