El año pasado se realizó la Cumbre Mundial de los Sistemas Alimentarios y en esta columna de Plaza Pública adelantamos algunas consideraciones. La primera parte de esta nueva serie está aquí, y en ella presentamos la definición de sistema y el concepto de externalidad.
Ahora llega el momento de definir sostenibilidad. Diremos que sostenible es algo que podemos aprovechar, disfrutar u obtenerle beneficios sin que al hacerlo comprometamos ese mismo goce o disfrute para las generaciones venideras. Esto debe ser cierto en lo social, lo económico y lo ambiental.
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Pensemos en la pesca como ejemplo y tomemos, al azar, al atún. El aprovechamiento racional del atún es aquel que nos permite desarrollar su extracción de los mares para disfrute alimentario, al tiempo que generamos empleo en una larga cadena de actores (constructores de barcos y artes de pesca, pescadores, procesadores y comercializadores) de manera tal que las generaciones venideras podrán seguir haciendo el mismo aprovechamiento y disfrute. Son muchas las cosas que pueden salir mal para que no se dé la sostenibilidad, y las amenazas son variadas: disminución de la población de atún hasta niveles críticos, aumentos desmedidos en los costos de producción, competencia comercial no ética o hasta guerras por el acceso al recurso, efectos secundarios no deseados en las especies que se alimentan de atún o las que este consume para su crecimiento y supervivencia, etc. Se necesita reaccionar agresivamente ante esas amenazas y riesgos y tomar las medidas pertinentes.
Esto resume la definición de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de los SA e introduce la sostenibilidad:
Los SA abarcan la amplia gama de actores (y sus interacciones) a lo largo de la producción, acopio, procesamiento, transporte, distribución, consumo y eliminación de productos alimentarios que se originan en la agricultura, la silvicultura o la pesca (y en ahora la industria, por la producción de carnes sintéticas) y partes de los entornos económicos, sociales y naturales (ambientales) más amplios en los que están inmersos.
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Un SA se compone de subsistemas (ej: el sistema agrícola, el sistema de gestión de residuos, el sistema de suministro de insumos…) e interactúa con otros sistemas (ej: el sistema energético, el sistema comercial, el sistema sanitario…). Entonces, un cambio estructural en el sistema alimentario puede tener su origen en un cambio en otro sistema; por ejemplo, la demanda de maíz para producir biocombustibles provocó una revolución en las modalidades de la ayuda alimentaria humanitaria que terminó beneficiando a productores locales en los países beneficiarios.
Un sistema alimentario sostenible (SAS) debe proporcionar seguridad alimentaria y nutricional para todos, de tal manera que no se comprometen los pilares económicos, sociales y medioambientales para extender la seguridad alimentaria y nutricional a las generaciones futuras. Esto significa que:
- es rentable en todo momento (sostenibilidad económica);
- aporta amplios beneficios a la sociedad (sostenibilidad social); y
- tiene un impacto positivo o neutro en el entorno natural (sostenibilidad medioambiental).
Lo anterior puede resultarnos de fácil o de difícil comprensión, pero no debe quedar como incomprensible y llevarnos a pasar página.
Ahorrándole un aburrido viaje a Roma (sede de la FAO) y la lectura de varios volúmenes de informes técnicos y científicos, sepa que existe una grave preocupación porque los SA han perdido sus perspectivas de sostenibilidad. Y ya no solo se trata de sostenibilidad (concepto que, como vimos, se refiere al futuro). Los problemas están exacerbando sus impactos presentes.
En opinión de este columnista, la raíz de todos los problemas (y de las soluciones) está en dos factores. El primero es que, como dijimos en la definición de sistema, estos se organizan para cumplir con un fin u objetivo principal. En este caso, se perdió el objetivo de brindar seguridad alimentaria y nutricional sostenibles a la humanidad. A cambio, nos manejamos con objetivos productivistas, extractivistas y maximizadores de la ganancia económica en el corto plazo.
En la próxima entrega continuaremos con el segundo gran problema, así como con los efectos destructivos de los actuales SA.
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Fe de error: en el artículo del 14 de abril pasado indiqué, como explicación a la fecha del 23 de abril para la celebración del Día Internacional del Libro y de los Derechos de Autor, que en ese día fallecieron Miguel de Cervantes y Saavedra y William Shakespeare. Pero estaba equivocado. La verdad es que Miguel de Cervantes falleció el 22 de abril de 1616 (y fue enterrado el 23, esa fue la fecha que se tomó). En cuando al Sr. Shakespeare, el sí murió el 23 de abril de 1616, pero en diferente calendario (el juliano, observado en aquellos tiempos en Inglaterra, con una diferencia de diez días con el gregoriano -usado en España para datar la muerte de Cervantes-). Es decir, en el calendario gregoriano don William murió el 3 de mayo. De todas formas, ¡qué bien que la Unesco proclamó un día para celebrar los libros!
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