El peso que esta erogación adicional tiene en el presupuesto familiar tiende a llevar a números rojos la frágil economía de muchos hogares. La gravedad del asunto ha llegado a tal nivel que ha comenzado a surgir un nuevo "producto financiero" en el mercado: los préstamos para el arranque (del ciclo escolar). En otras palabras, para hacer viable su aspiración de proveer a sus hijos e hijas educación "de calidad", muchas familias acuden a la opción de endeudarse de manera recurrente para financiar asuntos que son, supuestamente, un derecho ciudadano: la salud y la educación.
Esta columna no pretende minimizar el hecho que para más de 8 millones de guatemaltecos, esta preocupación simplemente no existe, pues al pertenecer a los estratos socioeconómicos con más carencias (bajo y bajo extremo, según el Índice de Estratificación Social desarrollado por el PNUD) o utilizan los servicios públicos educativos o simplemente, no estudian, quedándose totalmente al margen de cualquier oportunidad de movilidad social.
Como haré frecuentemente a lo largo del 2013, hoy quiero concentrarme en este segmento de la sociedad que conforma las denominadas "capas o estratos medios". En general, conocemos poco de ellos, aún cuando representan cerca del 41% de la población total (casi 5.8 millones de personas). Las mediciones sobre pobreza los clasifican como "no pobres", porque estadísticamente hablando, tienen capacidad al menos de financiar una canasta de bienes y servicios que incluye más que los alimentos. De estos 5.8 millones, el grueso –4.4– corresponden al estrato "medio bajo".
Apenas 1.4 millones de personas constituyen lo que PNUD denomina "estrato medio" a secas. En la cúspide de la pirámide social, aparecen 400,000 guatemaltecos más que este Índice logra captar, que serían los pertenecientes al estrato socioeconómico alto del país. Estos tres segmentos de la población (medio bajo, bajo y alto) apenas si han sido objeto de estudio todavía en nuestro entorno.[1] Poco sabemos acerca del papel que están jugando en la dinámica del desarrollo y la gobernabilidad, aún cuando de ellos se nutre el funcionariado público, los empleados de las empresas, la academia y la política. ¿Cómo evitan caer al abismo de la pobreza, en una sociedad y una economía que ofrecen tan pocas garantías a sus ciudadanos, y donde el propio Estado es el que amenaza con vulnerar la poca institucionalidad existente para la protección social, como acontece nuevamente en estos días con el IGSS?
Los mercados, en cambio, les conocen mucho mejor. Saben que históricamente, más que buscar la unión para reivindicar derechos ciudadanos comunes, los estratos socioeconómicos medios tratan de diferenciarse a toda costa de aquellos bajo el umbral de la pobreza, y también entre sí. De esa cuenta, la oferta privada de servicios educativos (y la de salud) se segmenta también conforme a la capacidad de pago del cliente, reproduciendo la percepción de "sociedad-estanco" donde sus habitantes no logran ponerse de acuerdo sobre un mínimo destino común que satisfaga medianamente a todos. Próximas entregas intentarán adentrarse en estos temas y sus efectos para las políticas públicas y la gobernabilidad.
[1] En 2012, el Banco Mundial publicó un estudio regional sobre clases medias (www.bancomundial.org/es/.../crecimiento-clase-media-america-latina). En Guatemala, un esfuerzo reciente de perfilar las capas medias lo ha hecho Edelberto Torres-Rivas con su "Edificio de cinco pisos". El equipo del Informe Nacional de Desarrollo Humano del PNUD Guatemala, desarrolló el Índice de Estratificación Socioeconómica y lo ha aplicado ya a algunos de los análisis contenidos en tres Informes. La metodología de cálculo del Índice y sus componentes puede consultarse en los INDH (2005, 2007/2008 y 2012).
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