El plan de gobierno del Partido Libre que llevó a Xiomara Castro a la presidencia de Honduras (2022-2026) es un insumo de análisis político que propone, entre otros alcances, una asamblea nacional constituyente originaria, una reforma fiscal, fuerte inversión pública, el combate de la corrupción, la defensa de los derechos humanos, la protección del ambiente, la generación de empleo y el combate de la pobreza.
Sin embargo, Xiomara accede a la presidencia sin mayoría calificada en el Congreso y con retos mayúsculos para que su proyecto tenga viabilidad en 2026. ¿Por qué me adelanto tanto? Los problemas socioeconómicos no se resuelven en cuatro años, y esos son los que realmente importan. Así, en el corto plazo, la gente que votó por el Partido Libre espera alguna mejora en su situación económica y en la seguridad, dos enormes retos para un equipo de gobierno. En ese marco, el pragmatismo acabará por imponerse en algunos temas que trato de esbozar a continuación.
El triunfo del Partido Libre es producto del hartazgo con la dictadura, la pobreza y la indefensión de la gente común ante el enriquecimiento ilícito de funcionarios públicos. Pero ¿qué podemos esperar a partir de 2022? Creo que habrá un esfuerzo serio por combatir la corrupción, algo que no dejará de generar controversias porque una cosa es perseguir y extraditar narcotraficantes y otra diferente pedir cuentas a sus cómplices en los tres poderes del Estado o en las grandes empresas que operan con una lógica de narco-Estado.
En materia de política exterior, el designado presidencial Salvador Nasralla ha dejado claro que se persigue una relación bilateral armoniosa con los Estados Unidos y que no habrá una ruptura con Taiwán. Del mismo modo, la relación con Venezuela y Cuba seguramente no pasará de ser un ejercicio de multilateralismo y respeto, pero con escaso impacto en el territorio hondureño, salvo tal vez por un incremento en el número de médicos cubanos.
Si asumimos que el plan de gobierno será un orientador político, habrá varios temas que tendrán oposición desde diversos sectores. Así las cosas, el primer gran resultado que peligra es la convocatoria a una asamblea nacional constituyente originaria, que sería el punto de partida para la construcción de una nación socialista y democrática. En ese sentido, no solo los artículos pétreos de la Constitución hondureña operan en contra. De hecho, las fuerzas armadas se han constituido en el árbitro final para los temas de fondo. Y no perdamos de vista que la dictadura benefició con grandes privilegios precisamente a los militares.
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Será controversial la protección del ambiente precisamente porque el plan de gobierno propone eliminar las concesiones de minería a cielo abierto. El mismo plan correlaciona la pobreza y la falta de acceso a la tierra con los monocultivos, concretamente los de caña de azúcar y de palma africana. Intervenir en ese modelo no es tarea fácil. Lo que no podemos pasar por alto es el poder de las empresas multinacionales y las acciones que estas estén dispuestas a llevar a cabo para que el gobierno de Xiomara Castro fracase. Y es que no se necesita mucha inteligencia para destruir un país. Lo que se necesita es poder económico.
Creo que habrá una furibunda oposición a la reforma fiscal que se anunció en el plan de gobierno y que pasa no solo por que los ricos paguen más impuestos, sino también por la supresión de privilegios fiscales y por la persecución penal, que, como sabemos, es la única vía para que los más poderosos paguen lo que les toca. Con un Congreso sin mayoría calificada, es posible que los avances en esta materia sean modestos, lo que nos lleva a cuestionar la viabilidad de muchos otros ofrecimientos de campaña, como la generación de empleo conectada a la inversión pública y el estímulo de pequeñas empresas. Dicho en otras palabras, sin ingresos fiscales no se puede acometer un amplio programa de inversión para mejorar la salud, la educación y la seguridad cuando menos. Y una solución parcial tal vez esté en contratar más deuda, pero lo anterior dependerá del humor del FMI, del BM o del BID con relación al trato fiscal o a la regulación ejercida sobre las empresas multinacionales.
Por supuesto, existen ejes de trabajo que pueden sacarse adelante sin depender de grandes inversiones, como la implementación de acciones de transparencia, promoción y respeto de los derechos humanos, con énfasis en los derechos de grupos indígenas y afrodescendientes, de las mujeres y de grupos LGBTIQ+. Pero ni siquiera el avance en materia de derechos humanos será fácil, dado el poder de los grupos antiderechos, que también tienen incidencia política.
Finalmente, esta breve reacción de opinión no alcanza para abarcar muchos otros asuntos interesantes que iremos perfilando con el tiempo. Xiomara y su equipo no la van a tener fácil, pero es motivo de celebración la posibilidad de dejar atrás la narcodictadura y de perfilar un país menos excluyente y más democrático. Cuatro años no alcanzarán. Por eso el reto es construir una estrategia de continuidad que no pierda de vista la correlación de fuerzas. Felicidades al pueblo hondureño y a su nueva presidenta.
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