Acabo de pasar una semana de trabajo intenso en Medellín, durante la cual visité las comunas y tuve la oportunidad de escuchar a los moradores sobre sus vivencias y creencias, entrevisté a jóvenes “sanos” y “pillos”, inclusive a ex sicarios y criminales, a participantes en los programas de Paz y Reconciliación y de Fuerza Joven, además de altos funcionarios de esos programas, académicos y directivos de importantes organizaciones no gubernamentales involucradas en programas de asistencia a la juventud en riesgo.
Sobre la base de la información obtenida en esta visita es posible derivar varias conclusiones importantes:
- Primero, el consumo de drogas psicoactivas, especialmente marihuana y cocaína, está extraordinariamente extendido entre la población joven de las comunas, tanto entre miembros de los combos como entre el resto de la juventud. La directora de Fuerza Joven, por ejemplo, estima que 95 por ciento de los chicos y 80 por ciento de las chicas consumen drogas psicoactivas.
Los jóvenes entrevistados concuerdan en que la marihuana es consumida por todos los usuarios y la cocaína por casi todos ellos. Esto es cierto aun entre los jóvenes que participan en grupos opuestos a la violencia, muchos de los cuales están buscando opciones distintas de la de sumarse a los combos violentos, mediante diversas expresiones artísticas como la pintura (grafiti artístico), el baile y la música.
- Segundo, varios de los entrevistados coinciden en que la despenalización de la dosis personal –justificada sobre la base del derecho al “libre desarrollo de la personalidad” que garantiza la Constitución– fue el detonante del crecimiento del micro-tráfico, al condonar el consumo.
- Tercero, todos los entrevistados coinciden en afirmar que el control del micro-tráfico de drogas es la principal razón de la violencia entre los combos de jóvenes, ya que estos se enfrentan por el control territorial de las “plazas de vicio”.
Despenalizar el consumo, prohibir la producción
La pregunta que se plantea al mirar este cuadro es ¿cómo romper la relación consumo -micro-tráfico-violencia? Esto implica proponer iniciativas novedosas que, sin atacar la despenalización del consumo personal, permitan manejar la aparente contradicción que ésta ocasiona: despenalización del consumo sin despenalización del tráfico y de la producción.
Las iniciativas para despenalizar la dosis personal, así como aquellas que permiten el consumo de marihuana para usos médicos (ver Tabla 1), se enfrentan siempre al problema de cómo combatir la producción y el narcotráfico. En estas circunstancias, la solución general consiste en aceptar –legal o fácticamente– el consumo pero mantener la producción y el tráfico como hechos punibles.
Tabla 1. Opciones para la despenalización de la dosis personal
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Tipo de Medida
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Países
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El consumo se considera delito, pero no se penaliza (castiga) [1]
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Alemania y Países Bajos (Holanda).
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El consumo no se considera delito (en algunos casos hay medidas médicas)
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Argentina, Brasil, Colombia, España, Italia, Luxemburgo, México, Portugal, Republica Checa y Uruguay.
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Se permite el consumo de cannabis (marihuana) para usos médicos
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Canadá [2] Estados Unidos (Alaska, Arizona, California, Colorado, Distrito de Columbia (ciudad de Washington), Delaware, Hawái, Maine, Maryland, Michigan, Montana, Nevada, Nuevo México, Oregón, Rhode Island, Vermont y estado de Washington)
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Esta “solución” plantea, sin embargo, una contradicción en los términos: al ser ilegales la producción y el trafico, el consumidor queda situado en una zona gris en el momento mismo de adquirir su dosis mínima. Cuando alguien está en posesión de su dosis personal, mientras no la haya producido por sí mismo, necesariamente ha tenido que comprarla en el mercado ilegal. En otras palabras, mientras que el portador de la dosis personal no demuestre que la produjo, dicha posesión es evidencia prima facie de que cometió un delito, al participar en el comercio ilegal.
En el caso de la marihuana, algunos países han encontrado una solución intermedia, al permitir el cultivo casero en cantidades menores y de esta forma evitar que los usuarios se vean obligados a entrar en contacto con el micro-tráfico ilegal o con proveedores que operan en la clandestinidad.
Es el caso de Holanda, donde se permiten hasta cinco plantas; en Canadá desde el 2001 se permite la posesión y el cultivo para usos médicos, si un médico certifica que el paciente necesita usar la marihuana, y en Estados Unidos algunos estados permiten la posesión de plantas (ver tabla 2). La ciudad de Oakland, California, aprobó en el 2010 la producción masiva de marihuana.
Tabla 2. Reglamento sobre posesión de marihuana para usos médicos en Estados Unidos [3]
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Estado
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Año de aprobación
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Límites
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1. Alaska
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1998
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1 oz lista para su uso; 6 plantas (3 maduras, 3 inmaduras)
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2. Arizona
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2010
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2.5 oz lista para su uso; 0-12 plantas
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3. California
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1996
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8 oz lista para su uso; 18 plantas (6 maduras, 12 inmaduras)
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4. Colorado
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2000
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2 oz lista para su uso; 6 plantas (3 maduras, 3 inmaduras)
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5. DC
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2010
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2 oz de hojas secas
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6. Delaware
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2011
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6 oz lista para su uso
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7. Hawaii
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2000
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3 oz lista para su uso; 7 plantas (3 maduras, 4 inmaduras)
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8. Maine
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1999
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2.5 oz lista para su uso; 6 plantas
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9. Michigan
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2008
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2.5 oz lista para su uso; 12 plantas
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10. Montana
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2004
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1 oz lista para su uso; 6 plantas
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11. Nevada
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2000
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1 oz lista para su uso; 7 plantas (3 maduras, 4 inmaduras)
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12. New Jersey
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2010
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2 oz lista para su uso
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13. New Mexico
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2007
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6 oz lista para su uso; 16 plantas (4 maduras, 12 inmaduras)
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14. Oregon
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1998
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24 oz lista para su uso; 24 plantas (6 maduras, 18 inmaduras)
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15. Rhode Island
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2006
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2.5 oz lista para su uso; 12 plantas
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16. Vermont
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2004
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2 oz lista para su uso; 9 plantas (2 maduras, 7 inmaduras)
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17.Washington
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1998
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24 oz lista para su uso; 15 plantas
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Alternativa para el caso colombiano
Quisiera presentar una propuesta, que a pesar de ser lógica y razonable, no parecería viable en el campo de las drogas psicoactivas, minado por intensos sentimientos y prejuicios arraigados. Esta propuesta se enmarca dentro de los esfuerzos de disminución de daño, en este caso, el daño resultante de la violencia asociada con la producción y el tráfico de la droga.
La propuesta además trata de eliminar la contradicción entre la despenalización de la dosis personal y el hecho concreto de que el consumidor tenga que adquirir la droga ilegalmente. Esta contradicción se elimina si se despenaliza la producción de marihuana para el consumo personal.
Sin duda, tal despenalización no será fácil y requerirá estrictos sistemas de control. Por eso, solamente se pondría en marcha después de tener insumos de expertos y de los mismos usuarios, quienes deberían presentar proyectos factibles y sujetos a controles confiables.
La existencia dentro de las comunas de grupos de jóvenes comprometidos con sistemas pacíficos de expresión artística y de desarrollo comunitario ofrece un espacio que podría ser utilizado para esta clase de proyecto.
El sistema adoptado debería garantizar que la producción no vaya al micro-tráfico. Por eso, un factor clave que debe ser controlado estrictamente es el número de plantas por usuario. El proyecto debería explorar varias opciones, como los cultivos en las viviendas de cada usuario o posibles cooperativas organizadas por cada asociación de jóvenes. La alcaldía tiene programas, como Fuerza Joven, que actualmente trabajan en las comunas y que podrían actuar como fiscalizadores y garantes del cumplimiento estricto de la regulación que se acuerde.
El punto focal de una propuesta de este tipo no es aprobar el consumo de drogas psicoactivas, sino eliminar una fuente importante de la violencia que ha afectado a las comunas en los años recientes. Desde una perspectiva prohibicionista sería simplemente una forma de elegir el menor entre dos males. Desde un perspectiva no prohibicionista sería un avance hacia un mejor sistema de control de las drogas psicoactivas.
Aislar el consumo del micro-tráfico
Es posible que surjan fuertes objeciones a este tipo de política. La primera sería que viola las convenciones de Naciones Unidas [4], pero el punto quedaría obviado al declarar que los usuarios son adictos, es decir, enfermos a quienes los médicos recetarían la marihuana. Esto es lo que se ha venido haciendo en Canadá y los estados norteamericanos donde se permite el uso medicinal de la marihuana, este sí aceptado por las convenciones.
Es importante recalcar que esta propuesta no es original y que sistemas semejantes se han utilizado en el pasado, por ejemplo, durante el famoso período prohibicionista del alcohol en los Estados Unidos. Durante ese período era perfectamente legal producir alcohol en los hogares para el propio consumo.
En esa época surgió una floreciente industria de pequeños alambiques y de sistemas caseros de producción de vinos y de cerveza, que venían acompañados de instrucciones detalladas para la producción de bebidas alcohólicas en el hogar. La prohibición del alcohol buscaba acabar con los problemas asociados con el consumo del alcohol en bares y “saloons”, pero no en los hogares.
Mitigar el daño y reducir la violencia
La propuesta sobre la marihuana en las comunas de Medellín está inspirada en un propósito semejante al de los experimentos mencionados, pero tiene como foco atacar un problema mucho más grave que esos países nunca han tenido que enfrentar: la violencia asociada con el micro-tráfico y el dominio territorial de bandas paraestatales que socavan la legitimidad del Estado colombiano.
En otras palabras, el micro-tráfico en Colombia es hoy un problema mucho más grave que en Holanda o en Uruguay, por ejemplo, o de lo que fue el tráfico del alcohol durante la era de la prohibición en Estados Unidos.
Por eso es imperativo formular políticas innovadoras que ataquen simultáneamente las fuentes de violencia y las finanzas de las bandas paraestatales.
*Este artículo fue publicado originalmente en Razón Pública (www.razonpublica.com) con previa autorización.
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