Podría resultar bizantino discutir cuál de los dos catalanes tiene la razón; unánimes manifiestan que se trata de mudanzas inéditas. Desde hace más de dos décadas asistimos a la creación de un nuevo entorno económico, social, político, cultural y educativo. Viejas maneras y conceptos para explicar el mundo entraron en crisis. Las formas de intervención política, diplomática, militar y cultural experimentaron un giro sustantivo, teniendo como pivote a los medios de comunicación, entendidos en sentido extensivo. La convergencia e integración de las telecomunicaciones, la comunicación social y la electrónica, redefine el panorama mundial. Las sociedades adquieren la misma configuración de las redes y flujos informativos. ¿El organismo-red saint simoniano?
Entre mayores son las posibilidades del ser humano de comunicarse, el número de dueños de las grandes corporaciones mediáticas se reduce. La concentración mediática sigue acentuándose. Los medios incrementan su presencia como operadores políticos en escala global. Se sitúan en el borde delantero de las nuevas estrategias de intervención político-militar filtrando una visión del mundo, diseminada desde los grandes centros de poder. Disentimos de la tesis de Anne-Marie Slaughter. La profesora de Política y Asuntos Internacionales de la Universidad de Princeton, afirma que “una guerra de la información ha hecho erupción en todo el mundo”. (www.confidencial.com.ni/autor/116/anne-marie-slaughter) Insiste en creer que esta batalla se da entre quienes consideran la libre circulación de la información y su capacidad de acceso como un asunto de derechos humanos y quienes consideran su control como una prerrogativa soberana fundamental.
Existen diferencias sustanciales entre quienes respetan el derecho a la libre expresión y los gobiernos que conculcan este derecho. La profesora Slaughter hace suyo el planteamiento del sociólogo Philip N. Howard. Avizora una “nueva guerra fría” derivada del confrontamiento entre los países que respaldan el uso de los medios audiovisuales controlados por el Estado y aquellos a quienes un teléfono móvil convierte en fiscalizadores de las buenas o malas prácticas gubernamentales. La batalla incluye las luchas libradas por estructurar una nueva gobernanza en la Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números. Su gobierno de naturaleza privada radica en California. La profesora Slaughter concluye que Estados Unidos “nunca firmaría un tratado que cambiaría fundamentalmente los acuerdos de gobernanza en internet”. El gobierno estadounidense sentó esta misma posición durante la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (2003-2005). Las demandas de la sociedad civil fueron desoídas.
Más que “una guerra fría” a través de los medios, asistimos a redefiniciones en las formas de confrontamiento político-militar. Contrario a lo que piensa la profesora Slaughter, la doctrina de Estados Unidos en torno al uso de los medios no ha cambiado, lo que fueron transformados son los dispositivos a través de los cuales libran estas batallas. Una de las cualidades asombrosas de Estados Unidos ha sido mudar de nombre a las instituciones vinculadas con el uso interno y externo de los medios. Concluida la segunda guerra mundial no desmontó su aparato de propaganda, solo le cambió de nombre. Cuando consideró necesario dar de baja a USIA -creada en 1953- la transformó en una Oficina de Asuntos Públicos. La misión asignada a esta institución sigue siendo “ayudar a cumplir los objetivos de la política extranjera de los Estados Unidos… mediante la utilización de numerosas técnicas de comunicación…”
El actual canciller peruano, Rafael Roncagliolo, cuando era miembro del Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (ILET), definió a Estados Unidos como campeón del liberalismo discursivo. El mayor problema que confrontó Frédéric Martel, durante las investigaciones para escribir Cultura Mainstream (Mayo, 2012), fueron los inconvenientes que padeció para tener acceso a la información. “Ya me imaginaba que las fuentes serían escasa en China por la censura del Estado; comprendí en seguida que era difícil obtener citas con antelación en Mumbai, en Río o en Riad; pero no me imaginaba que sería tan difícil investigar en Estados Unidos, en los majors del disco y en los estudios hollywoodenses… Y ese paralelismo con la China seudocomunista no dice mucho a favor de Estados Unidos.” No existe mayor exaltación a la cultura estadounidense que el tributo que le rinde Martel a través de las 458 páginas que constituyen el texto.
La democracia se robustece mediante la existencia de un sistema pluralista de medios. Las formas de concentración y centralización restringen voces y rostros. Igual acontece en Nicaragua. El duopolio formado por la familia presidencial y Ángel González, ejerce un control absoluto en la televisión. A su vez, las nuevas tecnologías de comunicación continúan siendo la avanzadilla de los procesos globalitarios. En vez de generar mayor transparencia su uso ha sido pervertido. El ominoso Wiretap, como denomina Alfredo Jalife-Rahme, al sistema de vigilancia implementado por Estados Unidos, atenta contra las libertades individuales. La crítica para ser justa debe ser integral. No me apunto del lado de los apocalípticos, tampoco del bando de los integrados. El final de la guerra fría no supuso dar de baja a los medios en las contiendas Norte-Sur, Este-Oeste. Las redes sociales por ahora escapan al férreo control de los Estados, posibilitando nuevas protestas mediáticas. En eso estamos de acuerdo plenamente con la profesora Slaughter.
Una década después que la Unesco presentó Un solo mundo, voces múltiples (1980), habiendo regresado Estados Unidos al seno de esta Organización de Naciones Unidas, público el estudioInforme sobre la comunicación en el mundo (1990), para dar cuenta del vuelco que había experimentado esta institución. El concepto de libertad de expresión sufrió una metamorfosis radical. Igual aconteció con los conceptos de fronteras, Estado y soberanía, sus perfiles habían sido desdibujados. El libro flujo informativo -corazón doctrinario estadounidense- fue mutado y convertido en libertad de expresión comercial. La realización de la mercancía debía ser liberada de frenos y cortapisas. Los desafíos en el panorama mediático son de una magnitud insospechable. El Secreto de Estado se hizo extensivo al Secreto Comercial. Cómo insistieron por hacernos creer que la democracia no admitía apelativos. ¿Y la libertad de expresión? Estamos frente a otro mundo, en plena ebullición de otra sociedad. ¡Cuánta razón asiste a Ramonet y Castells!
* en Confidencial, 9 de septiembre
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