Luego de una buena síntesis general y de algunas consideraciones específicas, el autor cierra con la pregunta: «¿Qué hacemos entonces?»
Como aporte a la respuesta, agrego algunos puntos importantes para que esta sea sistémica.
Aunque es cierto que la contribución de nuestro subcontinente al calentamiento global es marginal en términos globales, no podemos solo esperar a que los grandes responsables asuman moral y financieramente su responsabilidad. Mientras trabajamos en eso, debemos actuar por cuenta y recursos propios en la adaptación a dicho fenómeno.
Debo introducir tres grandes temas. El primero es que los desastres naturales (sequías, inundaciones, huracanes) no son las únicas consecuencias del cambio climático, aunque sean las más visibles.
Hay cambios que trastornan el resultado de años de adaptación de los seres vivos a su ambiente. Por ejemplo, el calentamiento o el enfriamiento de las aguas altera toda la cadena alimenticia, desde el fitoplancton (que alimenta a especies de peces, a los sistemas de arrecife, a otros microorganismos etc.) hasta los grandes peces, muchos de los cuales son nuestro alimento. Esos cambios llevan, entre otras cosas, a que lo que antes se podía pescar en ciertas aguas ya no se encuentre. Los peces pueden irse a otras latitudes o mudarse a otras profundidades marinas. Eso tiene impacto biológico en la cadena alimenticia y económico para los pescadores grandes y pequeños, así como para los consumidores. Se trata de un desastre natural, pero que llega de puntillas, como la carga de microplásticos en su ceviche.
Ese mismo cambio de temperatura puede ocasionar que los cultivos ya no se reproduzcan, crezcan, florezcan y fructifiquen según lo esperado. Por ejemplo, los frutos deciduos (manzanas, duraznos, ciruelos etc.) necesitan de una cantidad mínima de horas anuales con temperaturas debajo de umbrales específicos. El aumento de la temperatura, si afecta los umbrales, resulta en grandes pérdidas de producción y en aumento de costos. Hay bastantes ejemplos de cambios si las temperaturas alteran sus ciclos naturales. Las temperaturas elevadas también provocan mayores niveles de evaporación del agua y de transpiración por las plantas, ocasionando disminución de las capas freáticas y marchitez vegetal (afectando además a todos los animales, desde insectos hasta mamíferos y aves que interactúan en esos sistemas de vida).
El segundo gran tema se desprende del anterior. No son solamente los pequeños agricultores de subsistencia quienes pierden. También están, por ejemplo, los productores de café y muchos otros cultivos de fincas grandes y pequeñas. Los cambios climáticos pueden provocar caída de flores, aborto de frutos, aparición de nuevas plagas y enfermedades, cambios en la actividad microbiana de los suelos (fundamental para la nutrición vegetal), aparición de nuevas malezas, etcétera.
El tercer tema es que el cambio climático también puede representar nuevas oportunidades, como la sustitución de cultivos actuales por otros de mayor resistencia al cambio observado.
Mientras esto sucede, nos damos cuenta de que hay cosas de las que no podemos culpar a los países más industrializados y contaminantes.
Nos adaptaríamos mejor si contáramos con una ley de aguas, a la que se oponen solo los sectores que se benefician de la anarquía programada. ¿Dónde están y quiénes son los grupos de cabildeo y boicot de tal ley?
Guatemala asesinó a su sistema de investigación agropecuaria. Tuvo en su momento (en el Instituto de Ciencia y Tecnología Agrícolas —ICTA—) un competitivo grupo de investigadores formados en universidades nacionales e internacionales, pero poco importó y el sistema se fue desmontando a través de la politización de sus mandos y de la depredación de su patrimonio. El último gran golpe al ICTA fue del presidente Giammattei con el despojo My way de su estación de investigación en Chimaltenango para, supuestamente, fortalecer el sistema de salud. La investigación nos ayudaría a seleccionar tipos de cultivo que se adapten al cambio climático, que aumenten sus propiedades nutricionales, que resistan a la sequía, etcétera.
¿Qué buenas prácticas podemos «enseñar» a los empobrecidos agricultores de subsistencia si carecemos de respuestas e instrumentos pertinentes?
Quizá ahora tengamos una idea ampliada de los temas de trabajo que dependen nada más que de nosotros para responder a la amenazante realidad.
Posdata:
http://desmotivaciones.es/1485293/Enfermedades
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