Migrar para abrazar la identidad
Migrar para abrazar la identidad
España es otro destino de migración para los guatemaltecos. Principalmente para aquellos en busca de formación académica. A pesar de que en los últimos años ese país ha endurecido sus condiciones migratorias, todavía son muchos los guatemaltecos que viajan. Entre ellos Flor de María Pérez Tzaquitzal que, del otro lado del mar, recuerda sus raíces mayas y narra la vida de los migrantes estudiantes.
A veces me pregunto cómo habría sido vivir fuera de Guatemala en la época de las cartas y los telegramas, cuando no existía el internet y las redes sociales no te hacían partir tu presencia en tantos pedazos. Tal vez en ese entonces desligarse era más fácil, poner una pausa a tu relación con el país y concentrarte en tu nuevo hogar; o, por el contrario, tal vez el silencio y la distancia se convertían en un mayor anhelo para los que partían.
En mi caso, los esfuerzos por desconectarme siempre han sido vanos. Llegué a España en septiembre de 2016. La Unión Europea me becó para estudiar una maestría en Investigación y Comunicación en la Universidad de Valladolid. Aunque suene trillado, creo que lo más importante de vivir lejos de casa es el aprendizaje personal. Y no solo hablo de lo que puedas encontrar en una universidad extranjera, sino de lo que logras al salir de tu zona de confort, conociéndote mejor y admitiendo tus errores y capacidades.
La Embajada de Guatemala en España comparte una cifra aproximada de 10 mil guatemaltecos viviendo en este país europeo, la mayoría como trabajadores y residentes legales. Muchos estudiantes que llegan por estancias cortas ni siquiera se registran, por lo que esta cifra debe ser mayor y fluctuante. Tampoco de los migrantes ilegales existe un estimado, aunque según Tekandi Paniagua, director de Comunicación del Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala, no se puede considerar que haya un flujo importante de migración ilegal de guatemaltecos en España. Esto debido a que la entrada a Europa tiene requisitos estrictos, además de ser un lugar lejano al que se puede acceder solamente por avión; por el contrario, el riesgo que se corre para llegar a España ilegalmente es mucho menor que para Estados Unidos, por ejemplo, refiere Paniagua.
El idioma y la identificación cultural hacen de este país un buen destino para continuar con los estudios. Existe una oferta diversa de cursos, maestrías y especializaciones en el ámbito público y privado, cuyo costo puede ser más económico que en otros países de Europa o Estados Unidos. También se pueden obtener becas de los programas que siguen apoyando a los países en vías de desarrollo pese a la crisis económica europea.
Mi primera experiencia viviendo fuera de Guatemala fue en 2013. Admito que entonces tuve dudas sobre cómo me tratarían en el extranjero, si encontraría fascistas en las calles que me atacarían por mi aspecto o si estaría al nivel de mis compañeros de curso y de las circunstancias que implican adentrarte en una nueva cultura. Esas inseguridades que se te pueden adherir en un país como Guatemala, donde las mujeres indígenas y nacidas en el área rural, tenemos que vencer las barreras que nos impiden educarnos y tener una carrera profesional.
Pensaba en los episodios de discriminación que me había tocado vivir en diferentes etapas de mi vida, en las veces que se reían de mi apellido Tzaquitzal, porque “tan raro”, que prefería omitirlo; en mi silencio ante los “chistes” racistas de mis conocidos o cuando en una camioneta de la capital a mi casa en Totonicapán, una mujer me preguntó cuánto cobraba por hacer los oficios domésticos y no creía que yo era estudiante, entre otras experiencias de este tipo, que han hecho que me tachen de exagerada, resentida o susceptible.
Pero el haber sido seleccionada como representante de Guatemala para hacer un curso de periodismo en Madrid, me daba confianza. Si me habían elegido era porque creían en mi capacidad y en mi trabajo y eso me motivaba a tener más fe en mí y en lo que podía llegar a ser. Aceptar esa beca fue un salto a lo desconocido. Renuncié al trabajo de periodista que había tenido durante siete años y a la estabilidad económica que implicaba, incluso perdí la indemnización que me hubiera servido para hacerme un patrimonio. Dicen que en la vida hay momentos realmente determinantes. Creo que irme fue uno de esos momentos.
En este entonces mis compañeros becados fueron 19 periodistas de toda Latinoamérica, pero en la pasantía que realicé en un medio online todos eran españoles. Esa mezcla de orígenes me sirvió para comprobar lo equivocados que pueden ser los estereotipos y las etiquetas que les ponemos a las personas por su nacionalidad; por ejemplo, viví con dos brasileñas con caracteres y personalidades muy diferentes, que no se la pasaban bailando samba y que tampoco les gustaba el fútbol. Mis compañeros del periódico no eran abusivos y malhumorados como me habían dicho que eran todos los españoles, algunos tenían un tono de voz fuerte y eran muy directos para decir las cosas, lo que podría pasar por un regaño. Cuando viajas, platicas con los demás y tratas de entender los lugares que conoces, te das cuenta de que las personas compartimos sentimientos, problemas y anhelos, que somos complejos en nuestra individualidad y que siempre retamos a la colectividad, que podemos encontrar gente maravillosa o nociva en cualquier lugar del mundo y de cualquier color de piel.
[frasepzp1]
Estas vivencias interculturales fueron el punto de partida para el proyecto de investigación de mi carrera actual. En él me propuse estudiar la difusión de estereotipos de las poblaciones indígenas latinoamericanas en la comunicación digital, concentrándome en los blogs de viajes, por su probable influencia en la creación de imágenes de culturas ajenas. Los análisis demostraron que los blogs de Latinoamérica contenían más términos peyorativos, racistas y paternalistas que los blogs españoles, todo lo contrario a lo que había esperado al inicio de la investigación.
Presentar estos resultados y tratar de darles una explicación lógica ha sido difícil. Cierto que se trata solo de un análisis, pero para mí es una muestra de las sociedades sistemáticamente desiguales y racistas de Latinoamérica. No quiero decir que en Europa no existan estos problemas, porque sí los hay y afectan profundamente a los grupos minoritarios y menos favorecidos, incluyendo los migrantes y ahora a los refugiados; pero en contraste, también tienen muchos espacios multiculturales, abiertos a la diversidad, el intercambio de conocimiento y la convivencia.
Cada vez más dificil
El interés por España entre los guatemaltecos tuvo mucho que ver con las facilidades migratorias que este país ofrecía. La Ley Orgánica sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros en España y su Integración Social (conocida como Ley de Extranjería) y el Convenio de doble nacionalidad con Guatemala son las herramientas para que los guatemaltecos obtengan una residencia legal y la nacionalidad española. Obtener un trabajo no era tan difícil para un extranjero. Sin embargo, a raíz de la crisis económica de 2008 las cosas cambiaron.
Ahora con tasas de desempleo que han ido de 20% a 17%, la mayoría de empresas prefiere contratar primero a españoles, lo que deja en clara desventaja a los inmigrantes, especialmente si son ilegales. Incluso si un guatemalteco se graduó en España deberá enfrentar una fuerte competencia con ciudadanos europeos que generalmente están altamente cualificados.
Las dificultades en el campo laboral son evidentes para Jorge Mario de León, licenciado en Informática y Sistemas de la Universidad Rafael Landívar de Quetzaltenango. De León, de 25 años, vive en Barcelona desde 2016 y trabaja en informática en una empresa. “Mi plan inicial era viajar tres meses para conocer a la familia de mi novia que es de Barcelona. Ya trabajaba a distancia con una empresa de Madrid, así que solo pedí permiso de trasladarme. Luego las condiciones me permitieron quedarme y conservar mi trabajo. Esto fue bastante afortunado porque en España hay mucha demanda laboral en el campo de la informática y el pago puede ser menor que en Guatemala”, explica de León. Por el contrario, en el ámbito académico ha encontrado oportunidades de estudio innovadoras y proyectos de especialización a los que no podría acceder en Guatemala. Así que además de las razones sentimentales, su permanencia en España se ha debido a un crecimiento personal y profesional. “Esta experiencia me ha servido para ampliar mi visión del mundo y para aprender de los demás. Tampoco niego que a pesar de lo caro que puede ser vivir aquí, que hasta te asustas al hacer la conversión de euros a quetzales, disfruto de la calidad de vida y de unos servicios básicos que vale la pena pagar, algo de lo que carecemos en Guatemala”, refiere.
Para José Antonio Serrano, originario de Quetzaltenango, la puerta de entrada a España fue un intercambio de estudiantes de Arquitectura de la USAC y una práctica de restauración de monumentos en 2003, cuando tenía 23 años. “Pude quedarme gracias a mi deseo de estudiar música de forma profesional y al apoyo de mi novia, que conocí entonces”, explica Serrano. Su estancia coincidió con la regularización de extranjeros del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, en 2005, que le dio el estatus para obtener diferentes trabajos y estudiar en el Conservatorio Superior de Salamanca. Actualmente vive en Alcalá de Henares, Comunidad de Madrid; trabaja como maestro de música y estudia un máster en el mismo tema. Después de años de residencia, Serrano obtuvo la nacionalidad española.
Ver adentro desde fuera
El crecimiento personal y el entendimiento de otros contextos y realidades han sido consecuencias favorables de la experiencia de vivir en el extranjero, coinciden los entrevistados. Sumergirse en un sistema educativo más exigente, con maestros y compañeros de diferentes países y con historiales académicos competitivos, es un reto que permite potenciar y apreciar las propias cualidades.
El interés por Guatemala, un país del que por lo general se sabe muy poco, aumentó en los últimos años con acontecimientos como el juicio por genocidio a Efraín Ríos Montt o la renuncia de Otto Pérez Molina. Así que me ha tocado hablar mucho sobre Guatemala, dejando claro que comparto un punto de vista apegado a mis experiencias y a mi visión de las cosas; que si le preguntan a otro guatemalteco, podría decirles cosas muy diferentes y hasta contradictorias. Así descubrí que pueden existir muchas Guatemalas (como pueden haber varias Españas) y que la mía podía doler mucho, pero estaba llena de vida y por lo tanto, de esperanza. Creo que estar lejos me ha ayudado a sentirme menos frustrada que en mis años de periodista, porque aunque los intentos de desconectarme de las noticias fueron vanos, la distancia y el intercambio de experiencias con personas de diferentes partes del mundo, me han ayudado a aceptar el panorama oscuro, pero también a identificar y valorar factores positivos como las movilizaciones sociales, los esfuerzos por la memoria histórica, los procesos judiciales, las resistencias pacíficas, la protección del ambiente y el trabajo de tantas personas brillantes y comprometidas que no son indiferentes a la situación del país y que lo han mantenido a flote.
“Es cierto que hay racismo en España” dice Juana Margarita Guerrero, estudiante del doctorado en Estado de Derecho y Gobernanza Global, en Salamanca. “Me tocó manejar dos o tres malas experiencias en este sentido, pero no más que el que vivimos a diario en Guatemala, en nuestra Guatemala tan multicultural y multiétnica, pero al mismo tiempo tan desigual y racista. Y para ser justa, fueron más las experiencias positivas y no puedo juzgar a la mayoría por unos pocos”.
Guerrero también destaca la diferencia entre vivir en un país sin altos índices de violencia. “He disfrutado la tranquilidad de poder ir por la calle, sola o acompañada, a la hora que me dé la gana y con la ropa que quiera, sin sentir que me van a asaltar o violar, sin que me lancen miradas lascivas ni vulgaridades de acoso. Extrañaré muchísimo la gran cantidad de actividades culturales, las bibliotecas públicas y universitarias abiertas en horarios que jamás imaginaríamos en Guatemala, los espacios públicos tan bien aprovechados como los parques, plazas, ciclovías, centros recreativos, piscinas limpias y un transporte seguro y de buena calidad. Todo lo que podríamos tener en Guatemala si existiera una verdadera voluntad política y, sobre todo, sensatez y sentido común”, opina.
Abrazar mi identidad
En este proceso también ha sido importante la confirmación de mis raíces a través de los espacios para hablar de los pueblos indígenas, especialmente de los k’iches y los tz’utujiles, de donde desciendo, y el compartir nuestra riqueza cultural y social con personas verdaderamente interesadas en ella. Todo esto lo comencé a hacer hasta que salí del país, porque antes estaba demasiado ocupada en no confrontarme y encajar en una parte de la sociedad que se empeña en anular la riqueza de nuestra diversidad y meternos a todos en el saco de los “buenos chapines”, junto a la bandera, la selección de fútbol y la cerveza Gallo.
Abrazar mi identidad también ha significado reconocer mis privilegios, desde el tener padres que se preocuparon por educarme y darme todo lo que les permitían sus posibilidades, incluyendo la libertad y la capacidad de elegir mi propio camino, hasta la ayuda de instituciones que me han becado para seguir mi preparación académica. Sé que para la mayoría de mujeres indígenas estas opciones son pocas o nulas. Pienso en las mujeres de mi familia, en mis vecinas o en mis amigas de la infancia que solo pudieron llegar a sexto primaria, algunas ni siquiera a eso, porque estaban destinadas a trabajar o ser amas de casa. Pienso en ellas y en las niñas de hoy y en las que vienen y estarán condenadas al mismo olvido y discriminación. Creo que nos corresponde a las que sí hemos tenido oportunidades, abrir espacios para ellas. Sería la forma ideal de retribuir y seguir aprendiendo, esta vez dentro de casa, en el espacio que siempre nos ha correspondido.
Más de este autor