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Madres

Pero todavía debe el colegio de las hijas. Y la renta. Y a la señora que vende verduras en la esquina. Y la carne. Y al doctor que llega a ver a su mamá cuando está muy mala. Y el pan. Y su pantalón de lona.
Tipo de Nota: 
Opinión

Madres

13 de Mayo de 2012
Palabras clave

Cincuenta y siete minutos lleva Aura Marina esperando que la atiendan en la sucursal de la Empresa Eléctrica de Mega Centro. Eso, más las casi dos horas que le tomo el viajecito en tres camionetas, ya la tienen bastante malhumorada (“como la gran puta”, diría la propia Aura Marina), aunque al menos está sentada.

Pero las nalgas dormidas y calientes también son incómodas, aunque no lo sean tanto como tener los pies entumecidos y palpitantes, que de todas formas también le duelen por los taconazos amarillos que ya no se le ven tan nuevos. Se los estrenó hace algunos meses, para la fiesta de Katterin, su hija mayor. No le queda mucho tiempo: en un rato comienza su turno en el hospital.

Una gota de sudor le baja desde el fleco y le acaricia la oreja de enorme arete morado. Se la seca con dos dedos...

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