Grietas en las élites: cómo mirar distinto abre oportunidades estratégicas
Grietas en las élites: cómo mirar distinto abre oportunidades estratégicas
Tratar a las élites políticas como si fueran todo lo mismo es una oportunidad perdida. Sería más beneficioso entenderlas y nombrarlas con matices y precisión: es en sus diferencias que se pueden encontrar grietas.
Tendemos a hablar de «los políticos» como si todos fueran lo mismo. En esencia, con «los políticos» nos referimos a las personas que toman decisiones sobre «lo público». Que esas decisiones sean sobre «lo público» las convierte en decisiones políticas. También sabemos que las decisiones políticas no las toman solo «los políticos» sino también empresarios, jueces, militares, narcotraficantes, etcétera. La capacidad de todos estos grupos de tomar decisiones sobre lo público los hace élites políticas. A pesar de eso, tendemos a referirnos a toda esa masa como lo mismo: un mismo grupo homogéneo que piensa y hace al unísono. No solo no es tan simple, sino que diferenciar entre los grupos que conforman las élites políticas y saber cómo se relacionan podría ser crucial.
Resulta que, aunque no nos guste mucho, las élites políticas siguen siendo determinantes para definir si un país es más o menos democrático, y para obtener las ventajas que deben venir con la democracia. En Oxfam formamos parte de un proyecto que estudia especialmente el rol de ciertos actores cuando este es antidemocrático. Se llama Ultras y mafiosos. Cómo una combinación de extremistas y cleptócratas quiere destruir la democracia y qué podemos hacer para evitarlo.
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Con élites políticas no me refiero ni solo a «élites» económicas, ni solo a los «políticos» que pertenecen a partidos. Las élites políticas son los «individuos y grupos pequeños, relativamente cohesionados y estables, con poder desproporcionado para afectar los resultados políticos nacionales y supranacionales en forma continuada» (traducción propia, Best y Higley 2018, 3). Ese poder se fundamenta en su control de recursos naturales, económicos, políticos, sociales, organizativos o simbólicos que les otorgan una influencia privilegiada formal o informal (Aguilar-Støen y Bull 2016). Es decir, todos aquellos que toman decisiones sobre lo público gracias a que controlan ciertos recursos. Así que son élites políticas tanto quienes toman decisiones sobre lo público porque tienen mucho dinero, como quienes lo hacen porque fueron electos limpiamente o porque controlan instituciones a través de corrupción.
Hoy por hoy en Guatemala podemos considerar élites políticas a: a) los distintos grupos de militares, retirados y activos, que ejercen cargos en los distintos poderes estatales; b) a los grandes empresarios de la oligarquía y la élite rentista; c) a los partidos y cacicazgos con control territorial a nivel municipal o departamental, sea a través de la religión, elecciones y clientelismo o a través del crimen organizado y; d) los grupos que concentran poder a través de cargos estatales que no son de elección popular, como los que dominan el sistema judicial.
Todos estos grupos toman decisiones sobre distintos niveles de lo público, lo que termina definiendo el tipo de régimen político en el que vivimos.
Por ejemplo, algunas decisiones que tomó el gobierno en 2016 (un gobierno que combinó militares retirados y cacicazgos territoriales, principalmente) elevaron los indicadores de democracia en Guatemala. Según el índice de The Economist, que califica con 10 la democracia completa y con 0 el autoritarismo, Guatemala pasó de 5.81 en 2014 a 5.92 en 2016. Luego de muchos años de estancamiento, ese ligero aumento sucedió por decisiones políticas como el respeto a la protesta y el diálogo de la reforma constitucional. Vale la pena recordar que no fue una concesión magnánima de Jimmy Morales, sino la respuesta a un intenso ciclo de movilización social y victorias ciudadanas que condicionaron el primer año de gobierno del presidente.
En dirección contraria a esa tímida democratización, una nueva alineación de élites políticas en 2017 (el mismo gobierno, empresarios de la oligarquía y jueces, principalmente) tomó decisiones que redujeron gradualmente los indicadores democráticos hasta llegar a 4.68 en 2022 (EIU 2016, 2023). Esas decisiones incluyeron violar la separación de poderes, promover discurso autoritario y perseguir fiscales, jueces, periodistas y activistas.
Según algunas tipologías, los atributos de las élites políticas son determinantes para definir un régimen político democrático o autoritario. Por ejemplo, élites políticas unidas de forma consensual (es decir: unidas porque comparten un acuerdo) se asocian con un régimen representativo estable. Por otro lado, élites políticas unidas por ideología (es decir: no se pusieron de acuerdo, sino están unidas porque comparten un mismo credo) se asocian con regímenes totalitarios.
Sin embargo, lo opuesto a las élites unidas, las élites desunidas, son las más comunes tanto históricamente como en las sociedades contemporáneas y los regímenes políticos asociados a estas van desde monarquías relativamente estables hasta estados fallidos (Hoffmann-Lange 2018). Lo anterior permite pensar que los regímenes políticos resultantes de élites desunidas no están fijamente determinados y que deben depender de su combinación con otras variables sociales.
Se parte de la idea de que las élites políticas de las sociedades contemporáneas son heterogéneas o «desbalanceadas», responden a sectores relativamente autónomos y tienen recursos (tanto constitucionales como organizacionales y personales) e intereses en conflicto. No se da por sentado que las élites políticas están cohesionadas, sino que el foco actual de estas teorías es cómo estos grupos cooperan a través de los límites sectoriales (Hoffmann-Lange 2018). Hasta qué punto las élites confían y cooperan entre sí es anterior a cualquier otro tipo de acuerdos institucionales o constitucionales, es decir, precede a la existencia de estabilidad o inestabilidad política. Por ende, también es previo a la posibilidad de una política democrática (Higley y Pakulski 2000).
Estas teorías se complementan con análisis de fenómenos recientes que indican que hay eventos políticos que, cuando suceden, modifican las preferencias tanto de las élites como de las masas. Eso hace posible que se retracten de posturas previas. Es decir, una posición democratizadora puede convertirse en una autoritaria con base en eventos y viceversa (Hatab 2020).
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De vuelta a momentos de la realidad, la desunión de las élites políticas en las elecciones de 2023 fue una grieta democratizadora que fue bien aprovechada por un sector que nunca antes había tenido acceso al gobierno: el Movimiento Semilla. La desalineación de las élites durante el proceso electoral se observó en la gran cantidad de partidos vinculados a grupos del establishment que participaron en la contienda y en la utilización de las instituciones judiciales y electorales para excluir candidaturas, tanto de otras élites como de sectores sociales. Sin embargo, este desalineamiento por sí mismo no garantiza avances democráticos: ahí entra el papel de las organizaciones sociales.
Y, mejor dicho, ahí tiene que entrar el papel de las organizaciones sociales.
Desde la perspectiva de los movimientos sociales también se ha subrayado la relevancia de las características de las élites políticas para definir el régimen político. Esta perspectiva plantea que, además de las capacidades de los movimientos, la efectividad para conseguir sus demandas está igualmente definida por las «oportunidades políticas». Las oportunidades políticas, a su vez, están condicionadas sobre todo por decisiones y acciones de las élites políticas: la estabilidad en sus alineaciones, la posibilidad de contar o no con su apoyo, y la capacidad del Estado para reprimir los movimientos sociales, así como su tendencia a hacerlo. (McAdam, McCarthy y Zald 1999).
Además de que los movimientos sociales pueden surgir de la percepción de oportunidad, también son capaces de influir la forma en la que las élites políticas de un régimen aumentan o disminuyen sus estrategias autoritarias para su sobrevivencia (Sika 2017). Estas distintas perspectivas abonan la idea de que no solo los regímenes políticos dependen mucho de sus élites para hacerse más autoritarios o más democráticos. También que estas decisiones sobre lo público dependen de otras variables como las acciones colectivas.
En conclusión, la diversidad de las élites políticas guatemaltecas y su trayectoria reciente nos permite identificarlas, contra de lo que a menudo se cree y orienta estrategias, como élites desunidas, y esto puede afectar directamente el tipo de régimen político que se construye.
Entender las élites políticas como diversas y con motivaciones autónomas resulta fundamental y estratégico para la incidencia desde las organizaciones sociales. Homogeneizar a los «políticos» o a las «élites» es una oportunidad perdida para democratizar. Entenderlas y abordarlas según sus diferencias permite encontrar, en sus desalineamientos, las ventanas a posibilidades democratizadoras.
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Este artículo forma parte del proyecto Ultras y mafiosos. Cómo una combinación de extremistas y cleptócratas quiere destruir la democracia y qué podemos hacer para evitarlo, de Oxfam. Si eres miembro de una organización social que defiende la democracia y nuestros derechos y deseas tener una mejor perspectiva del comportamiento, intereses, discurso, y relaciones entre las élites guatemaltecas entre 2014 y 2024, comunícate con Enrique Naveda (enrique.naveda@oxfam.org) para organizar una presentación o acceder a las investigaciones.
Referencias
Aguilar-Støen, Mariel y Benedicte Bull. 2016. «Protestas contra la minería en Guatemala ¿Qué papel juegan las élites en los conflictos?» Anuario de Estudios Centroamericanos 42: 15-44.
Best, Heinrich y John Higley. 2018. The Palgrave Handbook of Political Elites. Londres: Palgrave Macmillan.
EIU (Economist Intelligence Unit). 2016. Democracy Index 2015—Democracy in an age of anxiety. Londres: EIU.
EIU (Economist Intelligence Unit). 2023. Democracy Index 2022—Frontline Democracy and the Battle for Ukraine. Londres: EIU.
Higley, John y Jan Pakulski. 2000. «Elite Theory versus Marxism: The Twentieth Century's Verdict».
Hatab, Shimaa. 2020. «Threat Perception and Democratic Support in Post-Arab Spring Egypt». Comparative Politics 53, No.1 (Octubre): 69-91.
Hoffmann-Lange, Ursula. 2018. «Theory-Based Typologies of Political Elites». En The Palgrave Handbook of Political Elites. Londres: Palgrave Macmillan.
McAdam, Doug, John D. McCarthy y Mayern N. Zald. 1999. «Oportunidades, estructuras de movilización y procesos enmarcadores: hacia una perspectiva sintética y comparada de los movimientos sociales». En Movimientos sociales: perspectivas comparadas. Madrid: Itsmo.
Sika, Nadine. 2017. Youth Activism and Contentious Politics in Egypt. Cambridge: Cambridge University Press.
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