En eso parecieran tener razón los que, enervados por sus dogmas mal aprendidos y peor repetidos, lanzan cualquier cantidad de disparates e hiperbólicas alabanzas. Estos deberían ser días para el silencio y la reflexión. Para empezar el viaje en el tiempo e ir descombrando y comprendiendo de regreso, el camino que nos tiene donde nos tiene. No hay otra manera.
El olvido dicen algunos, que ya pasó sentencian, con un aire de cinismo que me cuesta entender. Ni siquiera puedo imagi...
En eso parecieran tener razón los que, enervados por sus dogmas mal aprendidos y peor repetidos, lanzan cualquier cantidad de disparates e hiperbólicas alabanzas. Estos deberían ser días para el silencio y la reflexión. Para empezar el viaje en el tiempo e ir descombrando y comprendiendo de regreso, el camino que nos tiene donde nos tiene. No hay otra manera.
El olvido dicen algunos, que ya pasó sentencian, con un aire de cinismo que me cuesta entender. Ni siquiera puedo imaginar lo que una afirmación como esa puede causar en los afectados directamente. Puede que al final yo también esté enredado en mis propios dogmas, en mis propias ideas y simplemente no sea capaz de reconocer que el olvido también es una opción.
Habrá que recurrir a la ciencia y a la psicología para que nos lo expliquen. Pero intuyo cuáles podrían ser las respuestas. También podríamos revisar otras realidades parecidas. Alemania por ejemplo. Y puede que en ese caminar por la historia, el origen de nuestros espíritus tensos, violentos y prestos al improperio, no lo encontremos ahí y tengamos que seguir indagando más lejos aún. Pero el ejercicio hay que empezarlo. Esta sociedad violenta no es producto de alguna combustión instantánea que se resuelve “eliminando a los malos”. Es mucho más complejo, de eso estoy seguro.
En todo caso, repito, estos son días para guardar silencio y reflexionar. Pero que no se confunda mi planteamiento de guardar silencio como el de quedarse callado ante esta cotidianidad de aires enrarecidos y tensas dialécticas verbales. En absoluto no. Solo digo que las víctimas merecen si no nuestro apoyo, por lo menos sí que nuestro silencio.
La historia se escribe en momentos como estos. Puede que en el futuro se intente matizar como se ha intentado en Chile en estos días, cambiando los términos que se enseñan en las escuelas. Puede que ni siquiera llegue a los textos escolares locales. Pero así como hace años, tan solo era una posibilidad el que se juzgara un delito de esta naturaleza y aún con todo el polvo que levanta el tema desde las distintas trincheras ideológicas; la historia implacable ha llegado. A los viejos Generales y a la misma historia del país. El sistema judicial ha aceptado un juicio por genocidio. Para el general de turno una suerte de epitafio para su larga trayectoria e incidencia en la vida política y social del país.
Para los ciudadanos de Guatemala, la oportunidad de reflexionar e intentar comprender que no es ninguneando los pocos casos que llegan a plantearse ante un juez tan solo porque no estamos de acuerdo ideológicamente, lo que hará que se reduzcan los altísimos niveles de impunidad. Ni descalificándolos de las maneras más absurdas ni mucho menos quemando pirotecnia en las afueras de un tribunal. No, esos no son los caminos. El sistema judicial nos ha enseñado uno. No cabe duda, nos hace falta mucho por aprender.
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