¿El coronavirus provocará en 2020 200 millones de contagios y matará a 400,000 personas a nivel mundial? Probablemente no. Es más probable que eso lo haga la malaria. Entonces, ¿enfermará a un millón de niñas y niños y matará a 250,000? Tampoco. Eso se espera de la tuberculosis. Entonces, ¿la solución es una vacuna? Tal vez, en el mediano plazo, pero en 2018 murieron 140,000 personas de sarampión pese a que existe una vacuna efectiva. ¿Y es posible reducir el riesgo? Sí, existen algunas medidas de prevención, pero el riesgo seguirá existiendo, como en los accidentes de tráfico, que en 2018 provocaron lesiones serias a 50 millones de personas y mataron a 1.3 millones.
¡Menos mal! ¿Y por qué tanto escándalo? En realidad, la covid-19 es una amenaza con una dimensión objetiva expresada en contagios, muertes y costos humanos y económicos que trascienden a la economía global. Pero, como en otros riesgos, existe una dimensión subjetiva que nos genera sesgos cognitivos importantes. Así, los riesgos conocidos tienden a ser subestimados, y arriba mencioné algunos que son apenas una parte de los riesgos globales importantes que ignoramos cotidianamente. Por citar tan solo un ejemplo, existen plantas nucleares en California [1] que tienen un riesgo similar al de la planta de Fukushima en Japón, pero, después de muchos años, los californianos posiblemente se preocupen más por las elecciones del 2020, la economía o el coronavirus.
¿Y en Guatemala sucede algo parecido? Sin duda, toda vez que los riesgos están diferenciados por la clase, la etnia, el sexo, la edad y otros factores que también determinan la exposición a una o más amenazas. Por ejemplo, estamos expuestos a la contaminación de casi todas las fuentes de agua, con múltiples efectos en la salud y el ambiente, pero, siendo un riesgo conocido, tendemos a subestimarlo.
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También nos parecemos a otras sociedades en nuestra pésima capacidad para inferir el futuro e ignorar la estadística, pero ese es otro tema. Lo importante en este caso es que la amenaza del coronavirus es real y que deberíamos tener algo de coherencia para tomar con la misma seriedad la mortalidad maternoinfantil, los accidentes en el trabajo, las muertes por VIH-sida o la incidencia de enfermedades crónicas como la diabetes, que se pueden prevenir siempre y cuando dejemos de venerar el libre mercado y el Estado intervenga para regular ese y otros riesgos.
Entonces, ¿la covid-19 es o no es una amenaza importante en Guatemala? Sí, lo es, pero el riesgo percibido incorpora una diferencia importante: este coronavirus no es solo una enfermedad de gente pobre y marginada, ya que hasta ahora puede afectar a personas con poder económico sin que exista vacuna o tratamiento que les garantice la protección adicional a la que están acostumbradas. Asimismo, el coronavirus puede tener un período de incubación de hasta 14 días, durante los cuales se puede transmitir la enfermedad, y su tasa de mortalidad puede estar entre el 2 y el 4 % de los casos confirmados. Finalmente, aunque los pobres lleven la peor parte, la covid-19 tiene el potencial de impactar la economía y los intereses oligárquicos. Por lo tanto, la atención global y local a esta pandemia guarda relación con la forma en que las élites perciben el riesgo.
Espero que no lleguemos a los peores escenarios, pero, sin importar lo que ocurra, debemos mantener las demandas por que el Estado asuma sus funciones democráticas brindando salud, educación y seguridad. Y para el efecto el Estado debe recaudar más impuestos de forma progresiva. Con parches, limosnas y ahorritos no vamos a salir de la precariedad actual. Y esta potencial crisis de salud puede servir para visibilizar el problema completo que tendemos a ignorar.
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[1] Acerca del riesgo de accidente nuclear, se pueden encontrar publicaciones en uno y otro sentido, pero resulta esclarecedor que, después del accidente de Fukushima (2011), el Gobierno alemán decidiera abandonar la energía nuclear, de modo que cerró de inmediato las plantas más peligrosas y programó el cierre de las restantes para esta década. Una decisión con semejante impacto político y económico no se toma sin evaluar objetivamente el riesgo.
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