A diferencia de otras alarmas causadas por coronavirus catalogadas como epidemias, como el SARS (síndrome respiratorio agudo severo) en el 2002 y el MERS (síndrome respiratorio agudo de Medio Oriente) en el 2012, esta epidemia fue notificada rápidamente a la OMS, institución que ha elogiado la transparencia en la notificación en comparación con años anteriores, cuando la alerta fue retrasada por China
Esto se puede calificar como un avance en el proceso científico de identificación, pero calificar un virus como epidemia, enfermedad, etcétera, por región significa una posterior marginalización e incluso puede llevar a crear etiquetas que se conviertan en racismo. Sin embargo, en áreas remotas vulnerables a la desinformación, al acceso fácil a redes sociales con cuentas informales y a redacciones con lenguaje que deliberadamente causa pánico, el virus difícilmente será llamado por el nombre científico y se identificará más bien por sus supuestos portadores y por el daño que provocan.
Ante la alerta nacional por coronavirus, y en relación con las personas retornadas de Corea en el occidente de Guatemala —quienes actualmente se encuentran en cuarentena—, según el jefe del distrito de Cajolá, Quetzaltenango, las poblaciones acuden a los puestos de salud pensando que el coronavirus es una enfermedad mortal proveniente de China, donde se construyó un hospital en diez días como respuesta; que el ministerio en Quetzaltenango solo cuenta con 2,000 mascarillas; que apenas hay cobertura, y que, por lo tanto, en Guatemala es inminente y catastrófica la venida de este virus aunque aún no haya casos reportados.
Pongámonos en contexto. Estamos en Guatemala, donde la pobreza extrema en 2017 —según datos de la ONU— llegó al 83 % y se sufren las consecuencias de la inseguridad alimentaria, que de forma normalizada afecta a poblaciones indígenas, históricamente despojadas de sus tierras y desplazadas al altiplano, donde la capacidad de producción de alimentos es menor. Esta situación deja un vacío no solo en el bolsillo de las familias, sino en el acto vital de comer.
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Según el Ministerio de Salud, en 2018 hubo un total de 11,849 casos de desnutrición crónica reportados en menores de 4 años y 12,477 con desnutrición aguda, lo cual aumentó de forma exorbitante en 2019, a 166,832 casos en el primer rubro y 15,324 en el segundo. Y en el caso de las enfermedades no transmisibles en adultos, la hipertensión arterial ha ocupado el primer lugar con 169,955 casos reportados en 2018 y 184,232 en 2019. En segundo lugar está la diabetes, seguida por el asma y la insuficiencia renal crónica, entre otras enfermedades que en su mayoría son secundarias a la obesidad y al sobrepeso, que a su vez son consecuencia de la inseguridad alimentaria, aún más alarmantes por números que la posibilidad de una epidemia de coronavirus, ya que afectan al 61 % de la población en edad productiva (según datos del Ministerio de Salud y del censo de 2018).
En cuanto a otras morbilidades, como enfermedades transmitidas por vectores, el dengue lleva la delantera con 50,311 casos en 2019. Por otro lado, la mortalidad materna, aunque ha disminuido de 153 casos (2000) a 105 (2018), sigue teniendo una baja respuesta por parte del sistema de salud ante la epidemia de niñas menores de 19 años embarazadas, cuyo riesgo de muerte es mayor. Entre los accidentes, la violencia de género, la catástrofe en los sistemas alimentarios, etcétera, nuestro sistema de salud, débil, de respuesta lenta, carente de crecimiento frente a las demandas de la población y con una reducción de presupuesto anual, deja al país en la imposibilidad de mitigar y ser resiliente ante emergencias mundiales, sin poder atender otros problemas profundos que la población en general desconoce o ha normalizado.
Sin embargo, si lo anterior es desmoralizante, sabemos que estamos ante una alerta nacional, que el coronavirus afecta en su mayoría a los extremos de la vida (ancianos y menores de 5 años), que su índice de mortalidad para adultos entre 15 y 50 años es de 0.2 % y que aumenta con la edad o si existen enfermedades cardiovasculares y diabetes, entre otras. Con lo anterior se puede llegar a la conclusión de que nuestra mayor amenaza no es en sí el virus, sino la vulnerabilidad a la que se expone la mayor parte de los guatemaltecos por un sistema de salud deficiente.
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Esta vulnerabilidad que no hemos sido capaces de resolver debería cuestionar el pánico social a nivel mundial, creado con un lenguaje persuasivo para contagiar el miedo y el rechazo a personas y productos de origen asiático, con lo cual se ha paralizado la economía china.
No está de más mencionar, como bien se indica aquí, que se trata de China, una posible primera potencia económica mundial, enfrentándose a la imponencia del imperio por excelencia: Estados Unidos. Es decir, tres virus desconocidos que inician su viaje por los seres humanos como huéspedes y que en dos ocasiones brotaron en China y provocaron pánico mundial. Recordemos que este es un sistema geopolítico que les permite a estas potencias tener intereses y acceso a la acumulación de poder económico, proceso que convierte a las poblaciones empobrecidas en sus campos de batalla. Además, no olvidemos que la medicina occidental corporativa beneficia a farmacéuticas y que, una vez iniciada la epidemia, los contratos millonarios por vacunas, medicinas, mascarillas, etcétera, son un hecho.
Entonces, ¿quién se beneficia y quién se perjudica? Sin menospreciar la importancia de las precauciones, como la higiene de las manos y la adecuada promoción de la salud, aumentar el acceso al agua para el lavado de manos y a la alimentación es imperativo si se quiere disminuir los riesgos de muerte y los gastos nacionales que no podemos sustentar. Además, debemos vigilar la rendición de cuentas del actual gobierno para evitar fugas económicas e intereses políticos en medio de un escándalo distractor. Para lograrlo, los oídos sordos y los lenguajes mediáticos escandalosos no son la respuesta. ¿Estaremos dispuestos a cambiar el paradigma del sistema económico para atender urgentemente las epidemias, la escasez y la vulnerabilidad que este mismo sistema genera?
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