Había asistido a una fiesta de largo aliento, en la que se había tomado algunos tragos, aunque él mismo aclara que dejó de tomar una hora y media antes de salir de regreso a su casa. Lo acompañaban su esposa y uno de sus hijos, cuando una patrulla de la Comisaría 13 lo detuvo. Le hicieron una prueba de aire espirado y concluyeron que su nivel de alcohol en la sangre era ligeramente superior al permitido. En correspondencia con esta falta, Font fue detenido y llevado ante un juez.
Estuvo en la carceleta de Tribunales por más de 12 horas, hasta que la jueza recibió su declaración y le fijó una fianza. El caso continuará en tribunales posteriormente, y allí el periodista podrá presentar todas sus pruebas y argumentos de descargo, como corresponde en el debido proceso. Es importante aclarar que el caso judicial que se le sigue es una falta a la Ley de Tránsito, muy diferente a la comisión de un delito.
Quisiera hacer algunas reflexiones a partir de este acontecimiento, no sin antes dejar constancia de que Juan Luis Font es mi amigo y una persona que quiero y respeto mucho. Aclaro esto en apego a la transparencia, aunque mis observaciones las hago con la mayor objetividad posible.
Primero, como individuos, debemos ser conscientes de la responsabilidad de conducir bajo efectos de licor. Sin tratar de justificar a Font, me pregunto cuántos de nosotros hemos salido de una fiesta o cena con unas copas de más. No hace falta estar borrachos para dar positivo en la prueba de alcoholemia. Dos cervezas o una copa y media de vino son suficientes para que la tasa de alcohol en la sangre sea superior a 0.5 miligramos por litro (mg/l) o para que la de alcohol en aire espirado sea superior a 0.25 mg/l. En nuestras sociedades somos muy permisivos con el consumo de alcohol y tenemos poca conciencia de los riesgos de conducir bajo su efecto.
Segundo, Juan Luis compartió con unos 20 privados de libertad un cuarto inmundo de escasos seis metros de largo por dos de ancho, sin ventilación ni condiciones mínimas de higiene. Un amigo me dijo que un país no se distingue solo por los problemas que tiene, sino por la forma en que los resuelve. Acá en Guatemala nos regocijamos al ver a los reos padecer miserias en nuestras cárceles. Creemos que deben purgar sus delitos no solo siendo privados de su libertad, sino también sufriendo abusos y vejaciones. Que se revuelquen en sus heces y orina. Que no puedan caminar o dormir por falta de espacio. Que no coman. Que sufran. No entendemos que en una cárcel el único derecho que se restringe es la libertad de locomoción.
Tercero, si cometes una falta o si eres sospechoso de cometer un delito, debes ponerte a disposición de las autoridades judiciales para ser sometido a los procesos que correspondan. Juan Luis ha reconocido públicamente su error y se ha sometido al proceso judicial como cualquier otro hijo de vecino. Una lección de humildad que deberían aprender personajes como Arzú, Jimmy Morales o los treinta y tantos padres de la patria que tienen proceso de antejuicio. En vez de excusarse detrás de declaraciones de no gratos contra quienes ejercen la justicia, de alegatos de falsa soberanía o incluso de pasajes bíblicos citados a diestra y siniestra, todos, absolutamente todos, deben someterse a la justicia. Nadie debe estar por encima de la ley: ni un periodista ni el presidente ni el alcalde ni el diputado. Todos deben rendir cuentas por sus actos.
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