Escena uno
Los empresarios reunidos aúpan al presidente. Le dicen que confían en él y en sus ministros, en todos, en los que medio renunciaron y en aquellos a los que no se les conoce ni el nombre. El presidente, en su discurso, nuevamente a punto de llorar, dice que lo sigan los valientes (parafraseando, según creo, al Chapulín Colorado) en un claro guiño al presidente Fox por los chapulines con que llegó calzado aquella mañana a su audiencia privada en el palacio de ¿gobierno? Muchos de los presentes aplauden de pie e interrumpen extasiados pensando en la institucionalidad, en la estabilidad macroeconómica y en sus depósitos a plazo fijo.
Escena dos
Ese mismo día, un magistrado que ha pululado durante años en el sistema de justicia recomienda no retirarles el derecho de inmunidad a todos los miembros de la junta directiva del Congreso, presidida por el cuñado de Ángel González, Luis Rabbé, y afirma que la solicitud del Ministerio Público es espuria. «No se agotó la vía administrativa», sentencia y, por lo tanto, impide a la Fiscalía realizar cualquier tipo de investigación en contra de estos probos ciudadanos que contrataron a decenas de empleados públicos para su propio beneficio. En los próximos días aparecerán los dos Luises, Rabbé exultante y Pellecer sosteniéndole el micrófono, y aquel dirá que las plazas no son fantasmas, que son plazas que creó para ayudar a la viuda, a los hijos y a la cuñada del guardián de su finca, que murió en un asalto hace ya varios años, y que si no le creen que la entrevisten.
Escena tres
Unas horas antes, la Corte Suprema de Justicia deniega la solicitud de antejuicio contra el «ni corrupto ni ladrón» derivada del bono militar y sienta jurisprudencia continental. Los altos magistrados (menos tres que ya no están por problemas judiciales: Charchal, Stalling y Aguilar), hablando ex cátedra, prohíben cantar la canción «santa Rita, Rita, Rita, / lo que se da ya no se quita» y afirman que, si santa Rita o don Jimmy devuelven lo recibido, nos olvidamos de Williams, del bono de responsabilidad, del decreto no publicado, de sus chumpas de cuero y del Misterio (sí, Misterio; está bien escrito) de la Defensa.
Escena cuatro
Primer plano de una primera plana. El ministro de Comunicaciones, cuyo nombre nadie recuerda, pero se sabe que es el que sustituyó a una ingeniera que sabe francés y que está en París, sentada en un cafetín y tomando un café avec croissant, declara a los medios su más profunda y genuina satisfacción con el pueblo de Guatemala por haber llegado al puesto hace más de 16 meses y que al día de hoy no ha hecho nada, declaraciones que se aprecian y respetan por francas y cínicas. La carretera de cuatro carriles a Tecún Umán no se construirá. No podemos estar con falsas expectativas. Eso sí: en lo pagado en sobornos y en sobreprecio se aplicará la canción «santa Rita, Rita, Rita, / lo que se da ya no se quita» porque la decisión fue tomada antes de la reunión del pleno de magistrados. Foto fija con sonrisa boba.
Escena cinco
La hija del anciano dictador declama poemas al volcán de Fuego, al volcán de Agua, al volcán del descaro. Escena en blanco y negro (aunque podría ser en blanco y rojo).
Escena última
Transición de un primerísimo primer plano al plano conjunto de un ciudadano cualquiera en sus cuarenta y pico de años. Puede tener barba, pelo canoso y estatura media. Parado en la acera de una calle de la zona 1 de la capital, se le ve claramente la cara de estúpido que se le queda o tiene mientras se muestra a todos los personajes anteriores en abrazos, risas y muchos aspavientos.
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