El presidente Otto Pérez Molina no era un abolicionista en campaña e incluso tuvo una relación, digamos, cómoda, con algunos narcos financistas. Pero le hizo caso a un outsider como su entonces secretario de Planificación, Fernando Carrera, a quien promovió como Ministro de Exteriores. Ahora Guatemala está en el centro del debate mundial por algo propositivo. Me parece que OPM lo tomó como bandera por pragmático, sabiendo que eso le daría oxígeno a nivel internacional.
Me gustaría preguntarle en una entrevista si tiene conciencia de que zarandeó al planeta planteando a la desideologización de un debate, invitando a los poderosos y a los débiles a poner evidencias científicas sobre la mesa alrededor de un tema que causa tantas muertes y perversión cultural en el mundo. Me refiero a la perversión del narco, donde todo vale por el dinero y poder. Y a la perversión del poder estatal que usa muchas veces la guerra antidrogas para meter presos a los jóvenes pobres.
Con este pragmatismo, Otto Pérez y Fernando Carrera colocaron a la dignidad de las personas en el centro de una política pública.
No obstante, en la misma Cumbre en la que Guatemala debería ser el centro de las fotos, salió OPM abanderando el no-debate, la no-desideologización, la no-colocación sobre la mesa de las evidencias científicas, la no-inclusión de la dignidad de las personas como centro de una política pública, en los casos del aborto terapéutico y del respeto legal a los gays.
Planteó que Guatemala debería retroceder medio siglo al cuestionar la legitimidad del aborto terapéutico. Si es un promotor del debate, de la circulación de ideas, de los argumentos con evidencias científicas, ¿por qué no lo plantea también? El aborto no es una circunstancia que nadie quiera, nunca. ¿Pero qué hacemos, para no ir muy lejos, con las violaciones? ¿Qué hacemos con las miles de niñas violadas embarazadas? ¿Cerramos los ojos? ¿Qué hacemos con los casos de embarazos con malformaciones que ponen en riesgo la vida de la madre? ¿Al panteón? ¿O al panteón en vida? Yo prefiero debatir pensando en la dignidad de la vida.
O los derechos de los homosexuales. No vayamos tan lejos, pero por qué no ponemos en el debate que puedan tener los mismos derechos de IGSS o herencias. ¿A quién, por Dios, hace daño que un guatemalteco o una guatemalteca pueda heredar sus propiedades al amor de su vida, sea hombre o mujer? Aquí no estoy hablando de adopciones entre gays, de derecho a decidir interrumpir un embarazo en las doce semanas, de la soberanía, no, nada de eso. Es solo un mínimo de poner en el centro de las políticas públicas y de la moral de la sociedad la dignidad de las personas. ¿Se puede con pragmatismo?
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