Llora sangre

Llora sangre, que una madre desnaturalizada se atreva a renegar de su propio hijo por razones de sexo. Y eso hicieron los presidenciables cuando, por ser condescendientes con la Iglesia, contestaron a las preguntas de planificación familiar de una forma ignorante e irresponsable.

Por muchos años hemos sido tolerantes y sumisos con el crecimiento de un pensamiento fanático religioso cargado de falsos valores deshumanizantes. Ese pensamiento se ha colado en las casas, las escuelas y los partidos políticos. Para ellos, la natalidad no es un verdadero problema social y sus consecuencias no les preocupan. Condenan a los educadores sexuales, los métodos de planificación sexual y la diversidad sexual como una lacra a perseguir por todos los medios. El sexo se convierte en tabú. En el símbolo del pecado, de las malas costumbres y la discordia social. Son los defensores de los valores morales que, como en la Edad Media, salen a cazar brujas que no existen.

Y llora sangre, porque los que fomentan la natalidad descontrolada condenan a niños inocentes a una muerte en vida. Los métodos anticonceptivos son perjudiciales o no tienen la confiabilidad suficiente. Pero seamos sinceros, los métodos naturales y la abstinencia han demostrado por más de dos mil años que no son efectivos. Que si dejamos a la libre voluntad el control del deseo sexual, lo normal es que nazcan niños, se reproduzcan enfermedades y se generen sufrimientos innecesarios.

Es terrible que gente educada, de la buena sociedad, se dedique a reproducir en foros públicos prejuicios en contra de los derechos humanos básicos. Es la misma gente que permite que nazcan los niños, pero que cuando ven las fotos de esos niños desnutridos o tirados en las calles con un disparo en la cabeza dicen “¡Qué desagradable! ¿No sé cómo permiten a los periódicos publicar estas cosas?”. Pues las publican, señores y señoras presidenciables, porque son la realidad de esa permisibilidad irresponsable de una natalidad incontrolada.

Esos señores y señoras de la buena sociedad condenan a los pobres a una salud reproductiva deficiente, mientras ellos cuando quieren se permiten usar hipócritamente la pastilla del día después. Porque seamos sinceros: aquí el aborto es ilegal solo para los pobres, los ricos se van tranquilamente a practicárselo a Miami. Sí, es malo. La interrupción del embarazo es mala. La píldora es mala. El sexo sin amor es malo. Pero si ponemos en una balanza lo malo. La irresponsabilidad paterna, que se practica de forma inmoral por parte de una sociedad que niega la sexualidad, eso sí que es malo. Eso sí que llora sangre.

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