Haití posee una extraña duplicidad temporal en la que se conjugan misteriosamente pasado y futuro. Llegar, es retroceder cincuenta o sesenta años en el tiempo. Estar, es una premonición del futuro.
Esto es el estado terminal de una afección letal de la cual Guatemala expone todos los síntomas, aunque en distintos niveles de progresión. No hay cura sin reconocimiento ni aceptación activa. Cuando la negligencia es el lema, la ruina es la conclusión.
El dinero no lo es tod...
Haití posee una extraña duplicidad temporal en la que se conjugan misteriosamente pasado y futuro. Llegar, es retroceder cincuenta o sesenta años en el tiempo. Estar, es una premonición del futuro.
Esto es el estado terminal de una afección letal de la cual Guatemala expone todos los síntomas, aunque en distintos niveles de progresión. No hay cura sin reconocimiento ni aceptación activa. Cuando la negligencia es el lema, la ruina es la conclusión.
El dinero no lo es todo, amigo. Es absolutamente exiguo para cambiar los patrones culturales. Por eso creo que bien se haría en abandonar los asistencialismos pérfidos que inhabilitan la voluntad produciendo seres inertes, sin dignidad, seres que solamente existen durante los breves instantes en que reciben órdenes y dádivas.
Los habitantes de esta isla han caído en un pernicioso juego de permutas: la voluntad se canjea por dólares; la responsabilidad por dictadores; la soberanía por el confort de provechosas dependencias. Al final, la política es un baile de salón. Ciudadanos y foráneos intercambian sutiles y coordinados movimientos en coreografías montadas para atraer y mover sensibilidades colectivas. Todo parece estar confinado al mundo del entretenimiento mi querido Ramón. Producimos y vivimos mitologías específicas.
Douglas suele decir que Haití es destino de piratas, forajidos y santos. Aún no logro ubicar la categoría a la cual pertenezco -me parece más prudente pensar que soy de todo un poco-, pero sí puedo decirte que conocí pocos santos y que si a ellos me atengo deberán pasar al menos setenta años para que este país logre equilibrar mínimamente sus profundas asimetrías. Quienes han escuchado mi pensar, suelen alzar la ceja y tacharme de pesimista. Vano sería el esfuerzo por convencerlos de lo contrario. Esta realidad –¿o ficción?- hay que vivirla para creerla.
Todo parece moverse en sentido contrario -cuando se mueve-, aunque a decir por algunos científicos, caminar en sentido contrario, ayuda a pensar y aumenta la capacidad para tomar decisiones correctas. Si esto es verdad, nadie tendría por qué preocuparse y yo tendría que aceptar –alegremente- el error de mis vaticinios.
Mi misión humanitaria termina. Veo modestos indicios de recuperación física, pero la voluntad política se niega a abandonar las cavernas. Por eso Platón dejó Siracusa.
Mientras contemplo esta luna creciente, pienso en sus significados mágicos: crecimiento, recuperación, protección, curación, asimilación. Los recibo para mí, pero no puedo dejar de pensar en la renuncia del Primer Ministro, el autoritarismo del cantante, la anarquía, el egoísmo, los negocios sucios y los seis millones de personas que esta noche dormitarán zarandeados por el ingrato ronroneo del hambre.
Una sonrisa de luna,
Carmen
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