Desde entonces me siguen… incómodas e ingratas compañeras de viaje. Hay días en que la paciencia me socorre y las escucho con estoicismo. Pero también están esos otros, en los que Madame Carmen pierde la finura y con asombrosa espontaneidad profiere un amplio repertorio de reconfortantes palabrotas que para mi sorpresa Ramón, no es tan limitado como yo pensaba y se ha ampliado notablemente durante este tiempo. Pasada la ira me consuelo pensando en que nadie me entiende, pero el rostro de Guayota siempre me delata.
Mi primer recorrido por Puerto Príncipe, lo realicé en un vehículo alquilado, por el cual pagué doscientos cincuenta dólares por día. El calor alcanzaba los cuarenta grados centígrados y lo primero que hice fue solicitar al chofer que encendiera el aire acondicionado, a lo cual él respondió “se tonbe”. Ahora mismo lo imagino batiendo un enorme mazo y echándome encima esta condena inconmutable. Traté de abrir la ventana y la manija dio solamente media vuelta, le pedí asistencia y respondió “se tonbe” con absoluta normalidad. Indudablemente, los doscientos cincuenta dólares incluían el servicio de sauna forzado que casi me hace vomitar a los cuarenta y cinco minutos de viaje.
Hacía apenas dos horas que la Madame había salido muy emperifollada , perfumada y maquillada para cumplir con una apretada agenda, cuando pedí el retorno a casa, necesitaba mudarme aquella ropa mojada y ceñida al cuerpo antes de mi próxima visita. Del perfume…ni hablar, nada me causa tanto bochorno.
Ansiaba la ducha fría, miraba el reloj impaciente cuando el carro se detuvo inopinadamente. Quise negar mi suerte, el conductor bajó con calma y luego de una inspección que para mí duró una eternidad, recibí la fatal conclusión: “Se tonbe”. Esperé dos horas abanicándome con un cartón aguado, en medio de aquella zona roja, prohibida para extranjeros. Fue suficiente para solo un día.
A la mañana siguiente, decidí abrir mi cuenta bancaria, otra tarea doliente. Luego de esperar cuatro horas para ser atendida, finalmente llegó mi turno. Me acerqué a la ventanilla con actitud triunfal y agradecida cuando, “se tonbe” la luz y consecuentemente, el sistema del banco.
Desde entonces, mi querido Ramón, "se tonbe" el ventilador, el internet, el microondas, el refrigerador, la ducha, el inodoro, al lavaplatos, el computador, la cafetera, la impresora, las chapas de las puertas, la estufa sin que medie la noble misericordia de una tregua ni mucho menos una chispa en la mirada del portador de malas noticias, que me permita avizorar una pronta y esperanzadora solución. Así, a cualquiera se le "tonbe" la paciencia.
¡Qué difícil es trabajar y vivir en este país! Pero más difícil aceptar la impasibilidad de estos ciudadanos que han aceptado tal estado de cosas con la normalidad del hábito. La palabra reclamo “reklamasyon”, es parte de su vocabulario pero inexistente en la práctica. Callar, aguantar, bajar la cabeza y otorgar es la norma. Lastimosamente esto no se restringe a lo material.
Se les "tonbe" la vida, la política, la economía, el ecosistema, la educación, la salud, la esperanza, todo y permanecen en aparente impavidez, esperando quizás, un milagro.
Hoy se conmemora la Batalla de Vertières de 1803, la última gran batalla por la independencia de Haití. No puedo evitar preguntarme qué sentirían los próceres y combatientes de esa guerra hoy, 208 años después, al contemplar estas ruinas.
En esto precisamente me han hecho pensar las palabras de tu última carta: “La visión personal de la actividad y la inacción es consecuente con el acervo de persuasiones y de prácticas que acarrea cada uno en su alforja existencial. Y ese peculio subjetivo abarca lo mucho o lo poco que atesoramos en nuestro periplo a lo largo de los años; en este bagaje se aloja lo que somos”.
Cuando pienso en los avatares de cada ser humano y nuestros países, me pregunto, ¿Qué nos falta?
Disciplina, compromiso, el imperativo categórico, ¿quizás?
¿Otra religión, otra identidad o sentido de autonomía?
Sólo puedo recordar las palabras de Ayax cuando dijo: “Vergonzoso es que alcance larga vida el que no se esfuerza en salir de la desgracia.”
Por mi parte, puedo decirte que me ha crecido la determinación. Entre otras cosas, por aprender más Creole y más facetas de esta cultura que siempre me sorprende.
Anbrase,
Carmen
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