En un texto anterior expuse cómo se crea y reproduce el imaginario de la vida migrante a partir de la transmisión de información, de expectativas y de la adquisición de prestigio comunitario. A ello se suma el reciente informe de la Comisión Europea sobre los factores aspiracionales del desplazamiento humano.
El informe se centra en los migrantes económicos, cuyo desplazamiento ocurre de manera voluntaria. En este sentido, debemos considerar con cuidado el aspecto voluntario de la migración, pues detrás de ello también hay factores estructurales que condicionan la movilidad humana o influyen en ella. Entre ellos figuran el mercado laboral y el sistema salarial de un país o región, que motivan a la búsqueda de mejores ingresos o de mejores perspectivas económicas y laborales.
Se consideran tres aspectos de la expectativa de migrar: el deseo de hacerlo, la planificación para ello y la preparación para el desplazamiento. De los tres, la planificación y la preparación son los elementos que indican intenciones concretas de emigrar.
Llama la atención que entre 2010 y 2015 un 30 % de la población mundial indicó tener el deseo de migrar, pero solamente el 1 % lo hizo. Además, no existe una correlación absoluta entre la insatisfacción con el ingreso y las probabilidades reales de emigrar. Así, por ejemplo, cuando se desglosa la información por área geográfica, se nota que en África y en Latinoamérica las personas satisfechas con su ingreso tienen más probabilidades de realizar preparativos para el desplazamiento.
Otro dato interesante es el perfil del emigrante. En general, aquellos que tienen intenciones concretas de salir son más jóvenes, especialmente en países con ingresos medios y bajos. En su mayoría son hombres, solteros y con redes o contactos en el extranjero.
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En cuanto a sus características socioeconómicas (escolaridad, ingreso y posición en el mercado laboral), existen diferencias según regiones. Los países de ingresos altos expulsan más personas con al menos educación secundaria, en tanto que los países con ingresos medios tienen más proporción de emigrantes con primaria o secundaria completa. Dicha proporción cambia en los países con ingresos bajos, donde los emigrantes son, en su mayoría, de baja escolaridad (primaria).
Cabe destacar que, en todos los países, la mayoría de la población emigrante está empleada, seguida de aquellos fuera del mercado laboral y, por último, de los desempleados. La proporción de personas con planes concretos de emigrar es mayor en la categoría de empleados en países de ingresos medios y altos. Dentro de la categoría de desempleados, la proporción de personas va decreciendo entre quienes desean emigrar, quienes planifican su salida y quienes realmente emigran, pues no cuentan con los recursos para hacer arreglos de viaje. No obstante, en los países de ingresos medios y bajos la proporción entre las tres variables se sostiene, lo cual puede indicar que cuentan con recursos adicionales a sus ingresos, tales como financiamiento de familiares o redes en el exterior, que facilitan su desplazamiento.
El ingreso promedio de las personas con intención de emigrar es, en general, mayor que el de la población total, especialmente en los países de ingresos medios y bajos. Lo contrario sucede en los países de ingresos altos, pues las personas que desean salir ganan menos en promedio que la población total. Es interesante notar que en todos los países emigran las personas con ingresos más altos, lo cual indica que solo aquellos con ciertos recursos pueden desplazarse internacionalmente, dados los costos que implica.
Estos datos nos muestran que persisten motivaciones para la migración tales como la búsqueda de empleo o mejores ingresos, que se conjugan con percepciones de bienestar de las personas. En este sentido, las políticas públicas en materia migratoria deberían considerar, además de factores estructurales y de derechos humanos, aquellos elementos que apelan a la idea de progreso y éxito de las personas y comunidades.
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