Y es que ¿cómo quedarme como si nada al leer textos como “Traicionar la paz y dividir a Guatemala”, especialmente viniendo de personas que supuestamente quieren aportar al bien común de guatemaltecos y guatemaltecas? El bien común, señoras y señores, va más allá de la firma de un acuerdo de paz y tiene que ver también con la superación del dolor de las víctimas de las atrocidades cometidas durante el conflicto armado. Tiene que ver con un sentido de justicia en el que se reconocen culpabilidades, víctimas y victimarios, y en el que se imponen castigos a quien lo merece. Y ya informes como Guatemala nunca más hizo un recuento de las responsabilidades que le tocó a cada cual en esa serie de infortunios en los que las personas masacradas, las mujeres violadas, los niños huérfanos, las familias desintegradas, los bebés que murieron de hambre, los que tuvieron que abandonar sus casas, su país, todos, todos y todas tienen nombres y apellidos y hemos escuchado su voz a través de los testimonios durante el juicio.
Pero más allá de lo anterior —que ya es motivo de profunda indignación—, se encuentra el hecho de querer deslegitimar un proceso judicial llevado a cabo de manera abierta y transparente.
Traicionar la paz es precisamente esto, es decir, traicionar los procesos legales que nos permiten la búsqueda legítima de la justicia, un derecho fundamental de los ciudadanos en una democracia, y un proceso que aporta a la paz de las víctimas porque de eso se trata, ¿no? Se trata de la reconstrucción de frágiles tejidos sociales, de corazones rotos de dolor.
¡Por favor, que no vengan a decirme que “La acusación de genocidio es una fabricación jurídica que no corresponde con el anhelo de los deudos de dignificar a sus seres queridos”! ¿Por qué tanto empeño en concentrarse en la acusación de genocidio como una posible fabricación jurídica? Acaso son tan ciegos que no pueden ver a su alrededor y reconocer a una población que todavía sufre las consecuencias del conflicto armado en el que había soldados con armas, pero sobre todo había generales que daban órdenes y que ahora viven, no sólo libres e impunes, sino negando sus actos de manera infame.
Y si tanto les preocupa “dividir Guatemala”, ¿por qué durante todos estos años, desde la firma de los Acuerdos de Paz, se ha hecho tan poco por crear las condiciones de justicia que propicien la recuperación material y humana de las víctimas en este país? Les aseguro que si todos hubieran hecho su trabajo —desde el Estado y la sociedad civil— podríamos estar hablando de otras cosas, y yo podría dedicar mi columna al maravilloso libro de Luis de Lión—“desaparecido” durante el conflicto armado— y a la segunda etapa de Ediciones del Pensativo.
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