Es la tarea más aterradora y desconcertante que he tenido en mi vida. Le he dado vueltas a mi pasado, he analizado mi niñez y observo el mundo que me rodea con ojos críticos tratando de preparar las herramientas para que María sufra, aprenda, ame y viva mejor que yo.
Para muchas personas, preparar el nido es arreglar una habitación. Para mí ha sido escribir varios diarios durante mi embarazo, leer mucho, tratar de descubrir mis demonios más profundos y darles paz o al menos aprender a ...
Es la tarea más aterradora y desconcertante que he tenido en mi vida. Le he dado vueltas a mi pasado, he analizado mi niñez y observo el mundo que me rodea con ojos críticos tratando de preparar las herramientas para que María sufra, aprenda, ame y viva mejor que yo.
Para muchas personas, preparar el nido es arreglar una habitación. Para mí ha sido escribir varios diarios durante mi embarazo, leer mucho, tratar de descubrir mis demonios más profundos y darles paz o al menos aprender a controlarlos, valorar a mi pareja y a su familia, apelmazar a nuestra familia, que es una familia reconstruida. En fin, una serie de ajustes que me han dado tranquilidad.
Y en estos nueve meses, de forma paralela, siempre han estado mis amigos. Esa familia que durante 30 años escogí y que el tiempo me ha ayudado a afianzar. Mis amigos son pocos, contados con los dedos de una mano, pero cada uno es una serie de historias y experiencias únicas.
Este sábado nos reunimos para celebrar la venida de María. Éramos cinco parejas, y cada uno le trajo un libro a esta bebé. Nunca imaginé que este evento social fuera a trascender tanto en mi corazón y me diera una lección tan especial.
La Biblia y el Quijote de la Mancha para niños, una hermosa historia sobre la marimba, otro sobre una mariquita valiente y aventurera, uno que explicaba la importancia de amarse a sí mismo y La señora Dalloway, de Virginia Woolf.
Los invitados escogieron sus libros con tiempo y detalle. Cada uno decía tanto de ellos mismos. Probablemente ellos no se dieron cuenta en el momento en que los compraron, pero al abrirlos todos pudimos ver un poco del corazón y de las intimidades de cada uno. Los libros son nuestras intimidades. Son esas historias que habríamos querido vivir, esos personajes con los que nos identificamos, los valores y las ideas sobre los cuales nos construimos.
Con el tiempo nuestros libros nos definen. Y con ellos pasa lo mismo que con los amigos: el tiempo nos hace reconocer cuáles trascendieron y cuáles fueron pasajeros. Probablemente mi hija nunca entienda por qué esos primeros libros fueron tan valiosos para mí. O quizá sí. Para mí esos libros son parte del nido para mi bebé. Ayudaron a darme estabilidad y seguridad antes de estas semanas llenas de incertidumbre.
A mi hija le deseo la capacidad de encontrar libros y amigos que la hagan vivir otras vidas, que la acompañen en el tiempo y la ayuden a comprenderse y a sostenerse cuando el mundo pierda sentido.
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