La esquina bullía de gente, jóvenes saliendo del Conservatorio con sus instrumentos a cuestas, otros esperaban que pasaran por ellos. Y padres que hacían lo mismo dentro de sus carros, que sus hijos salieran. Doble fila en momentos de tráfico pico y justo enfrente, las horas frenéticas en una estación del aún nuevo sistema de buses en la ciudad. Una pesadilla.
Nos sentamos en una banca de los pocos parques municipales en la ciudad que aún no están cercados ni resguardados con llave. El cielo gris, en cualquier momento llovería sin duda. Decidimos buscar un café para resguardarnos y platicar.
En el lugar que escogimos recitan el menú. Eso hace que pedir algo sea una cosa muy simple. Por lo menos yo pedí lo único que logré recordar. Un par de mesas más están ocupadas, botellas de cerveza por doquier, tal vez por eso es que no necesitan un menú. Hablamos de todo, como tratando de evadir o esperar el momento oportuno para hablar de lo que me quería hablar y yo escuchar.
Ya me había contado que tuvo que renunciar a su trabajo. Yo ya sabía el motivo. Imaginemos a una mujer veinteañera que responde en su oficina jerárquicamente al dueño del negocio y que siempre anda armado. Sí, ese fue el motivo. Ella trabajaba en un colegio.
Me contó además su desafortunada historia cuando intentó acudir al sistema legal en busca de protección. La impresión que quedó es que el funcionario no le creyó ni un tantito su historia. – Entonces ¿qué quiere, que venga violada y golpeada para que me crea? –Prácticamente.
Esa fue la respuesta. Contundente, desoladora, lamentable. Se fue de ahí convencida que tenía que renunciar, su instinto de protección se encendió inmediatamente después de perder por enésima vez la fe en el sistema. Ella, que siempre enarbola esas ideas, de denunciar, de buscar justicia, de no dejarse. Pues ahora está desempleada, dice que está tranquila. Pero no, ella y yo sabemos que no.
En uno de los locales del café, hay una actividad de poesía y música. Reconocimos la voz del cantante cuando nos sentamos. Es una de esos artistas que han hecho del centro histórico su lugar, su espacio. Desde donde canta y escribe. Ambos lo conocemos y hablamos un poco de él, eso fue antes de que me contara su historia. Yo pienso que no es justo que sea él quien cante como telón de fondo mientras escucho una vez más esas respuestas de un empleado público.
Sí, ya sé, hablé de eso la última vez que escribí por acá. Lo sé, y me frustra. Lo hablamos incluso con ella. Me dice en medio de su congoja que le duele escuchar a gente y leer en los medios que “es preocupante” el incremento de las cifras de los delitos en contra de la mujer. Y que nada pasa. Entiendo, lo repito de nuevo, que una acusación, sea cual sea, requiera de pruebas y que casi siempre, estas sean complicadas de obtener, pero… “Prácticamente” vuelvo a escuchar en mi cabeza.
Entonces, ¿para qué escribir una columna sobre el mismo tema? Podría hacer una denuncia pública con nombres y todo, pero, después de escuchar la respuesta del funcionario público, ¿servirá de algo? Si lo hiciéramos, ¿qué garantiza que el tipo armado no la encuentre y además de sufrir acoso, termine siendo una tumba más? Son esas las cosas que nos obligan a refugiarnos en nuestro instinto primitivo de protegernos. Y renunciar a un trabajo por ejemplo. Con todas las implicaciones que eso conlleva. Y a callar. A ser “prudentes” pues.
Nos terminamos el café hablando de muchas cosas más. La actividad del cantante también termina y sale del salón, lo saludamos y platicamos un rato. Ella sonríe por primera vez en un buen rato. Parafraseando a Julio Prado, son esas cosas que hacen que vivir acá sea menos denso.
Hablamos de una actividad programada al día siguiente. Una pequeña marcha para protestar contra la enésima arbitrariedad de la Municipalidad: prohibir que los chicos que andan en patineta se reúnan frente a un parque y que los bicicleteros usemos la sexta avenida. Las acciones que toma la municipalidad capitalina, hace muchísimo tiempo que dejaron de parecerme disparates.
Quedamos en que intentaremos acompañar la marcha y yo por mi parte decido usar el tema para escribir esta columna. Tal vez para lo único que sirva es para “mantener el interés” en las cifras de violencia contra las mujeres. Pero algo es algo, pienso, tratando de auto convencerme.
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