La palabra misma se refiere a un cambio radical y transformador y tiene muchos usos genéricos que describen fenómenos que van desde la revolución industrial y tecnológica hasta la sexual. Entendida como un proceso histórico, la revolución se refiere a un movimiento, a menudo violento, para derrocar un antiguo régimen que ha dejado de funcionar o ha fallado y efectuar un cambio completo en las instituciones fundamentales de la sociedad. Después de la revolución francesa del siglo XVIII, que empezó con la deposición de la monarquía y buscó remodelar la sociedad de arriba abajo, el término revolución se convirtió en sinónimo de la superación radical del pasado y de un avance hacia un cambio en las condiciones sociales y económicas. Desde entonces, la llegada a la modernidad se ha convertido, para muchos, en el alcance exitoso de la revolución a través de una transformación violenta y total. En la coyuntura actual guatemalteca, los cambios sociales y políticos que hemos vivido en los últimos años han servido para gestar un cambio revolucionario y, por lo tanto, han permitido el inicio de un proceso de cambios radicales en el Gobierno de Guatemala.
La inspiración de muchas revoluciones del siglo XX y aun del siglo XXI se encuentra en la revolución rusa de 1917, que dirigió Vladimir Lenin y se inspiró en las ideas del comunismo marxista. Carlos Marx creía que la revolución era necesaria para mover a las sociedades de un escenario histórico a otro, y esta formulación fortaleció la percepción de la revolución como un proceso universal e inevitable en la historia del mundo. Durante más de medio siglo, la gesta rusa proporcionó a los posibles revolucionarios del mundo un modelo de revolución política y de transformación socioeconómica. El ejemplo de la Unión Soviética fue especialmente inspirador para las revoluciones anticoloniales y nacionalistas, desde la anarquista libertaria española de 1936 hasta la marxista cubana, que influenciaron la revolución de octubre de 1944 en Guatemala. Esta vio en experiencias y ejemplos previos soluciones viables a los dilemas de nuestro país, que se enfrentaba a un sistema poscolonialista, mercantilista, extractivista y corporativista. Desde entonces, no mucho ha cambiado, y esos pocos cambios se lograron mediante mayores libertades individuales, el reconocimiento de derechos humanos en igualdad de condiciones para todos los guatemaltecos y el cumplimiento de obligaciones constitucionales que antes no existían en temas de derechos sociales que buscarían eliminar la desigualdad y la exclusión histórica de nuestro país.
Las diversas experiencias y significados de la revolución subrayan la importancia de la revolución política y social en la historia occidental moderna. En los últimos años, el desmantelamiento de los regímenes revolucionarios de la Unión Soviética y de otros lugares y el movimiento de América Latina hacia economías emergentes les han permitido a un mayor grupo de las poblaciones y a grupos que antes se encontraban discriminados racialmente acceder a una voz y voto más fuerte y exigente.
Tanto así que el caso del Estado Plurinacional de Bolivia es un ejemplo valioso del revolucionario cambio social que han tenido el país y la dirigencia del Gobierno. En Bolivia, la plurinacionalidad se implementó de forma revolucionaria como un concepto político-jurídico adoptado en el ejercicio de los derechos vigentes a través de su Constitución y en consonancia con acuerdos internacionales para reconocer las luchas, las movilizaciones y los levantamientos que culminaron con la aceptación, el relacionamiento, el diálogo y el consenso entre sujetos iguales de una sociedad intercultural o ciudadanía intercultural.
En Guatemala, aún estamos lejos de ver semejante unión revolucionaria detrás del plurinacionalismo y el interculturalismo. Sin embargo, los eventos que estamos viviendo actualmente son un recordatorio de las multiplicidades históricas de eventos revolucionarios que tienen en su esencia el cambio drástico y radical de las instituciones en busca de mejores condiciones. Recordemos que nuestra preocupación central debe ser la confrontación de todas las formas de opresión, alienación y deshumanización engendradas por las ideologías dominantes, pues es en ellas donde se encuentra el germen de nuestros problemas sociales, económicos y políticos. ¡Despertemos!
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