La semana pasada visitaron el país Gioacchino Campese y Norma Romero. Gioacchino es misionero scalabriniano y secretario del Scalabrini International Migration Institute (SIMI), un instituto académico con sede en Roma dedicado a la formación y a la investigación en temas de movilidad humana. Norma es una mujer mexicana y la fundadora del grupo de mujeres La Patronas, que desde hace más de 20 años brinda asistencia a las personas migrantes que atraviesan Veracruz subidos en la Bestia. La presencia de ambos contribuyó a visibilizar el carácter global de las migraciones y el hecho de que la realidad que se vive en Europa con la llegada de miles de migrantes y refugiados no es lejana ni ajena a la realidad migratoria en el continente americano, como tampoco lo es el enardecimiento de las actitudes xenófobas y racistas.
Hoy, más que nunca, la historia y memoria migratoria personal o familiar debe movernos en la dirección de lo que Gioacchino llama la «mística del encuentro», ese encuentro con la persona migrante o refugiada que es también un encuentro con nuestra propia experiencia y realidad humana. Gioacchino llama la atención sobre la realidad en un país como Italia, donde hace tan solo algunas décadas miles de personas tuvieron que desplazarse huyendo del horror de las guerras y buscaron refugio en otros países y continentes. «[Sin embargo], ahora que viene la gente allí, nos olvidamos de nuestra historia migratoria», afirma él. Vale la pena recordar también lo que decía hace unos años Galeano en su escrito Caminos de alta fiesta: «Quizá nos negamos a recordar nuestro origen común porque el racismo produce amnesia, o porque nos resulta imposible creer que en aquellos tiempos remotos el mundo entero era nuestro reino, inmenso mapa sin fronteras, y nuestras piernas eran el único pasaporte exigido» [1].
[frasepzp1]
En el caso de Norma, la experiencia de encuentro con las personas migrantes ha sido también una experiencia profunda desde la fe. Para ella, cada encuentro con las personas migrantes es un encuentro con el mismo Cristo crucificado. Norma recuerda cómo un día atendió a una persona migrante que fue acuchillada sobre los vagones de la Bestia por defender a su esposa de una violación sexual. Cuando otras personas migrantes bajaron del tren a la persona herida, para Norma fue como ver el descenso de Cristo de la cruz. Desde hace 23 años Norma y otras mujeres de la localidad de La Patrona, en el municipio de Amatlán de los Reyes, Veracruz, preparan diariamente alimentos para los cientos de migrantes, la mayoría de ellos centroamericanos, que pasan montados sobre la Bestia buscando alcanzar el sueño americano. Cuando se le pregunta por qué lo hace, ella responde con total seguridad y sencillez: «Porque son mis hermanos». Norma y sus compañeras hacen realidad todos los días la mística del encuentro, ese encuentro con el otro que también somos nosotros.
El primer domingo de septiembre, la Iglesia católica guatemalteca conmemora el Día Nacional de las Personas Migrantes y Refugiadas. Este año lo conmemora presentando el mensaje del papa Francisco que invita a darles vida a cuatro verbos en el encuentro con las personas migrantes y refugiadas: acoger, proteger, integrar y promover. Y, como bien dice Norma Romero: «Los migrantes no solamente es un día que son, sino todos los días los migrantes necesitan de nuestra mano. Hay que solidarizarnos, hay que compartir, hay que vivir la experiencia con ellos para que podamos entender qué está pasando, qué es lo que impulsa al hermano migrante a salir de sus países de origen. Vivir la migración no es solamente un día. Vivir la migración es todos los días porque todos los días tenemos hermanos que se están moviendo de un lado a otro».
[1] Galeano, Eduardo (2008). Espejos: una historia casi universal. España: Siglo XXI Editores.
Más de este autor