La sociopatía es una enfermedad de la mente, muy peligrosa, que muchas veces no es detectada de manera certera porque los sociópatas aparentan ser personas muy inteligentes, ya que por lo general tienen carisma. Algunos son literalmente encantadores. Otros son odiosos. Pero todos poseen una personalidad magnética, por lo que son admirados sin que se pueda establecer verdaderamente si es porque son unos cínicos y desvergonzados o por una despreocupada pero refrescante forma de actuar.
Los sociópatas tienen la imperiosa necesidad de atraer las miradas, a tal grado que terminan con una personalidad enfermiza, pues buscan permanentemente ser el centro de atención y quieren tener siempre la razón. Se frustran si otra persona está mejor informada.
Algunos sociópatas pueden llegar a convertirse en artistas de la palabra o en actores profesionales. Por eso es difícil saber cuándo están actuando o no y cuál es su verdadera forma de ser, pues son capaces de proyectar distintas personalidades. Neto Bran encaja en esta descripción. No digamos Jimmy Morales.
Los sociópatas saben cómo apantallar a la gente sencilla, pues hipnotizan a los incautos. Tienen delirios de grandeza y, cuando aman, lo hacen con pasión desenfrenada, ya que son personas de extremos físicos. Son intensos, desmesurados, y creen tener derechos absolutos sobre las personas cercanas, como si fueran objetos de su propiedad. El sociópata cosifica a quien ama: lo instrumentaliza y somete a sus caprichos. Y es porque en realidad no ama a nadie, ya que es tremendamente egoísta: solo se ama a sí mismo. Vale destacar el papelito que juegan algunas esposas que doblan rodilla. Y al recordar recientes fotografías presidenciales, observo deprimentes retratos sociopáticos y penosas muestras de codependencia.
El sociópata cree que su opinión representa la verdad absoluta y rechaza los criterios contrarios, pues considera que todos le mienten y se cree poseedor único de la razón, dado que no puede diferenciar entre la realidad y la ficción. Algunos alcanzan niveles de trastornos mentales extremos y hablan de cosas bizarras o escandalosas sin inmutarse. Y poco les importan las consecuencias de sus actos y declaraciones, muchas de ellas basadas en mentiras evidentes. Recordé tantas falsedades que han dicho ambos mandatarios, así como sus diputados y correligionarios. Ejemplos: el cinismo y el descaro de Zury Ríos con sus múltiples divorcios, la diputada Patricia Sandoval y sus narcoconducta, las oscuras y malintencionadas idioteces de Fernando Linares Beltranena o la conducta resbaladiza de Estuardo Galdámez, candidato presidencial del actual gobierno.
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Algunos sociópatas llegan a tener mucho éxito debido a su atrevimiento a llevar a cabo actos que la gente común no se atreve a hacer, sobre todo por la manera precavida de ser del chapín. En cambio, ellos poseen conductas desvergonzadas, sin miedo al qué dirán. Son líderes de opinión malintencionados y llegan a confundir las mentes de quienes no tiene opinión propia. Son manipuladores porque manosean los sentimientos.
Estos seres son traicioneros, pues utilizan a las personas como escalera y luego las abandonan, en vista de que no experimentan sentimientos de culpa. Son los típicos arribistas y saben ubicarse bien en las instituciones. En este infortunado y ruinoso campo político abundan casos de sociópatas ya merecedores de ser analizados psiquiátricamente.
Los sociópatas no sienten remordimientos porque no tienen conciencia del mal (no profesan valores, sino antivalores). A ellos no les importa infringir cualquier norma de honorabilidad convenida socialmente porque tienen su propia ética y solo viven para obtener beneficios personales. Le recuerdo: son peligrosos, unos más que otros. Algunos son violentos, otros pasivos. Y la mayoría encantan, lo que para estos despreciables seres significa engañar, ya que siempre esconden sus verdaderas intenciones.
Muchas veces caen de sus pedestales por ese desmedido y enfermizo afán de notoriedad que los corroe. Y aunque son admirados, también son odiados. Hoy pueden estar arriba, pero terminan cayendo estrepitosamente. Reconózcalos porque expresan un discurso de odio, anti-Cicig, y porque pretenden falsamente abanderar el concepto de soberanía para intentar desvirtuar sus actos de corrupción.
Si le gustó el retrato, enmárquelo.
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