El día 5 de mayo, una publicación del escritor y músico Fredy Figueroa (Aquí Figueroa) evidenció las carencias del lugar habilitado para recibir a las personas retornadas de México y Estados Unidos por vía terrestre. Ubicado a dos kilómetros del parque central de Coatepeque, Coatexpo se utiliza como salón de usos múltiples durante la Feria de Verano.
Algunas mesas de plástico se apilan bajo los árboles. Policías y militares se suman al panorama. Al fondo, el segundo estadio más grande de Guatemala contrasta con la primera impresión. Para protegerse, el personal lleva únicamente mascarillas.
Durante las entrevistas realizadas, tanto el portavoz de la Municipalidad como el representante de la Conred inician sus intervenciones resaltando que Coatexpo, debido a la falta de recursos físicos, era un centro de recepción y traslado, no un albergue. Mientras tanto, una comisión del Consejo Nacional de Atención al Migrante de Guatemala (Conamigua) se toma fotografías. En un tuit publicado el 8 de mayo desde la cuenta oficial del Conamigua se dice: «Entrega de algunos productos de limpieza a los administradores del albergue provisional ubicado en Coatepeque».
La incoherencia en los discursos comprueba que las autoridades no tienen certeza de sus propias responsabilidades. Además, las últimas decisiones tomadas por el Gobierno demuestran falta de capacidad ejecutiva en medio de la crisis. El espacio empezó a funcionar el 20 de abril gracias a una reunión sostenida por el Centro de Operaciones de Emergencia (COE). En ella, el Ministerio de Salud solicitó el uso del salón. Asimismo, el gobernador de Quetzaltenango declaró que las acciones preveían descongestionar el centro recreativo Atanasio Tzul.
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Sin embargo, el desabastecimiento de alimentos y de equipo de protección personal ha provocado que la Municipalidad tenga que asumir un gasto que no le corresponde. Hasta el momento se cuenta con muy poca información sobre los fondos destinados para atender la pandemia. Lastimosamente, Coatepeque no es una realidad particular, sino más bien una de las tantas grietas que dejan entrever las ruinas de un sistema colapsado mucho antes de la llegada del coronavirus.
Una extraña tensión envuelve el ambiente. De pronto un grito surge de la nada y rompe el hilo de la conversación: «¡Lárgate de aquí!». El lenguaje de sus ojos sufre un cambio repentino. Bastan unos segundos para que el delegado de la Conred nos aclare que se trata de Fredy Figueroa, un personaje difícil de tratar, según su versión, y que incluso intimida al personal de Salud y amenaza a las fuerzas de seguridad con quitarles el arma. ¿Por qué los militares tienen contacto con él? En teoría, uno de los objetivos es el aislamiento total.
Al preguntar por el número de personas que habían estado allí, se nos informa que no se cuenta con datos exactos, pero que andan por los 500 casos. Idealmente, permanecen entre 24 y 48 horas. Practicado el hisopado, una avioneta transporta las pruebas a la ciudad capital. Debido a la demanda excesiva, la estancia puede extenderse por cinco o más días. Si los resultados son negativos, se les conduce a sus comunidades de origen, donde se espera que no sean rechazados.
Hace algunos años Nicanor Parra escribió: «Creemos ser país, y la verdad es que somos apenas paisaje». Quizá una metáfora que retrata a la perfección el no albergue situado en Coatexpo. Víctor Salazar, portavoz de la comuna, confiesa con preocupación que, de manera extraoficial, tiene conocimiento de una cantidad considerable de guatemaltecas y guatemaltecos retenidos en Tapachula, México. De ser cierto, ¿quién se hará cargo de la alimentación de estas personas? Mientras Alejandro Giammattei se toma fotografías con donantes del sector privado, la población se organiza para brindar algunos tiempos de comida. A consecuencia de la crisis económica, estos actos de solidaridad se vuelven cada vez más escasos. Es urgente tomar cartas en el asunto y evitar una catástrofe mayor.
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