El Partido Verde se enfrenta a un viejo dilema político: optar entre principios e intereses. Lo realmente sorprendente es ver a los Verdes despedazándose desde su interior, justamente por la incapacidad para decidir si los fines justifican los medios en el mundo de lo concreto, la política.
No conozco a nadie que diga que no tiene principios fuertes. Tampoco conozco a nadie que siempre haya sido consecuente con los principios que dice tener. Esto es especialmente claro en política, donde los principios se enfrentan a los intereses.
Un buen político alguna vez me aclaró el punto: "¿Usted quiere tener la razón o ser efectivo?" Sin duda para obtener muchos logros en política es necesario negociar. El problema es simplemente: ¿qué tanto se negocia y en qué punto se traza una línea que no se traspasa?
Aunque lo anterior parece claro, el conflicto entre principios e intereses es bastante más complejo. Así, cuando la gente tiene más de un principio (y todos tendemos a creer que tenemos bastantes) los conflictos pueden surgir entre principios. Por ejemplo, Israel alega tener tres principios fundamentales:
- Ser una democracia
- Ser un Estado judío y
- Buscar su seguridad a toda costa.
Estos tres principios son contradictorios: cualquier Estado religioso o étnico limita la democracia de los otros, los cuales terminan siendo ciudadanos de segunda clase. La búsqueda de seguridad en el corto plazo debilita la del largo plazo, porque crea enemigos entre aquellos que subyuga para lograr su seguridad.
Estados Unidos por otro lado ha tenido conflictos muy grandes entre sus intereses económicos (proteger las fuentes de petróleo) y su meta de promover la democracia. En el Medio Oriente sacrificó sus principios democráticos y para garantizar el suministro de petróleo apoyó a gobiernos autocráticos. Hoy Israel, que siempre se jactó de ser la única democracia en la región, teme que los países árabes se vuelvan democráticos, y Estados Unidos teme que esas posibles democracias restrinjan el suministro del petróleo.
En casa
En Colombia el gobierno de Álvaro Uribe definió como principio guía la "seguridad democrática", sin darse cuenta o sin reconocer que eran dos principios que podían tener aspectos conflictivos entre sí. En efecto, subrayó la seguridad de una parte de la población. El resultado fue positivo para éstos, en cuanto a su seguridad en el corto plazo, pero mientras tanto se deterioró la democracia y en el mediano plazo la seguridad misma.
Los Visionarios - fracción mockusiana del Partido Verde - están enfrentando algo parecido: aceptar el apoyo de Uribe a la candidatura de Peñalosa puede asegurar su elección a la alcaldía de Bogotá, pero esto traicionaría sus principios y en el largo plazo, perderían.
La aceptación de la preponderancia de los intereses sobre los principios puede ser razonable cuando los principios no son absolutos y los intereses buscan el beneficio social. Es decir, cuando la persona acepta que pueda haber otros principios tan buenos o mejores que los remplacen y cuando los intereses no son simplemente individuales. Por eso es posible que por ejemplo, un economista pueda cambiar su apoyo a un determinado modelo económico, cuando considere que otro podría dar mejores respuestas a una situación en concreto.
Una línea que no se traspasa
Para los Visionarios, sin embargo, el tema de la corrupción no es transable: toda su credibilidad se basa en seguir luchando contra ella. La principal contribución de los Visionarios ha sido su énfasis en la necesidad de crear controles sociales a los comportamientos individuales antisociales y destructivos. La corrupción surge cuando estos controles son débiles y su crecimiento genera un círculo vicioso que debilita aún más los controles existentes. Una vez que la corrupción se acepta socialmente como algo normal, como una forma razonable de lograr las metas buscadas, el número de personas dispuestas a practicarla aumenta exponencialmente.
Un poco embarazados
Bien puede ser, como dice el inefable señor Nule, que la corrupción sea inherente al ser humano. Es decir, que todo ser humano busca su beneficio. Sin embargo, desde el mito de Caín y Abel, el papel principal de la sociedad ha sido controlar esos instintos "innatos" que no permiten la convivencia razonable. En Colombia las instituciones han fracasado en la función de establecer controles sociales efectivos a comportamientos socialmente destructivos. Es por esta razón que los Visionarios no pueden aceptar una alianza con Uribe, cuyo gobierno permitió un crecimiento notable de la corrupción.
Lo anterior me recuerda un viejo chiste contado por los ancianos en Santander hace unos sesenta años: en un pueblo vivían un gamonal y un joven bobo. Un día el gamonal llamó al bobo y le pidió: "muchacho, necesito que por favor se case con mi hija". El bobo le respondió: "perdone patrón, pero qué problema tiene". Su respuesta: "uno muy pequeño, un embarazo de dos meses".
La corrupción como el embarazo no se puede "reducir a sus justas proporciones". ¿Será que Uribe nos casó con un embarazo de quíntuples?
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