¡No más justicidio!
¡No más justicidio!
Sería cínico de mi parte no reconocer cuán cutre pareciera que mi primera columna oficialmente de vuelta en esta Plaza Pública que tanto quiero sea precisamente una casi casi en blanco. Pero tiene su razón: no me queda de otra que sumarme a esta iniciativa (aunque con el nombre ligeramente más realista), principalmente porque comulgo con la causa y, en segundo lugar, porque aprecio enormemente el esfuerzo colectivo y la (seguramente fugaz) unión —pero unión al fin— entre columnistas de distintas posiciones, que vaya si no es algo extraordinario.
Me preocupa, sin embargo, que esto que ahora estamos llamando con el pegajoso nombre de justicidio nos hiciera reaccionar hasta que ya era demasiado obvio, ridículamente obvio, de hecho. O sea, cuando ya lo teníamos lastimándonos el culo. Y es que ni modo: considero que todos los ciudadanos con un mínimo de interés y decencia debemos no solo desear, sino exigir de forma manifiesta que se repitan desde el inicio los procesos de postulación para las magistraturas en las cortes de apela...
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