Desde una perspectiva diplomática y estratégica debemos limitarnos a hablar de política exterior de gobierno. Pero qué diferencia existe entre esta y una política exterior de Estado.
La misma radica en otro elemento altamente complejo: el interés nacional. La política exterior de un país es, en teoría, un reflejo de su interés nacional. Al igual que otros conceptos como bien común o seguridad nacional, el interés nacional enfrenta un debate en torno a su definición. Iniciemos por recon...
Desde una perspectiva diplomática y estratégica debemos limitarnos a hablar de política exterior de gobierno. Pero qué diferencia existe entre esta y una política exterior de Estado.
La misma radica en otro elemento altamente complejo: el interés nacional. La política exterior de un país es, en teoría, un reflejo de su interés nacional. Al igual que otros conceptos como bien común o seguridad nacional, el interés nacional enfrenta un debate en torno a su definición. Iniciemos por reconocer que no es algo material, algo palpable. No es un sarcófago en donde guardamos alguna especie de tesoro y que nuestra existencia como Nación – Estado depende del mismo. El interés nacional debe ser visto como una serie de valores que justifican la existencia y la necesidad del Estado. Estos valores son la seguridad, la libertad, el orden, la justicia y el bienestar.
Lo complejo es que cada uno de estos representa un debate para cada Estado. Por ejemplo, el concepto de seguridad puede no el mismo en Guatemala que en Chile. Ese debate se define a través del proceso político de cada nación (que en nuestro caso tendemos a confundir con una democracia que cada cuatro años elige gobierno) al termino del cual el gobierno de turno lo materializa en una escala de prioridades.
Estas prioridades son las que en un momento dado caracterizan la política exterior del país y, si bien es responsabilidad del gobierno de turno identificarlas, lo hace en el marco de los valores ya mencionados. Este es el primer problema de nuestra política exterior: la inexistencia de un marco o un debate en torno a estos valores. Ante la falta de uno, queda en cada gobierno presentar su propia definición de estos valores y en base a esta, diseña y ejecuta políticas exteriores.
El segundo problema es cuando se da un divorcio entre el diseño y la ejecución de una política exterior. El diseño de una política exterior parte del interés nacional y las prioridades anteriormente descritas. Siguiendo con el ejemplo de la seguridad, la seguridad ciudadana puede tener más prioridad que la seguridad ambiental (vale la pena resaltar que el debate al que están sujetos estos valores es continuo, en este ejemplo habría que definir ciudadanía y medio ambiente). El diseño, entonces, requiere de un contexto específico y un objetivo alcanzable en un plazo determinado. En muchos países es práctica común presentar estos diseños en las agendas de los gobiernos electos. Claro, unos lo hacen mejor que otros. ¿La diferencia? Esencialmente, el contexto y los objetivos.
Luego viene la parte difícil que es la ejecución. La puesta en práctica de la política exterior es un trabajo difícil que requiere mucha coordinación de los entes estatales tanto en el interior como en el exterior del país. También es un trabajo cuyos resultados no se ven en el corto plazo, que el ciudadano común no aprecia y que rara vez significan un rédito político electoral. El éxito o fracaso en el corto plazo se mide en dos instancias. Primero en la capacidad de alcanzar o acercarse a los objetivos establecidos y segundo en la flexibilidad para ajustarse a cualquier tipo de cambio.
Será con estos aspectos en mente, los cuales considero bastante generales pero a su vez esenciales, que debemos analizar el Marco General de Política Exterior del Gobierno de Guatemala del actual gobierno.
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